Gobierno
Sánchez frena la negociación en Cataluña y se vuelca en Afganistán
Moncloa asume por ahora que no habrá ruptura traumática, pero tampoco «acuerdo de paz»
El verano no ha sido nada productivo en la negociación bajo cuerda que llevan meses manteniendo el Gobierno y la Generalitat catalana. «Está todo parado», es el resumen más gráfico que hace uno de los «mediadores» en la sombra del diálogo entre las dos partes. La justificación oficial dice que hasta después de la celebración de la Diada, el 11 de septiembre, no habrá novedades, y al Gobierno no le viene mal porque en Moncloa están convencidos de que deben volcarse por completo en la crisis afgana por obligación de Estado, pero también porque creen que es un tema que puede dulcificar su imagen y acercarlos a la ciudadanía. «Ahora mismo sólo existe Afganistán». Pedro Sánchez ha encontrado una plataforma desde la que darse aire a nivel europeo, donde se siente mucho más cómodo que en la arena doméstica, y desde la que, además, ofrecer una imagen de solidaridad y compromiso que silencia la presión social de la parte morada del Ejecutivo. La política internacional no da votos, dicen los expertos, pero en Moncloa han visto un flanco desde el que, al menos, cambiar el foco de otras cuestiones domésticas mucho más incómodas, como el precio del recibo de la luz.
En los ánimos socialistas hay cambios bastante perceptibles en cuanto a las expectativas del diálogo bilateral con la Generalitat y del futuro de la «mesa» entre gobiernos. La drástica remodelación del Consejo de Ministros, la salida del «gurú», Iván Redondo, y la revisión estratégica por parte de un desgastado Pedro Sánchez pueden ser factores que hayan tenido su influencia en este ejercicio de realismo sobre los márgenes de acuerdos con ERC. Hasta los más convencidos del diálogo te dicen hoy que son «moderadamente optimistas». «Ambos estamos interesados en llegar a las elecciones sin una ruptura traumática. Pero tampoco cabe esperar ya un acuerdo de paz. Habrá dialogo, tiras y aflojas...».
Detrás de este actualizado análisis hay claves muy significativas. Desde la parte del Gobierno vienen a reconocer que saben que la «mesa» tiene mucho de representación, un teatro que a ERC y al PSOE les conviene manejar sin hacerse demasiado daño porque lo que está en juego a medio plazo es la rentabilidad que una y otra parte puedan sacar de este diálogo en las próximas citas electorales. Con sólo mantener abierta la negociación ya se dan por contentos, un cambio radical respecto a las previsiones que se aireaban desde Moncloa en la etapa anterior a la amplia remodelación del Gobierno de julio. Entonces «vendían» que la negociación era una especie de gran operación de Estado, en la que el «sanchismo» sería capaz de pasar a la historia por el acuerdo con el independentismo, como en su día lo hizo el ex presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero con el final de ETA. Un antes y un después, que hoy reducen a la voluntad de mantener abiertos los puentes.
Moncloa cree que en estos meses se ha confirmado su previsión de que la polémica de los indultos a los líderes del «procés» quedaría «muy rápido» absorbida por el precipitado discurrir de la realidad política, y que pasaría «en nada» al olvido de la opinión pública, sin margen para que la oposición pudiera seguir dando la batalla en la calle con esta cuestión. De momento, las encuestas reflejan que el proceso de desgaste de la coalición continúa en marcha, como así lo confirma el sondeo de agosto de NC Report que publica este diario.
En este nuevo curso político, que arranca en septiembre, se someterá a examen la apuesta del Gobierno por reconducir su derrumbe con la ayuda del desembolso europeo y de la recuperación económica. Con la salida de Moncloa de Iván Redondo parece que se ha atemperado el idealismo con el que el «sanchismo» miraba al problema catalán, aunque las vías de contacto permanezcan abiertas, con el nuevo ministro de la Presidencia, Félix Bolaño, al frente de esta interlocución, igual que del diálogo con el resto de socios del Gobierno. Moncloa no quiere que la bandera independentista quite recorrido a la proyección de su discurso económico, pero está en manos de sus socios.
La construcción teórica del Gobierno sigue dependiendo en su estabilidad de la voluntad de ERC. Sobre esta hipoteca la parte socialista quiere imponer su confianza en que los fondos y la llave del dinero hará que «todos acaben pasando por el aro», también los barones de la oposición. La Conferencia de Presidentes de Salamanca fue la primera señal de hacia dónde apunta la política del Gobierno en la relación con las comunidades: más fotos, más representación de diálogo, pero dejando fuera a Pablo Casado.
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