José María Marco

El centroizquierda imposible

El final de Ciudadanos viene acompañado, como suele ocurrir en política, por pendencias despiadadas para intentar acaparar un poder que está en trance de desvanecerse. No es cuestión de hacer ahora una recopilación de los errores cometidos, pero de aquel proyecto de crear un partido de centro izquierda, socialdemócrata a la europea y sobre todo nacional, no queda hoy nada, como no sea los enfrentamientos entre dirigentes. En el PSOE, por su parte, ha ocurrido algo interesante. En vista de la deriva anticonstitucional y antinacional de la dirigencia sanchista, un líder regional se ha atrevido a echar de menos, en voz alta, una política distinta, más centrada y española. El dirigente regional ha llegado incluso a evocar el desengaño de Azaña con sus socios nacionalistas. No vamos a entrar a discutir si de verdad alguna vez el Partido Socialista respondió a ese talante moderado y europeo. (Quien firma esto piensa que no.) Ahora bien, lo que ha quedado claro, con la palinodia entonada por ese mismo dirigente unas cuantas horas después de sus declaraciones, es que el PSOE actual no ve necesario recuperar nada parecido a la centralidad.

Queda constatada, por tanto, la imposibilidad de que en la España del siglo XXI surja un partido de izquierdas que piense en términos nacionales y socialdemócratas. A la hora de explicar esta realidad, habrá quien ponga el acento en la crisis terminal de la socialdemocracia en numerosas democracias occidentales. El caso español sería un ejemplo más de esta tendencia, con la particularidad de que aquí, o bien por la dinámica propia del PSOE, o bien por el conservadurismo básico de un electorado en la inopia, se mantienen las siglas, la estructura y el respaldo del partido. También se puede pensar en una crisis propiamente española, muy compleja, que hace imposible la consolidación de una propuesta de este tipo. La izquierda española parece presentar características morales y psicológicas propias que, por otro lado, quizás respondan a constantes profundas de la sociedad española, como si la izquierda, en nuestro país, no pudiera dejar de situarse en una tesitura de ruptura y de confrontación, y nunca en otra de continuidad o de diálogo.