Opinión
Bolaños-Vilagrà: a cara de perro, pero menos
Hace un año que el presidente Sánchez se subió a la tribuna del Gran Teatro del Liceo de Barcelona. En la calle, un puñado de independentistas, pocos, le afeaban su visita y desdeñaban su anuncio: el indulto a los políticos presos a raíz de los sucesos de octubre de 2017. Ayer se cumplía un año de esa visita, la última con enjundia a Barcelona. Fue el día elegido para anunciar un encuentro para descongelar las relaciones entre la Generalitat y el Gobierno de España. Félix Bolaños y Laura Vilagrà se verán las caras mañana en Moncloa, casi un remake de aquel encuentro en el Palau de la Generalitat con los mismos protagonistas y donde Vilagrà obligó a Bolaños a dejar el móvil fuera de la reunión. No hubo sofás, sino una mesa larga donde los protagonistas mantuvieron las distancias. Era la forma que tenía Pere Aragonés a Pedro Sánchez de decirle “hasta aquí hemos llegado”.
Pedro Sánchez ha dado el paso una vez finalizado el calvario de las elecciones andaluzas y su escudero Bolaños, ministro de la Presidencia, con la escudera de Aragonés, la consejera de Presidencia, Vilagrà, tienen el encargo de cerrar un encuentro entre ambos para recuperar relaciones. En la agenda, un encuentro de ambos en Barcelona el próximo lunes 27 en un acto empresarial. Bien podría ser este día el elegido, porque Sánchez tiene en julio un difícil debate sobre el Estado de la Nación, largamente postergado.
Sobre la mesa se acumulan los desencuentros. Caso Pegasus, Ley Audiovisual -que generó tensiones en ERC porque parte de su dirección rechazaba votar en contra y abogaban por la abstención. El debate se mantiene y esta semana veremos si ERC cambia el tercio en el Senado-, déficit inversor en Cataluña situado por Hacienda en apenas un 32% de lo presupuestado, Ley Mordaza, Ley de Vivienda, Ley de Memoria Democrática, Juegos Olímpicos de Invierno -la Generalitat quiere que Sánchez se imponga a Lambán y le obligue a aceptar el acuerdo técnico, aunque el fiasco negociador hace inviable cualquier posibilidad de triunfo ante el COI- y en el horizonte cercano las medidas contra la guerra y la crisis energética y en el más lejano, la Ley de Presupuestos. A día de hoy ver a los republicanos votar a favor es un oxímoron. Y la guinda de los desencuentros: la Mesa de Diálogo que duerme el sueño de los justos.
El Gobierno quiere apretar el acelerador tras la derrota andaluza y se ha puesto manos a la obra. ERC quiere dar también un paso adelante porque la lectura andaluza no augura mejores tiempos para Cataluña y además se sienten incómodos con los continuos ataques de sus teóricos socios de Govern: Junts per Catalunya, que no pierden ripio en afearles la ausencia de resultados. Que Sánchez y Aragonés se vean en privado es en sí mismo un triunfo para el presidente catalán que necesita afianzar su liderazgo en momentos de zozobra. Hace un año, el independentismo menospreció los indultos, pero los indultos han sido un bálsamo para la política catalana que ha pasado de la tormenta constante a una marejadilla asumible. Sánchez y Aragonés quieren mantener esta situación y a ser posible mejorarla. El presidente del Gobierno seguro que intentará tirar de chequera para reparar los desiderátum inversores del año pasado, pero la cuestión no puede reducirse a la chequera.
La confianza entre ambos gobiernos y partidos -ERC y PSOE- se ha deteriorado sobremanera. De hecho, la Generalitat se ha puesto en modo prevengan y ha valorado bien la reunión pero afirma rotunda “no es una vuelta a la normalidad”. Vamos, que Bolaños y Vilagrà se verán a cara de perro, pero con un nivel de decibelios menor al de su último encuentro. Los acuerdos son difíciles pero Aragonés y Sánchez los necesitan con urgencia. Por eso, lo único seguro es que Vilagrá no tendrá que dejar su móvil fuera de la reunión y tendremos escena de sofá.
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