España

Era el hombre blandengue

Pese a los más de mil folios de la sentencia de los ERE, ya preparan la alfombra de terciopelo para que Griñán se salve porque «no se llevó un duro» y no se merece entrar en el talego. La izquierda romanticona, que orbita sobre el PSOE, habla del indulto como de una necesidad, como de un acto de Justicia, olvidando la sustancia del texto y destacando la venerable figura de un expresidente que vivía en Babia sin saber lo malos que eran sus subordinados. Si sólo fuera eso, que toda la culpa la tienen los de la Consejería de Empleo, este calvario vergonzante hubiera quedado en una golfería, como tratan de hacernos creer desde que saltó la libre, pero además de los casi 700 millones de euros malversados, se truncó, lo que es peor, para siempre, la confianza de los andaluces en sus gobernantes.

Envueltos en una red de la que unos tuvieron rédito monetario y otros político, la gente dejó de creer en ellos. Habrá quien encuentre las siete diferencias entre una cosa y la otra, pero en muchas ocasiones no es que vayan de la mano, es que directamente significan lo mismo: robar y mandar. Quien siga empeñado en negar la evidencia sólo podrá caer o en la necedad o en la maldad, porque ya no hay duda de cómo trincaron, repartieron y gastaron la pasta impunemente. El proceso toca a su fin para los curritos, para los de clase turista, porque los que viajan en primera saben que cuentan con el apoyo de Pedro Sánchez, que ya tiene el fuego encendido para cocinar un indulto gracias a los dos votos particulares que ponen en duda que hubo malversación. Ya todo es posible en un Gobierno con la oposición dentro, al que apoya Bildu y que ya sacó de la cárcel a los políticos catalanes condenados por promover la independencia de Cataluña.

¿Qué cabe esperar? La sentencia del Supremo no se lo pone fácil, pero Sánchez siempre puede decir que Griñán no sabía nada, que pasaba por allí, que fueron los otros, que era el hombre blandengue de los ERE...