Indulto

Confesiones

Existe un cuento del escritor japonés Ryunosuke Akutagawa, titulado «En el bosque», donde se narra un suceso de forma fragmentada a través de las visiones subjetivas de sus cuatro protagonistas. Ese cuento sirvió de base para varias películas, desde «Rashomon» de Akira Kurosawa a la notable «Cuatro confesiones» de Martin Ritt. Si el relato de Akutagawa gozó de tanto éxito de adaptaciones cinematográficas fue, sin lugar a duda, porque captaba muy bien el papel que tiene la subjetividad en nuestras decisiones y comportamientos. La manera cómo vivimos los hechos marca definitivamente nuestra percepción de la realidad. La realidad de la misma montaña no es igual para el alpinista cuando la está escalando que para el geólogo cuyas prospecciones la horadan. En cierto modo, podríamos decir que la realidad es finalmente una cuestión de acumulación de información.

Esa ley natural de percepciones, tan sencilla y humana, se cumplirá una vez más este domingo cuando se dé cita en la plaza de Colón la protesta contra los indultos a los condenados por los sucesos de 2017. Está claro que los condenados cometieron unos abusos y que la justicia los encontró culpables.

Está claro también que el Gobierno actual quiere sacarlos de la cárcel como sea porque su poder depende de ello. Como no puede reconocerlo en público debe crear un relato –por descabellado que sea– que diga: «justicia no es venganza», «hay que buscar una salida», etc.

Para señalar cuánto de falaz hay en estas excusas, se reunirán varios partidos dentro de cuatro días en la plaza madrileña. Al igual que en relato de Akutagawa, cada protagonista tendrá una visión subjetiva del suceso. Para Vox será la visión de la indignación, del escándalo ante la traición gubernamental a los principios más elementales; todo ello expresado en el mismo marco escénico que señaló su primera gran aparición en un entorno simbólico. Para el

PP, en cambio, será la visión de una marea de oposición; la constatación de que son cada día más los que están en contra de una política de improvisaciones y que, como principal partido del disenso, promete canalizar correctamente ese descontento. Para Cs, por su parte, será una cuestión de honradez y veracidad, maldiciendo interiormente que el escenario simbólico para hacerlo tenga que ser el lugar que luego los izquierdistas más cínicos usaran para acusarlos de derechismo con el sonsonete de «la foto de Colón». En todos los casos, cada uno tendrá su confesión propia. Lo interesante sería, eso sí, que todos fueran capaces de transmitir que el principio de igualdad y justicia que anima la protesta es una sencilla motivación puramente aconfesional.