Toni Bolaño

Barcelona: objeto de deseo

Madrid, Valencia y Bilbao son inalcanzables para los socialistas

En la calle Ferraz nadie suelta prenda y menos que nadie Santos Cerdán, el secretario de organización del PSOE, que no da puntada sin hilo y mantiene la discreción. Mientras, en los mentideros madrileños las apuestas sobre quién será el candidato socialista en Madrid no dan abasto. Habla todo el mundo. Los que dicen que saben, los que no saben pero dicen para darse una pátina de estar al cabo de la calle y los que pasan el muerto al de al lado. Todo indica que la próxima semana tendremos fumata blanca y candidato o candidata. Y no se engañen, en Madrid hay partido. El PP está pendiente de Villacís, que no dice esta boca es mía sobre sus intenciones. Si se presentará en solitario o se unirá, vencida y desarmada, al PP. Quizás el próximo día 16 nos apoArte luz a la incógnita. La líder de Ciudadanos en la capital presenta nada más y nada menos que a Albert Rivera en el Club Siglo XXI. Seguramente al entorno del alcalde Almeida no le hace gracia.

Más Madrid está intentando aunar una candidatura que todavía tiene jirones. Por un lado, los díscolos que abandonaron la formación. Del otro, la muchachada de Podemos esperando las indicaciones del líder. Pablo Iglesias está ahí esperando volver y para volver necesita que la izquierda sufra un revolcón para volver a erigirse en la alternativa. Al menos, eso piensa el alma máter, que lo sigue siendo, de Podemos. Vox sigue ahí con un candidato que ha sido recién esterilizado en la dirección. No es una buena carta de presentación para Javier Ortega que, por cierto, no despega. El PSOE sabe que no va a ganar, pero se apresta a jugar un partido que tiene resultado incierto. La izquierda lo tiene todo en contra, al menos sobre el papel, pero las variables pendientes abren oportunidades para unos, y problemas para otros. Un ejemplo a tener en cuenta: Almeida no es Ayuso.

Sin embargo, un somero repaso al mapa municipal en el conjunto de España deja al PSOE con un sombrío panorama. Madrid, Valencia y Bilbao son plazas inalcanzables para los socialistas. Sevilla va a ser de infarto, porque mantenerla se antoja complicado. Solo hay luz al final del túnel en Barcelona. Mañana, Jaume Collboni, el candidato socialista, oficializa su candidatura y el PSC tiene muchas posibilidades de hacerse con la capital catalana. Ganar Barcelona será un bálsamo para el conjunto del PSOE, que mantendrá un sólido poder municipal pero que para ganar, ganar, debe ganar Barcelona.

Collboni lleva meses haciendo una campaña silenciosa. Ha sido cuestionado por propios y extraños, pero se ha mantenido firme. La sociedad civil barcelonesa lo ha identificado como la única opción real y ha dejado de jugar al alquimismo. El tortazo de Manuel Valls todavía se recuerda. Collboni lo ha aguantado todo y ha ido a la suya. Cada semana se reúne con sectores y vecinos –alrededor de cien personas en cada convocatoria– sin cámaras ni taquígrafos. Le acompaña su núcleo duro. Todos con libreta y bolígrafo anotando cosas porque las reuniones sirven básicamente para escuchar inquietudes, reivindicaciones y cabreos. Es el boca oreja, la campaña más efectiva. El socialista ha sido leal con su pacto con Colau pero lleva tiempo marcando distancias. Se reivindica como líder de la Barcelona del «Sí» frente a la triste, aburrida y antipática Barcelona del «No» de los Comunes. Los de Colau no son lo que eran. Que el 70% de los barceloneses quiera cambiar de alcalde es una losa para la líder morada, que ahora vuelve a hacerse arrumacos con los independentistas.

Collboni quiere abrir una nueva etapa, cosa que no puede hacer un Maragall, ahora indepe en efecto menguante, ni un Trías, que se presenta para salvar los muebles a su partido y reivindicar su figura tras las falsas acusaciones de la «Operación Cataluña». Tiene los mimbres para ganar, con una marca, el PSC; con fuerza y un líder, Salvador Illa, en ascenso demoscópico constante, que puede dar al PSOE la mayor alegría en unas municipales que se plantean arduas y complejas. Barcelona es el oscuro objeto de deseo socialista.