Opinión
Maneras de hacerse el muerto
Nadie trae una propuesta sensata y, mientras tanto Pedro, eso, tú encima hazte el muerto
En el reino animal, existe una táctica que usan para sobrevivir los habitantes más bajos de la cadena trófica cuando se encuentran en un apuro frente a una situación complicada. Consiste en quedarse muy quietos y no hacer nada a la espera de que los posibles depredadores que quieran caer sobre ellos infieran que han fallecido y, ante su falta de vida, les dejen en paz. Yo, en la edad escolar, intenté usar repetidas veces esa estrategia los días en que no había hecho los deberes. Pero, desgraciadamente, dada la bajísima tasa de mortandad entre los alumnos de la enseñanza concertada, nunca fui creído por mis profesores y mis estratagemas no me sirvieron de nada.
Esa es la posición, más o menos similar, en la que se encuentra actualmente Pedro Sánchez. Los lobos de la realidad han caído sobre él y sus ministros no hacen más que segregar excusas que no vienen a cuento, pero nadie en el gobierno trae una solución ni parece ser capaz de hacer nada para parar esa avalancha de precios disparados del combustible, la luz y el gas, de protestas en la calle y en Argel, de incertidumbre frente a la pandemia, de negocios obligados a parar con esos números y de trabajadores que de golpe se ven obligados a pagar su puesto de trabajo de sus propios ahorros para conseguir que se mantenga. La ruina asoma en el horizonte para muchos españoles y eso no es plato de gusto para nadie. El gobierno se ha encontrado súbitamente ante la tormenta perfecta y la situación es muy explosiva. Se prepara una primavera levantisca y caliente. Los sindicatos han fallado como interlocutores al perder la confianza del sector laboral por sus actuaciones acomodaticias. Es lógico; al obrero no le puedes hacer tragar que Comisiones Obreras haga más ruido manifestándose junto a nacionalismos de derechas que ocupándose de los problemas de los camioneros. Cambiar el mono de trabajo por el foulard de colores a lo único que conduce es a perder credibilidad. No sirve de nada acusar entonces de ultraderechista a todo aquel que proteste ni recordar puerilmente, como hace Yolanda Díaz, que ella tuvo un abuelo sindicalista. Su abuelo está claro que no va a resolvernos el problema de los hidrocarburos mientras ella cobra sueldo de ministra, así que será mejor que deje al buen hombre en paz. Además, todos tenemos abuelos, y si al suyo lo reprimió el franquismo, al mío lo tiranizaron los dos bandos, primero los comunistas y luego los franquistas, con lo cual –si siguiera la lógica yolandista– el mío debería tener doble pedigrí. No por ello tendré la ocurrencia de que su memoria pueda aportar algo para solucionar problemas concretos como el del gasóleo. Las cosas no funcionan así en el mundo real.
Una situación tan delicada como la que estamos viviendo solo se soluciona con medidas rápidas, asertivas y firmes; transmitiendo confianza, claridad, valentía y propuestas realistas comprensibles para todo el mundo. Propuestas, además, explicadas de una manera transparente. Escribir a escondidas cartas al rey de Marruecos es tan infantil como apelar al recuerdo del abuelito de Heidi cuando el mundo se desmorona a nuestro alrededor. Hasta Rufián ya reconoció ayer en el Congreso que está harto de sí mismo. Lógicamente, viendo el campo minado que le rodea por todas partes, es comprensible que Sánchez no quiera dar portazos ni hacer sonar la bocina. Pero lo más curioso es que, después de tanto reprocharle a Rajoy su inacción, ahora resulta que es el propio Pedro quien retrasa las soluciones en espera de que los problemas se solucionen por sí solos. Teniendo en cuenta que nuestros vecinos tomaron medidas hace tiempo, no se sostiene que tengamos que esperar hasta final de mes a un veredicto de Europa para ver si se hace algo. Nadie trae una propuesta sensata y, mientras tanto Pedro, eso, tú encima hazte el muerto.
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