Julio Valdeón

Welcome to the jungle

Obligados por la necesidad de mantenerse, legiones de trileros bendicen la alianza junto a las némesis de la España constitucional

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez
El presidente del Gobierno, Pedro SánchezPool Moncloa / Fernando CalvoPool Moncloa / Fernando Calvo

Todos los partidos son el del siglo, todos los anafalbetos con puntería y tatuajes son millonarios galácticos y todos los derbies puntúan como acontecimiento planetario o cósmico. Descontado el afán caricaturesco de los vendedores de forraje político, el nuevo curso político está llamado a ser crucial. Vamos a la deriva desde que un oportunista conquistó el PSOE a golpe de primarias. Obligados por la necesidad de mantenerse a flote, legiones de trileros han bendecido la alianza junto a las némesis de la España constitucional.

El toque de queda provocado por la pandemia palidece frente a la cornada de amparar termitas junto a la capital del reino. Fueron adoptadas como plaga de contención de cuanto huela a pacto de Estado y Große Koalition. Si el precio del poder consiste en amanecer amarrados al catre BDSM de los pirómanos, bienvenidos sean el fuego y las fustas. Con tan indescriptible compañía afrontamos la doble reválida de gestionar el río de millones de Europa y el papeleo subsidiario con los nacionalistas. Que son ya, sin excepción, la inmensa mayoría de nuestros políticos desde Finisterre al Cabo de Gata y de la locura del flamenco como patrimonio de Andalucía a las anchoas que un señor con bigote elevó a fetiche patriótico.

Será un espectáculo digno de la RKO contemplar a los amigos del caimán populista, bien amaestrados en la humillación por el PSC, repartir los miles de millones que traiga Bruselas. Del socialismo férreo pasamos al socialismo con rostro humano. Ahora desembocamos en un socialismo donde apenas sigue en pie el vídeo del dóberman como aleccionador recordatorio de lo que ocurre con los desobedientes.

Gracias al café para todos, a la mediocridad de los grandes partidos y al natural sectario de nuestra izquierda retrógrada, no hay cantón ni aldea que no haya hecho la larga lista (de la compra) de los innumerables hechos diferenciales. Diseñados para canjear las particularidades, casi siempre inventadas, por lujuriosos beneficios contables y otros chollos del montón. Que una de las pocas alternativas ideológicas la represente Vox nos ilustra respecto a la magnitud de la catástrofe española. De paso hemos asistido al nacimiento de criaturas tan lisérgicas como Adelante Andalucía, mezcla de folletín de Antonio Gala y mixtificación de un pasado alucinógeno por falsario. Como si a las improbables hazañas del rey Pelayo tuviéramos que responder con otros cuentos especulares. En Galicia manda un fenotipo conservador asentado en el legado folklórico del Fraga crepuscular y a su izquierda arrecian todos los zumbados convencidos de descender por vía directa de los arquitectos de Stonehead o los primos de Michaleen Oge Flynn. No conviene obviar el disparate del bable, miríada de dialectos con zuecos entronizados como lengua de laboratorio. A la espera de ser elevado, mediante oportunos decretos y ricas subvenciones, en la enésima aduana laboral contra la igualdad. Del País Vasco y su monocultivo del cáncer nacionalista, heredero de la penúltima gran cacería política y étnica de la Europa posterior a la II Guerra Mundial para que llorarles.

El otoño/invierno conocerá su apoteosis separatista gracias a la llamada mesa de diálogo entre Moncloa y los nacionalistas. El peor Gobierno de la etapa democrática seguirá aliado con las huestes de Podemos para enjuagar nuevos pactos con los xenófobos que abanderaron el intento de golpe de Estado de 2017. Toca retomar el engendro de unas conversaciones bilaterales que condenan a la otra mitad de Cataluña y hacen cambalache de la soberanía. España no se rompe. Eso queda para los cuentos de asustar viejas. A este paso no quedará sino una ensalada de siglas a mayor gloria de mil y un mafiosos. Welcome to the jungle.