El personaje

José Manuel Albares, el hermético diplomático

Regresó a España para convertirse en el Ministro de Exteriores más joven de la historia de nuestro país y arreglar los desaguisados de su antecesora

Ilustración de Albares
Ilustración de AlbaresplatónPlatón

Prepara con suma discreción su encuentro del próximo uno de abril con su homólogo de Marruecos, Naser Burita. El ministro de Asuntos Exteriores de España, José Manuel Albares, acordará ese día en Rabat la normalización de las fronteras entre ambos países y la Operación Paso del Estrecho. Así lo anunció el propio Albares en su comparecencia ante la Comisión de Exteriores del Congreso, marcada por un absoluto hermetismo sobre las dos cuestiones reclamadas por la oposición: las posibles concesiones a Marruecos y si realmente se informó a Argelia sobre la nueva política española en relación al Sahara Occidental. Fiel a su estilo, el ministro no desveló más detalles, se esforzó en reiterar que el acuerdo con el Reino Alauíta no supone un gran bandazo respecto a la anterior postura de España y no convenció a ningún grupo parlamentario, en especial a sus propios socios, que le acusaron de opacidad, mentiras, unilateralismo, ruptura de resoluciones de la ONU, traición al pueblo saharaui y abrir una brecha con Argelia, principal suministrador de gas natural a nuestro país. Albares no se inmutó y aseguró que la posición española es similar a la de Francia o Alemania.

Todos los grupos, en especial Unidas Podemos y los nacionalistas, no le arrancaron una sola palabra clara y concisa que él no quisiera. Con sutileza diplomática el ministro de Exteriores no se salió del guion, insistió en que su visita a Rabat, previa a la que realizará el presidente Pedro Sánchez para entrevistarse con el Rey Mohamed VI de Marruecos, abrirá un nuevo modelo en las relaciones bilaterales, con una hoja de ruta positiva para los dos países. Ante al acoso de la oposición, se limitó a decir que Argelia es “un socio fiable, estable y sólido, que cumple y respeta sus contratos”. Pero no reveló si el gobierno de Argel estaba informado y aguantó las críticas de sus socios podemitas que, pese a todo, no conllevará el abandono del gobierno de los ministros morados, dado que es muy cómodo protestar desde fuera y seguir disfrutando de la moqueta del poder, el coche oficial y los suculentos honorarios. Eterna doble vara de medir de una izquierda hipócrita y demagoga. Con estoica frialdad, el ministro soportó el chaparrón y se marchó del Congreso sin alterar su discurso previsto.

Desde su llegada al Palacio de Santa Cruz, sede de la diplomacia española, ha vivido el horror de Afganistán, el polvorín migratorio de Ceuta y la crisis con Marruecos tras la llegada a España del líder del Frente Polisario. José Manuel Albares Bueno, ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación del Gobierno de España encarna en momentos convulsos el perfil que le gusta a Pedro Sánchez: hermético, pero eficaz. Muy alejado de estridentes declaraciones, este diplomático educado y sutil ha conseguido lo que parecía imposible, reconducir las complejas relaciones con Marruecos, calmar al propio Rey alauíta y organizar un viaje de Sánchez a Rabat. En Moncloa aseguran que es uno de los ministros más cercanos y de mayor confianza del presidente. Su rostro saltó a la luz pública en la famosa foto a bordo del Falcon junto a un Pedro Sánchez en “plan Kennediano” con amplias gafas oscuras. Una imagen muy a la americana que empezó a dar a conocer a José Manuel Albares. Sin embargo este diplomático de carrera, nacido en el madrileño barrio de Usera, conocía ya a Pedro Sánchez por su militancia desde hace veinte años en el Partido Socialista de Madrid.

Licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto, diplomado en Ciencias Empresariales, estudió en Boston y Tánger, fue Cónsul en Bogotá y consejero de la Representación Permanente de España ante la OCDE. Asesor en relaciones internacionales de Pedro Sánchez en su primera etapa como líder del PSOE, al llegar a La Moncloa tras la moción de censura contra Rajoy le nombró secretario general de Asuntos Internacionales, Unión Europea, G20 y Seguridad Global, con rango de subsecretario. Albares abandonó entonces su puesto como consejero cultural en la Embajada española en París. De esta etapa y su matrimonio con la jueza francesa Helen Davo, asesora de Emmanuel Macron, proceden sus buenas relaciones con las autoridades de Marruecos. En febrero de 2020, Sánchez le nombró Embajador en París y ante el Principado de Mónaco. El 10 de julio de 2021, tras la remodelación del gobierno, sustituyó a González Laya en Exteriores. Padre de cuatro hijos y leal asesor de Sánchez, intentó arreglar los desaguisados de su antecesora, entre ellos la crisis con Marruecos tras la entrada en España del líder del Frente Polisario. En fuentes diplomáticas destacan su estilo sin alharacas.

De pequeña estatura, pero con una gran cabeza, su máxima en comunicación es la discreción, ya que por su trabajo como embajador sabe lo fácil que es destrozar una negociación por una salida de tono. La buena sintonía de Albares con Sánchez también la compartía con su esposa durante veinticinco años, la jueza francesa Hélène Davo, asesora de Macron, madre de sus cuatro hijos y de quien se ha divorciado hace unos meses. Con ella y sus vástagos, de entre diez y veinte años, vivía Albares en París. Ambos se conocieron en la Universidad de Deusto después de que él, nacido y criado en el madrileño barrio de Usera, cursara enseñanza secundaria en Boston y en el Instituto Americano de Tánger gracias a unas becas. El currículum de Davo les convirtió en una pareja clave en las relaciones entre España y Francia, pues durante cuatro años fue la magistrada de enlace en materia antiterrorista, puesto que abandonó en 2016. A su despedida en la residencia del embajador francés en Madrid. acudieron el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero, el entonces ministro de Justicia con el PP, Rafael Catalá, el juez de la Audiencia Nacional y hoy ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska. Davo se marchaba a presidir la Sala Antiterrorista en Francia, hasta que Macron la convirtió en su asesora personal.

Hoy sus vidas van por separado y Albares regresó a España, donde se ha convertido en el Ministro de Exteriores más joven de la historia de nuestro país. Asumió la cartera en el ojo del huracán por el conflicto con Marruecos a raíz de la llegada a escondidas a Zaragoza del líder del Polisario, Brahim Ghali, para ser tratado de una enfermedad. Marruecos respondió alentando que miles de personas huyeran rumbo a la costa de Ceuta provocando una crisis diplomática y un problema humanitario al haber entre los migrantes miles de niños. En los medios marroquíes la llegada de Albares se ve con alivio. Es una apuesta ante la nueva etapa con el vecino Reino de Marruecos.