España
Ni contigo ni sin ti
Pedro Sánchez y Pere Aragonés protagonizaron anoche un nuevo encuentro. La ocasión lo requería. Cataluña y España no pueden arriesgar por cuitas internas perder un evento internacional. No está la cosa para arriesgar. Las relaciones entre ambos son frías pero ambos se necesitan. Aragonés reclama más osadía al ejecutivo. Sánchez prefiere el perfil bajo. La solución al conflicto catalán está enquistada, pero la tensión está lejos de aquellos momentos de tensión que hicieron arder Barcelona. Ahora las algaradas contra Sánchez y contra el Rey no pasan de testimoniales. Ni Ada Colau se aleja de la foto. Para la posteridad quedan los plantes del Govern a Sánchez y al Rey. El error de no ir a SEAT se ha pagado con creces desplazando la fábrica de baterías a Valencia.
El Mobile representó ayer una foto coral de todas las instituciones. Parecía una imagen de unidad, pero la procesión va por dentro. Aragonés no quiere estridencias. Tiene un gobierno anodino que procura evitar los charcos excepto si se trata de tensionar la cuerda con Sánchez, siempre con la precaución de no romperla. Las disonancias se han reducido, ni más ni menos por cierto, a la paralización de la inversión del aeropuerto y las veleidades del independentismo con la candidatura de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2030. Ni siquiera la Comisión Bilateral, con resultados minúsculos y la aletargada Mesa de Diálogo. Todas ellas han ido acompañadas de postureo, pero poco más, como cuando Aragonés se negó a ir a la Conferencia de Presidentes, suspendida por la guerra de Ucrania, o cuando se niega la Generalitat, vehementemente, a instalar por 50 años un centro de reparación de tanques en Barcelona para taponar la sangría que ha provocado el cierre de Nissan.
Los de ERC quisieron hacer pagar al PSOE, y a Sánchez, la política del adormecimiento –segunda parte de lo que funcionó: la desinflamación– sacando pecho con la reforma laboral. Plantando cara al PSOE, en versión republicana. Aragonés y su partido se invistieron de abanderados de la izquierda. La cara de Gabriel Rufián en la votación lo dijo todo. La cuerda casi se rompe. Y no era su intención. El fiasco de la reforma laboral con la estrategia fallida apadrinada por Félix Bolaños, se ha vuelto a favor de Sánchez. ERC aguantará los desplantes o los disimulará para evitar que caiga el Gobierno. La prueba del algodón: un Junqueras al lado de Otegui reivindicándose como necesarios para la izquierda española, para sustentar al ejecutivo ahora y para reeditar otro gobierno de coalición en el futuro, como antídoto a la mayoría PP-Vox o Vox-PP, visto lo visto tras el suicidio público de los populares. ERC, PSOE y Podemos bajaron el diapasón pero ERC no está cómoda. No avanzar en nada les hace frágiles frente a Junts y la CUP, que atizan la tesis de que ERC traiciona sus principios. Este es el talón de Aquiles de Aragonés, que se afana en hablar de independencia día tras día, como un mantra que todo lo impregna pero que no cambia nada. Más palabras que acción. El PSOE lo sabe y juega a debilitar a Aragonés evidenciando la ausencia de unidad del independentismo, mientras que Aragonés juega a arrinconar al PSC de la mano de los Comunes. Las elecciones municipales del 23 le impiden al presidente catalán pactar con el PSC. No quiere dejarle espacio. Vivimos en una guerra de achique de espacios. Mientras, foto en el Mobile cerrando filas. La cosa no está para arriesgar.
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