La estrategia
Esquerra aumentará la tensión con Sánchez pero no hará caer al Gobierno
Ante la previsible retirada de apoyo de JxCat al pacto de Govern, necesita dejar la puerta abierta a un posible acuerdo con el PSC
El pleno del Congreso sobre Pegasus arrojó más sombras que luces. Al menos así lo percibieron desde ERC. No les gustó la intervención del presidente Sánchez porque, a su juicio, no despejó ninguna incógnita. Por ejemplo, si el Gobierno era conocedor, y autorizó, la intervención del teléfono de Aragonès. El presidente se limitó a ensalzar el diálogo y a proponer una nueva Ley de Secretos Oficiales para reforzar el control del CNI. No fue suficiente para ERC. Para muestra, un botón: no había acabado el pleno y ERC anunció que había comunicado al PSOE que no apoyaría la Ley del Audiovisual. Esta ley se ha convertido en habitual moneda de cambio. Fue el epicentro de la batalla para aprobar los presupuestos y ahora se ha convertido en el castigo a Pedro Sánchez por sus escasas explicaciones. El motivo, la aceptación de una enmienda del PP y Ciudadanos en la definición de productores independientes, que tumba la pactada entre ERC y Podemos. La realidad: ERC votó en contra para dar un aviso al Gobierno. La decisión se tomó a última hora después de un intenso debate. Gabriel Rufián defendió la abstención, pero Aragonès impuso su criterio: votar en contra. Oriol Junqueras no participó en el debate alegando problemas de agenda de su periplo por Baleares.
Aragonès se decantó por esta opción para mantener el pulso con Sánchez. Sus relaciones –incluidos contactos sin luz ni taquígrafos– están bajo mínimos. Sin embargo, la sangre no llegará al río. El presidente catalán tensará la cuerda, pero sin romperla. En el caso del Audiovisual, los republicanos sabían que el PP se abstendría y que su voto en contra no comprometía la ley. Los partidarios de la abstención consideraban que hacerlo suavizaría las relaciones. Aragonès se opuso y ERC votó en contra para reforzar su tono crítico con Sánchez al tiempo que reforzar el liderazgo en el mundo independentista empujados por Pegasus.
Además, Aragonés sabe que su gobierno pende de un hilo. El próximo sábado Junts elegirá a su nueva dirección, ya sin Puigdemont. El congreso de los neoconvergentes situará en la presidencia a Laura Borràs y en la secretaría general a Jordi Turull. Su primer movimiento: una consulta a las bases para validar, o no, el pacto de Govern en la Generalitat. Un pacto que tiene un año de vida y que se ha caracterizado por unas malas relaciones entre los socios, casi cainitas, que han desembocado en un gobierno inane e ineficaz. Ciertamente, lejos de la inestabilidad de Torra o Puigdemont, pero sin tomar decisiones conflictivas y sin una clara hoja de ruta.
Borràs siempre se ha mostrado contraria al pacto radicalizando su posición cada día que pasa porque, en breve, será juzgada por corrupción en su etapa de presidenta del Institut de les Lletres Catalanes, acusada de fraccionar contratos para evitar concursos y adjudicarlos a dedo. El asunto lo destaparon los Mossos d’Esquadra investigando a un colaborador de Borràs, principal beneficiario de este fraccionamiento, por tráfico de drogas. Resultó condenado. Ahora, trata de convertir el caso en «un ataque de las cloacas del Estado» por su condición de independentista.
El reglamento del Parlament, del que es presidenta, la obliga a renunciar al cargo cuando el juicio comience. Borràs no piensa dimitir y utilizará a Junts para poner en jaque al Gobierno.
Las bases de Junts votarán por romper el ejecutivo porque consideran a Aragonès autonomista, que la vía de diálogo no tiene sentido y que hay que forzar de nuevo la vía unilateral. Con este as en la manga, Borràs propondrá un trueque. Seguir como presidenta del Parlament a cambio de no tumbar a Aragonès. De momento, ERC y la CUP rechazan darle su apoyo. No consideran que el juicio sea «contra el independentismo», sino, simplemente, por corrupción.
Si Junts abandona el Govern, Aragonès solo tiene dos opciones. Convocar elecciones anticipadas, con todos los riesgos que conlleva; o alcanzar acuerdos con el PSC y los Comunes. O sea, un apoyo desde fuera. Para tener esta puerta abierta, no puede romper con el Gobierno de coalición de Pedro Sánchez y dejar de garantizar la continuidad del Ejecutivo. Por eso, tensará las relaciones, pero mantendrá la estabilidad parlamentaria. Un ejemplo, el apoyo a la ley del Sí es Sí.
Además, las encuestas indican que hacer caer al PSOE equivaldría a validar un triunfo de la derecha. El 19 de junio de Andalucía será un buen termómetro de la realidad para tomar decisiones. Para España y para Cataluña. Aragonès, que es un gran pragmático y es hombre de números, hará sus cuentas. Sus allegados le llaman cariñosamente «Troiko», apodo que se ganó en su época en la consejería de Economía «haciendo mejor los números que la troika». Los números sin Sánchez no salen y en Cataluña el PSC de Salvador Illa es el único partido que crece. De momento, presión sin ruptura. ERC adopta una máxima casi religiosa «apretar, pero sin ahogar».
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