Historia
Lo que pensaba Napoleón de España antes de su invasión
El general corso entró en nuestro país en su intento por conquistar Portugal para bloquear sus vías comerciales con Inglaterra
Napoleón Bonaparte ha dejado admiradores y detractores en toda Europa y, también, en España. El general y emperador corso generaba una buena percepción entre los españoles antes de mayo de 1808 (tal y como recogían los medios de comunicación de la época, que ensalzaban su figura), algo que cambió diametralmente con la invasión de nuestro país: pasó de ser ensalzado a ser demonizado.
Con el paso de las décadas, poco a poco, su imagen fue restaurándose entre los españoles: se fue dejando de lado sus guerras y el daño causado a España y se fue apreciando su extraordinaria figura y su voluntad transformadora y modernizadora. Actualmente, existe una asociación en España (Asociación Napoleónica Española) que se dedica a divulgar todo su periodo histórico. También el propio Napoleón, ya retirado en Santa Elena, expresó su lamento por su intento frustrado de apoderarse de España: “Esta maldita Guerra de España fue la causa primera de todas las desgracias de Francia. Todas las circunstancias de mis desastres se relacionan con este nudo fatal. Destruyó mi autoridad moral en Europa, complicó mis dificultades”.
En cualquier caso, además de lo que opinan los españoles sobre Napoleón, también pueden tomarse las memorias del emperador para conocer de primera mano qué opinión tenía él mismo del pueblo español antes de su invasión. Y, en este sentido, en un principio, parecía mostrar desinterés por España hasta su entrada en el país y reconocía que Francia estaba en “paz”, aunque las circunstancias geopolíticas cambiaron el curso de las cosas. Napoleón se decidió a entrar en España con destino a Portugal (socio de los ingleses) porque quería “completar” el Bloqueo Continental al que buscaba someter a su principal rival, Inglaterra, cortándole todas las vías comerciales. “Se le había entregado Portugal, y yo sabía que España favorecía su comercio, a la sombra de su neutralidad”, señaló en sus escritos.
“Pedí a España el paso para un cuerpo de ejército que quería enviar a Portugal, y me lo concedió. Al aproximarse mis tropas la corte de Lisboa se marchó para Brasil y me dejó su reino, haciéndose desde entonces preciso, establecer una ruta militar por medio de España para comunicar con Portugal, y este paso nos puso en relaciones con España: en cuyo país jamás había pensado a causa de su nulidad”, dejó escrito el emperador, explicando de esta manera cómo se fraguó su invasión de España, país con el que había mantenido una estrecha alianza hasta entonces, con quien compartía a Inglaterra como enemigo común.
¿Qué percepción tenía en ese momento de España? En varios fragmentos, lo expresa, aunque ninguna frase como la siguiente ha reflejado con tanta claridad el sentimiento de superioridad que tenía: “Si España me costara 80.000 hombres, no la ocuparía, pero no me harán falta más de 12.000″. “El pueblo que en todas partes se halla colocado en lo más elevado de la revolución, en aquel país permanecía muy por bajo de ella, porque las luces no se habían difundido por la segunda capa de la nación, deteniéndose en la superficie, esto es, en las altas clases, a cuyos individuos llamaban liberales”, señaló, analizando de esta manera la revolución liberal que tuvo lugar entre 1808 y 1814, durante los años de la Guerra de Independencia, en la que considera que las clases populares apenas tuvieron protagonismo en detrimento de las clases altas.
“Estos sentían el abatimiento de su patria y se avergonzaban de obedecer un gobierno que arruinaba su país; de forma que los revolucionarios en España eran aquellos que tenían que perder en la revolución, y los que debían ganar, ni siquiera querían oír hablar de ella”, añadió. Si bien, a posteriori sí reconoce que la presencia de sus tropas y su intento de invasión desató una “fermentación popular”, con el Dos de Mayo como episodio más icónico de ese levantamiento popular.
Napoleón, que buscó asentarse y apoderarse de nuestro país, trató de colocar a su hermano como Jefe de Estado y dar impulso a una nueva dinastía “ilustrada” después de haberse desembarazado de los Borbones: “Lo más difícil estaba hecho, que era desembarazarse de la antigua dinastía, pues los españoles habían dejado abdicar la corona al antiguo rey, y no querían reconocer al nuevo. Todo parecía presagiar que España, para evitar la anarquía, aceptaría sin violencia un soberano”.
Sin embargo, aquí es donde admite sus errores, su falta de “paciencia” al no hacer el cambio de dinastía de forma gradual: “Cometí una torpeza porque no lo ejecuté por grados; acababa de despojar a la antigua dinastía de un modo ofensivo para los españoles, quienes heridos en su orgullo, no quisieron reconocer la que puse en su lugar, resultando que dejó de existir autoridad en parte alguna, o lo que es lo mismo que existiera en todas partes. La Nación en masa se encargó de la defensa del Estado, pues no había ejército ni autoridad”, resume.
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