Rebeca Argudo

Bajar impuestos, según quién

El presidente de la Generalitat valenciana, Ximo Puig, durante el debate de política general, en las Cortes Valencianas
El presidente de la Generalitat valenciana, Ximo Puig, durante el debate de política general, en las Cortes ValencianasRober SolsonaEuropa Press

Apenas cuatro días separan al Ximo Puig que pedía sanciones en el sistema de financiación para las comunidades autónomas que osaran bajar impuestos, achacándoles deslealtad federal con el mismo ánimo acusador con que un dulcinista les gritaría penitenziagite, del Ximo Puig que anunciaba su propio paquete de reformas fiscales, con rebajas para las rentas menores de 60.000 euros y deducciones por hipotecas. El Ximo Puig de hace cuatro días habría señalado la entrepierna del Ximo Puig de hoy con una vara afirmando que por ahí se ha colado el diablo. Yo, en este momento, pagaría por dos cositas:

Por un lado, por ver la cara que se le debe haber quedado a Pedro Sánchez, que ya no sabe por dónde le vienen dadas. Antes al menos podía intuir, justo en el instante previo de recibirlo, que el zarpazo llegaría con denominación de origen podemita. Y es que sus socios de gobierno han hecho del enfrentamiento constante y la deslealtad marca de la casa y de la legislatura. Pero ahora mismo son las propias filas del PSOE las que empiezan a desmarcarse. Primero Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha, que preveía abiertamente un castigo al PSOE si no prescindía de las «malas compañías». Y ahora es el presidente de la Comunidad Valenciana, uniéndose a las iniciativas de algunas comunidades presididas por el PP que anunciaban rebajas fiscales. Sánchez monta un circo y le crecen los enanos.

Por otro lado, me encantaría ver las encuestas que maneja Puig de cara a la próxima cita electoral. Cómo serán los datos para que haya pasado, sin solución de continuidad, de exigir severidad para con los desleales fiscales a engrosar las filas del «populismo fiscal», que es como el Ejecutivo califica a esas bajadas de impuestos. Al menos, a aquellas que abandera el PP. Veremos ahora, que la Comunidad Valenciana se apunta y que Extremadura y Aragón no lo descartan, qué eufemismo se sacan de la manga para denominar a algo que, si lo hacen los demás, está muy mal pero, si lo hacen ellos, no es lo mismo.

De momento, desde Moncloa insisten en mantener posiciones y apelan a la responsabilidad, que es la forma fina de llamar al orden a Puig sin dar su nombre y evitando que se les hinche la vena del cuello en público. Pero lo cierto es que este «pequeño imprevisto» con reminiscencias moradas les fastidia el discurso con el que cercar a las comunidades del PP y acusarle de insolidario, frente a un gobierno del pueblo que insiste, le pese a quien le pese, en que pague más quien más tiene. Aunque sabemos que Sánchez de vergüenza torera anda escaso y que es capaz de afirmar algo y lo contrario (como Ximo Puig en este caso), se antoja difícil que pueda tener el cuajo de acusar a las comunidades en manos del PP de irresponsables si algunas de las suyas están actuando de igual modo. No seré yo, eso sí, quien ponga la mano en el fuego por él, por su honestidad o su coherencia. Así que no descarto ningún escenario, oigan.

Lo único cierto es que, con la cesta de la compra descontrolada, la crisis energética agravada y la inflación disparada, en esto de los impuestos teníamos hasta ahora dos bandos: PP a favor de bajarlos y tratar de aliviar a los ciudadanos y PSOE a favor de subirlos, con la apostilla de que pagarán más los que más tienen (qué buenos son los padres salesianos, qué buenos son que nos llevan de excursión). Pero ahora ya no. Y a ver cómo nos venden que en unos casos está bien hecho y en otros no, porque lo dicen ellos, sin que se les vea el plumero.