Diada

Un independentismo roto

Sánchez y sobre todo Feijóo se equivocarían si pensaran que la falta de asistencia al aquelarre del 11-S implica que los independentistas han desaparecido. Están divididos pero son muchos

Todo ha salido según en el guion previsto. Todos los partidos independentistas marcaron su terreno sin dar su brazo a torcer en sus apariciones públicas en los actos institucionales. La Asamblea Nacional Catalana moduló su discurso para evitar males mayores al final de la manifestación, pero la gangrena de la división ya se había extendido. Ómnium Cultural no sólo se desmarcó de la ANC sino que ha fijado su nueva hoja de ruta «urge incorporar nuevas voces en la cúpula independentista para superar la autodestrucción», dijo Xavier Antich en el acto más unitario realizado en la Diada. Ya el día antes en el Fossar de les Moreres ERC fue abroncada. Botiflers, traidores y hasta españoles jalonaron los improperios. Los del PDeCAT tampoco salieron bien parados.

Se repitieron en la ofrenda floral de Rafael Casanova y ERC fue el oscuro objeto de deseo de los «patriotas» que han decidido expulsarla del club de los buenos catalanes. Solo Pere Aragonés salió airoso. El Govern con eso de que es el primero en hacer la ofrenda floral apenas cosechó bronca porque eran pocos los madrugadores. Luego se fue a Sant Boi donde se ahorró broncas y pitos y no asistió a la manifestación. Sí que asistieron miles de ciudadanos pero sustancialmente menos que otras veces, con un recorrido más corto y con un peregrinaje de comarcas sustancialmente menor que en años anteriores.

En conclusión, ayer el independentismo más dividido que nunca celebró su Diada que fue apropiada por la Asamblea Nacional que exige un cambio de rumbo. Los partidos en general no eran bien recibidos. En el ambiente, la amenaza de la ANC de presentar listas en las próximas autonómicas –quien sabe si en municipales– al margen de las organizaciones independentistas y la mosca detrás de la oreja por si Laura Borràs se sube a este carro porque su partido la apoya sin excesivo ardor guerrero en su pelea por la presidencia del Parlament tras su caso de presunta corrupción por dividir contratos y así evitarse el concurso.

Aragonés marcó su perfil lanzando un claro mensaje: «Cataluña volverá a votar». Ni cómo ni cuándo. Sin detalles, pero afianzando su independentismo. Mal vamos si un partido como ERC que apuesta por el diálogo tiene que repetir constantemente que sigue siendo independentista. Un mal presagio para la salud del movimiento que se desgaja. El secesionismo está herido, pero no muerto. Cierto que la manifestación no se pareció a las del momento álgido del 15, 16 y 17, pero en Madrid –Sánchez. y sobre todo Feijóo– se equivocarían si pensaran que la falta de asistencia al aquelarre del 11-S implica que los independentistas han desaparecido. Están ahí, no se han ido, pero o están cabreados porque se sienten engañados o no se sintieron señalados para acudir a la manifestación de la ANC que representa sólo a una parte del movimiento. Están divididos pero siguen siendo muchos.

Junts es el partido que se ha sentido más a gusto. El menos abroncado. Y el más presente por la ausencia de ERC y la CUP. Han repetido su mantra. Seguir el legado del referéndum del 1-O y exigir a Aragonés que dé un giro de timón, rechace la Mesa de Diálogo y rompa amarras con el PSOE. No les convence que Aragonés haga un nuevo planteamiento en 2024, a un nuevo Gobierno, sea del PSOE o sea del PP. El presidente catalán prefiere esperar. No quiere negociar nada que se parezca a un referéndum con Sánchez so pena que no siga en Moncloa. Ahora sólo toca ir consolidando la autonomía en la Mesa de Diálogo. Lo que le afean sus opositores. Si Aragonés no cede e hinca la rodilla, Junts amenaza con romper el Gobierno. A día de hoy si no lo hacen harán el ridículo y serán poco creíbles. De momento, Aragonés hace caso omiso y no olvidándose de los mensajes dirigidos al independentismo, tocó de pies en el suelo y habló de prioridades y de crisis económica…. y de la fortaleza de su Govern para hacer frente a esta crisis. Todo un mensaje a navegantes. No piensa mover pieza dejando la ruptura del Govern en el tejado de Junts.

Hay que levantar el foco para analizar la situación. La tensión entre el independentismo crece porque apenas quedan 250 días para las municipales. Todos marcan su posición y sus movimientos tendrán repercusión directa en estos comicios dónde la clave es batir a un PSC que en boca de Salvador Illa contestó a Aragonés: «En Cataluña se vota cada cuatro años», o menos a tenor de lo sucedido desde 2010. El independentismo está roto, entre sus filas la pugna por el liderazgo aumenta. La Diada de ayer con manifestación incluida es un ejemplo. ERC está dispuesta a pelearlo todo para mantener la presidencia de la Generalitat y no renunciar a ampliar la base para un nuevo pulso con el Estado. Junts, por su parte, todavía no ha digerido perderla lo que la lleva a la radicalización y a bordear posiciones antisistema. La Diada ha confirmado esta brecha, esta ruptura. Los movimientos que hagan serán claves para ver su futuro y para ver, también, cual es su posición frente a los constitucionalistas. El PSC está sólido y el PP recuperará terreno por la disolución de facto de Ciudadanos y aspira arrinconar a Vox.