Opinión

Feijóo esquivó la trampa de Sánchez

La orden que sale de la sala de máquinas socialista es tajante: ir a un choque frontal contra los genoveses

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, en Lugo el pasado sábado.
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, en Lugo el pasado sábado.Eliseo TrigoAgencia EFE

Lo único que preocupa a La Moncloa en este momento es extender la idea de que Isabel Díaz Ayuso tiene tan condicionado al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo que le ha obligado a levantarse de la mesa negociadora del CGPJ. «¿Qué pasaría si Feijóo llegase a ser presidente? ¿Redactaría Ayuso sus planes desde la Puerta del Sol?», preguntaba ayer un fontanero sanchista.

El plante del líder popular ha pillado a contrapié a Pedro Sánchez. La orden que sale de la sala de máquinas socialista es tajante: ir a un choque frontal contra los genoveses. El guion pasa por insistir en que el gallego carece de autonomía y negarle toda credibilidad como interlocutor. Desde ahora, para la izquierda, Núñez Feijóo es una marioneta de Díaz Ayuso. Una dudosa estrategia de quien busca endosar al rival político la responsabilidad de su propio «gatillazo».

En fin, el PSOE sigue a lo suyo: nada de autocrítica. Al parecer, la trampa para elefantes en la que querían meter al presidente del Partido Popular, renovando la cúpula judicial y el Tribunal Constitucional con una mano mientras con la otra acordaban con Esquerra rebajar el delito de sedición, es algo sin trascendencia. ¿Cómo pudo pensar el socialismo patrio que Feijóo tragaría con la cuadratura del círculo? Sin embargo, el presidente, tan pagado de sí mismo, llegó a considerar «imposible» que descarrilase el acuerdo. Creyó tener cautivo al principal partido de la oposición.

Sinceramente, creo que esta vez Génova ha jugado bien sus bazas. Esteban González Pons se olió la tostada hace semanas. De ahí que alargase los tiempos cada vez que se ponía sobre la mesa la rúbrica de la entente. Feijóo tenía claro a qué rincón querían llevarle para golpearle en el mentón. Y aguantó el tipo hasta que independentistas y socialistas, ansiosos porque la negociación de los Presupuestos avanzaba sin que se certificase la reforma del Código Penal, rompieron el velo de silencio. María Jesús Montero lo desveló en el Congreso. Le perdió su locuacidad. Hasta Gabriel Rufián aconsejó a la ministra de Hacienda «hablar menos» sobre el delito de sedición. Pero la vajilla ya estaba hecha añicos.

«Alberto sabe bien cómo se las gasta Sánchez», comentan estos días en el PP, donde la unidad es plena desde que el pasado jueves saltasen por los aires las conversaciones con el Gobierno. Todos eran conscientes de que el pacto era otra de las estrategias habituales de Sánchez: aparentar la mano tendida para, luego, en un ejercicio de prestidigitación partidista, sacar ventajas para él mismo. Si, horas después de firmado el compromiso, se hubiera revelado que fugados como Carles Puigdemont o Marta Rovira podrían regresar prácticamente sin consecuencias judiciales por los delitos cometidos, el roto en la dirección de Feijóo sería complicado coserlo.

Hace bien el mandatario popular en negarse a seguir el juego a Sánchez. Ya es hora de que el presidente del Gobierno sepa que en ningún caso debe esperar que la alternativa política le ayude con adhesiones incondicionales a cumplir esa misma Constitución que sus compañeros de viaje aspiran a desmantelar rompiendo la unidad de España. Si lograse una nueva victoria electoral, la mayoría Frankenstein pondría en marcha difuminando la ley un proceso constituyente para crear una España plurinacional. Por eso el sanchismo está achicando el Estado desde dentro.

Feijóo no puede ser cómplice, por mucho que le critiquen e incluso acusen de obstruir la Carta Magna, de poner una alfombra a los cambalaches entre Sánchez y el separatismo dirigido a la convocatoria de un referéndum, con apariencia de legalidad, sobre la independencia de Cataluña solamente entre catalanes. Algo que trocearía para siempre la soberanía de todos los españoles. El secretario general socialista sabe bien que para llegar a ese punto necesita un TC «dócil», seguramente presidido por Cándido Conde-Pumpido, a quien ya se sabe que le importa poco «mancharse la toga con el polvo del camino».