La Crónica
Pablo Iglesias brinda con cava
Ministros y barones señalan sus «injerencias» en la sombra. El entorno de la vicepresidenta Yolanda Díaz cree que tiene «más ganas de hundirla que de proyectarla»
El ex vicepresidente, ex ministro y ex líder de Podemos Pablo Iglesias tiene motivos «para brindar con cava». La reflexión es de un veterano dirigente socialista, ex ministro, y todavía con aspiraciones en política. Iglesias, como analista político, y sin haber dejado de mover los hilos de la formación morada, está viendo, desde su retiro, cómo se hacen realidad algunos de los principales objetivos del movimiento que abanderó. Es verdad que a día de hoy la izquierda no suma para conseguir mantenerse en el Gobierno, pero entre los barones socialistas más críticos con la coalición se llevan las manos a la cabeza desde el convencimiento de que Iglesias, del que nunca se fiaron, «tiene motivos para celebrar algo cada día al ver cómo nos hundimos, al tiempo que avanza el desmoronamiento de las instituciones que siempre ha querido volar».
En cuanto a esto último, el desgaste de las instituciones, el balance de estos últimos cuatro años suma a favor de Pablo Iglesias porque las decisiones del Gobierno de coalición asientan la sensación de que se ha trabajado por politizar las instituciones del Estado y por controlar todos los resortes del poder. La última crisis ha afectado al Centro Nacional de Inteligencia (CNI), pero también quedó dañada la imagen de la Fiscalía General del Estado por el nombramiento de la ministra Dolores Delgado como fiscal general. Otro referente, como el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), ha perdido su prestigio bajo el control del socialista Tezanos. Y la reforma y contrarreforma judicial, sobre la capacidad del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) para realizar nombramientos estando en funciones, es otro «despropósito» para la carrera judicial y en el propio juicio que hacen de la política del Gobierno dentro de la organización socialista.
En materia de Justicia hay un bloqueo histórico del Poder Judicial, con más de tres años en el retraso de un acuerdo en el que también está obligado a participar el principal partido de la oposición. Pero incluso dando por buena la tesis de repartir responsabilidades, las medidas que ha puesto en marcha el Gobierno para responder a este bloqueo se han vuelto todas en su contra, y, lo que es peor, en contra del sistema judicial.
Moncloa no deja de repetir que queda un año y medio para las elecciones generales y que en sus manos están los fondos de recuperación y, además, el control de la iniciativa, vía Boletín Oficial del Estado (BOE). Pero, desde fuera, la «mano» de Pablo Iglesias no deja de colocarles piedras en el camino por la vía de utilizar a la dirección morada, a su grupo parlamentario y a las dos ministras, Irene Montero e Ione Belarra. La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, va más por libre, pero es una libertad que choca contra la necesidad de una estructura de partido que sólo puede ofrecerle Iglesias. Y hasta ahora lo que están viendo en el entorno de la vicepresidenta es que en Pablo Iglesias «hay más ganas de hundirla que de proyectarla» para que asuma el papel de «heredera» que, en teoría, él indicó que le concedía al salir del Gobierno de coalición hace ya un año. Muy patriarcal, pero bien visto entre el feminismo morado.
Iglesias vuelve a ser el principal enemigo del PSOE –muchos socialistas creen que nunca dejó de serlo–. Todos los peores sueños de Sánchez, y aquellos pronósticos en los que llegó a justificar su rechazo a la coalición, se han cumplido. Y ahora la fuerza que pone a la maquinaria para movilizar a su electorado con el discurso más social se la anula la parte morada: bien por apropiarse de ella, bien por dejarla en evidencia por «insuficiente».
El líder de Podemos sabe que el PSOE está ahora mismo en la encrucijada de no saber qué camino seguir: Moncloa reafirma la mayoría de investidura y la coalición, de la que dependen parlamentariamente, mientras que en Ferraz son cada día más conscientes de que esas alianzas son un lastre para las siglas a nivel electoral.
En una visión más panorámica, es verdad que el ex líder morado, Pablo Iglesias, no tendría tantos motivos para brindar si echa una vista sobre lo que queda de Podemos, sus resultados en todas las últimas elecciones y la capacidad de reflotar que tienen los morados en autonómicas y municipales del año que viene. Pero una vez que ya no es el capitán del barco, la sensación que tienen en el equipo de Yolanda Díaz es que «el futuro del proyecto político le importa lo justo porque sus éxitos ya no serán suyos». «Como mesías siempre podrá decir que todo ha salido mal porque él ya no está», comentan las mismas fuentes del entorno de la titular de Trabajo.
Algunas voces están especulando, bajo cuerda, sobre la posibilidad de que Iglesias esté valorando la posibilidad de dar el golpe de efecto y presentarse como candidato a las próximas elecciones generales. Son conjeturas de las que se habla en los cenáculos madrileños, sin más contenido, pero que representan hasta qué punto la izquierda, socialista y morada, anda desorientada en la planificación de su estrategia para afrontar los siguientes procesos electorales.
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