La crónica
Sánchez sacrificará a Griñán: «El presidente no llora amigos»
El presidente del Gobierno intentará proteger sus expectativas electorales y evitar el desgaste de conceder una medida de gracia al ex presidente andaluz. «El indulto no es nada fácil», asegura su entorno
Hay una reflexión, hecha en estos días por un socio del Gobierno, que sintetiza perfectamente de qué manera ha calibrado el jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, la decisión que tiene que adoptar sobre el expresidente andaluz José Antonio Griñán en lo que afecta a su indulto. «El presidente no llora amigos». En general ya suele ser así, pero cuando se cruzan las elecciones de por medio no hay excepción a esta regla, esté quien esté en Moncloa.
La Fiscalía Anticorrupción acaba de solicitar el ingreso inmediato en prisión de Griñán y del resto de los condenados en el «caso ERE» debido a la gravedad de los delitos de corrupción política y a que las penas son elevadas. Y esto hace que el indulto al socialista Griñán vuelva al centro del debate político para distraer las energías de Moncloa de la estructura en la que han enfocado su estrategia para frenar el trasvase de voto al Partido Popular y remontar en las encuestas. Han sido muchas las voces socialistas, sobre todo del PSOE de «pata negra», que han reclamado la medida de gracia para el expresidente andaluz, y Moncloa ha dado respuestas ambiguas para esconder la realidad de lo que se piensa en el círculo de confianza del presidente. «El indulto no es nada fácil». Las razones son dos: el precedente de que indultes a alguien de tu partido y la naturaleza del delito. Si José Antonio Griñán es, en estos momentos, un perjuicio electoral, Pedro Sánchez lo sacrificará, y el expresidente andaluz sí es un problema electoral porque Moncloa atiende a los estudios que le dicen que la mayoría de los ciudadanos están en contra de favorecer a un político condenado.
El líder socialista tiene su propia agenda, que, en este caso, coincide con lo que le viene bien a sus candidatos a las elecciones autonómicas y municipales de mayo. Así que, aunque duela dentro del Partido Socialista, el indulto a los líderes del «procés», con Oriol Junqueras a la cabeza, sí se ejecutó porque en los cálculos de Moncloa entró la variable de la estabilidad en Madrid y las expectativas electorales del PSC. Mientras que el indulto a Griñán no mueve un solo voto, si acaso en contra, y a partir de ahí utilizarán todos los eufemismos que necesiten cada vez que se les pregunte por el tema. Pero, si se hace caso a los que están cerca del presidente, la solución para el político andaluz no vendrá por ese camino.
Para el PSOE regional este tema es «fuego», y el último barómetro del CIS andaluz no dejó margen para la duda: el 71 por ciento de los andaluces se declaró en contra de que el Gobierno conceda esa medida de gracia para un delito que vinculan con la corrupción, aunque el discurso oficial socialista no se canse de repetir que el ex presidente no robó para su bolsillo particular.
Pedro Sánchez ha construido un PSOE vertical, donde el mando nacional tiene hoy más poder que nunca sobre las federaciones, vaciadas de alter egos que puedan discutir las decisiones del presidente del Gobierno.
De hecho, si Sánchez no pudiera gobernar tras las próximas elecciones, es difícil que alguien le discutiera la decisión de quedarse como secretario general del partido si ésta fuera su opción. En la organización observan al presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, pero el socialista manchego tiene que superar primero la prueba de las elecciones autonómicas de mayo, donde necesita mayoría absoluta para no perder el gobierno, y luego está por ver la fuerza del ejército que se le uniría para luchar contra el «sanchismo».
En la actual batalla por ganar el relato, el presidente del Gobierno sacrificará a Griñán y a todos los «peones» que puedan convertirse en un obstáculo para sus objetivos hasta las generales.
Moncloa cree que ha acertado de lleno en ese marco de arriba y abajo, frente a izquierda y derecha, porque les da «mucho más espacio» en un momento en el que «no es tiempo en política para el discurso de lo correcto». «Sólo hay que ver a los socialdemócratas daneses, enviando refugiados a Ruanda o quitando visados a sirios», comentan fuentes próximas al líder de los socialistas.
Sánchez no controla las principales variables de las que depende su futuro en los próximos meses: la recesión en Alemania, la crisis energética y la evolución del invierno en la guerra de Ucrania. Pero en Moncloa se sienten protegidos con el escudo del empleo y de los fondos europeos, pese a que éstos no funcionen tan diligentemente como deberían.
Ahora bien, entre Gobierno y el Partido Popular hay una coincidencia importante que se ha apreciado a lo largo de estas últimas semanas: la incertidumbre sobre el futuro de sus aliados naturales, Podemos y Vox.
La vicepresidenta Yolanda Díaz ya ha dicho que se resguarda en los cuarteles de invierno ante las elecciones de mayo para ver qué pasa, y cuánto de trasquilada sale la izquierda de los comicios autonómicos y municipales, y en Vox no quitan el ojo de Macarena Olona. Con partido nuevo o sin partido, Olona es hoy el peor enemigo de Santiago Abascal.
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