Política

Comienza la legislatura: Sánchez y Casado se la juegan con la economía

Sánchez y Casado se jugarán su suerte en la economía. Las elecciones de 2022 son un trampolín para el PP, pero no determinarán el resultado final de las generales y sí lo hará la recuperación

El presidente del Partido Popular nacional, Pablo Casado, participa en el Comité interprovincial del PP en Salamanca
El presidente del Partido Popular nacional, Pablo Casado, participa en el Comité interprovincial del PP en SalamancaJESÚS FORMIGO/ICALAgencia ICAL

«La legislatura empieza ahora». La reflexión es de un ex ministro del PP, y puede parecer un tanto desafiante cuando la legislatura lleva dos años y justo entra en su ecuador. Pero la reflexión se sostiene en un argumento de peso: que hasta ahora no ha habido otra cosa que pandemia. Para mal o para bien, la crisis sanitaria no ha dejado espacio para más política que la de la gestión de la respuesta a los efectos de la covid, principalmente a los clínicos, y a los de primera emergencia económica y social. En el Gobierno y en la oposición entran en el nuevo año convencidos de que la pandemia se acaba, aunque no se pueda decir aún de esta manera, y de que, como la memoria colectiva es muy corta, se lo juegan todo en estos dos próximos años en el terreno económico. Todo lo que quede por detrás de la etapa que ahora se abre, y en la que, salvo sorpresa en el virus, se impone por fin la política de convivir con él, «no contará» en el resultado final de las generales.

El calendario electoral de este año viene a favor del PP, e indudablemente puede dar un impulso hacia adelante a Pablo Casado. Pero no es determinante en el resultado final de las generales, y plantearlo en ese sentido puede quedar convertido en un juicio precipitado desde una parte del centro derecha. En este análisis coinciden tanto en las filas socialistas como en las populares porque, cuando se rastrea en las «cocinas» de los dos principales partidos, resulta que el diagnóstico de los gurús electorales se sostiene en razonamientos muy similares sobre por dónde puede ir este curso y en dónde se jugará realmente el control de La Moncloa.

El triunfo en Castilla y León y Andalucía es imprescindible para Casado y los sondeos pregonan buenas sensaciones, pero el reto del PP está en conseguir una mayoría, si no absoluta, sí lo suficiente holgada como para poder gobernar en solitario, o al menos bajo la abstención de Vox. En Castilla y León, primer termómetro en las urnas, será determinante la fuerza que consiga Vox en las urnas. Es lo que más preocupa y ocupa a los estrategas populares para calibrar las expectativas a futuro respecto a las elecciones andaluzas y, a largo plazo, con respecto al duelo entre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente del PP.

Liderazgo frente a Vox

Para que el pulso con Vox se decante a favor del PP hay una «clave» a la que apuntan dirigentes territoriales y también históricos del partido ya fuera de la primera línea: la mejor manera de hacer frente a la formación de Santiago Abascal es con liderazgo, en el plano autonómico y en el plano nacional.

Este ejercicio es un año puente, en el que Gobierno y oposición creen que las expectativas están todavía por decantar. Si la economía y el empleo van bien, si la inflación se modera en el segundo semestre, si baja el precio de la energía y si los fondos europeos provocan un efecto rebote en la economía, la mayoría progresista tiene todavía una oportunidad de seguir gobernando tras las próximas elecciones generales. Si todas estas condiciones no se cumplen, y Casado sale coronado de su Congreso Nacional con el lío de Madrid arreglado, el PP estará en situación de poder encaminarse a un punto de no retorno a favor de su escalada al poder, con la meta volante de las elecciones autonómicas y municipales de 2023 en mitad del camino y también inclinada a su favor.

En este esquema entra la aprobación en el Congreso de la reforma laboral, que, pese a las duras críticas y aspavientos de sus socios, el Gobierno va diciendo que puede sacar adelante con el voto de PNV y ERC, y la suma, incluso, de los escaños de Ciudadanos (Cs), mientras que de la foto se quedarían fuera seguro el PP y Vox.

Amenaza para la coalición

La reforma laboral se plantea de arranque como una de las amenazas más sólidas para la estabilidad de la mayoría parlamentaria que sostiene al Gobierno de coalición. Sin embargo, hay una puntualización, que se escucha dentro del Gabinete socialista, que puede ordenar la división y la pelea: «La mayoría de investiduranecesita que Sánchez agote la Legislatura, y sin sobresaltos que les limiten su capacidad de hacer valer su posición en Madrid; la reforma laboral es una prueba, como los Presupuestos, para los intereses de todos, no sólo de Sánchez. Hay margen para hacer ligeras concesiones que no echen a la patronal del acuerdo y que permitan a los socios vestir su apoyo al pacto».

De la misma manera que en la izquierda saben que su futuro está ligado a la evolución de la economía, en el PP también reconocen que ser demasiado optimistas sobre el futuro es «pegarse un tiro en el pie». «Hay mil variables que no se pueden controlar y que pueden echar por tierra las expectativas. Sobre todo en Andalucía. La sociología de Madrid y Castilla y León nada tiene que ver con la de Andalucía porque allí el PP lleva décadas gobernando, mientras que en la Junta sólo llevamos tres años. En política todo cambia de manera muy rápida», reflexionan. Incluso teniendo más controlado el terreno, como ocurre en Castilla y León, «nos pueden dar de lleno las plataformas de la España vaciada y trastocarlo todo».

¿Y la «mesa» bilateral de negociación con la Generalitat? Ni en el Gobierno ni en la oposición se mueven con la previsión de que pueda llegar a ser un factor determinante en el resultado electoral. Habrá alguna reunión para calmar a ERC, pero sin mayores consecuencias. Aquellas expectativas sobre el liderazgo del «sanchismo» en el diseño de una nueva política de relación con Cataluña, al cobijo de esta «mesa», han ido desinflándose a medida que los nuevos «fontaneros» de Moncloa han ocupado el espacio del omnipotente Iván Redondo.