Opinión

Que te vote Putin

La respuesta de Sánchez a todo esto es no tener postura. Escucha, deja que otros tomen la iniciativa, calcula costes y beneficios, y solo entonces decide.

Sánchez es un táctico. No tiene opinión. Cambia cuando es aconsejable para sus intereses. Solo quiere resultados que le permitan afianzarse en el poder. De ahí las contradicciones y el uso descarado de la mentira. Es un político líquido. Usa la estrategia del superviviente. Su único dogma es su persona. Este es el paradigma que explica sus decisiones en la cuestión de Ucrania. El presidente tiene dos condicionantes en el tema de lo que llama «la guerra de Putin». Por un lado está la grave división que existe en Occidente. Estados Unidos, Reino Unido y Polonia, entre otros, quieren la derrota de Rusia y usar la guerra para que dicho país deje de ser una potencia aterradora. En España desconocemos la tensión política y social que viven naciones continuamente amenazadas por el imperialismo ruso, como Suecia, Finlandia, Noruega, Polonia y los países bálticos. Frente a estas se encuentran las potencias europeas que quieren terminar la guerra con una cesión de territorio ucraniano a Rusia. Estamos hablando del Donbás y la península de Crimea. En esta situación están Alemania y Francia. La guerra les molesta porque altera la economía europea, empobrece a todos, y supone un riesgo de escalada bélica. Son los Chamberlain del siglo XXI.

La solución intermedia ante una discrepancia tan grande es la entrega de armamento al ejército ucraniano. Esto prolonga la guerra y coloca al Gobierno de Zelensky y a Occidente en mejor posición para negociar con Rusia. Lo malo es que como a los países occidentales les importa más la unidad entre ellos que la coherencia envían tarde y mal los carros de combate mientras compran gas a Rusia. Ante este lío, Sánchez, decidido a que España sea un actor secundario, sigue esta tónica errática. A esto se suma otro problema para Pedro Sánchez, que resulta de la oposición de sus socios de coalición al envío de armas. A los podemitas y a los independentistas les gusta más Putin que cualquier democracia no solo por el nacionalbolchevismo ruso, ese colectivismo guiado por un Estado autoritario, sino por la matraca antifascista. Recordemos que la excusa de Putin al comienzo de la guerra fue que su intención era acabar con los nazis ucranianos, como Stalin había hecho durante la Segunda Guerra Mundial. La invasión, por tanto, quería defender a la comunidad rusófona de la opresión fascista ucraniana.

Este relato épico y falso de Putin tenía el objetivo de conectar con la izquierda antifascista occidental, que aquí, en España, está representada por Podemos, ERC y Bildu, justo los socios de Sánchez. Ione Belarra, por tanto, hace el discurso más útil para las aspiraciones de Putin, que es la paz inmediata con el reconocimiento de soberanía rusa del territorio invadido. Esta postura, que rompe el acuerdo occidental, animará a Putin a invadir más territorios que vea en peligro de «fascistización».

Y como fascista es todo lo que no sea de izquierdas, dicha posición abre el abanico de posibilidades de Putin. La respuesta de Sánchez a todo esto es no tener postura. Escucha, deja que otros tomen la iniciativa, calcula costes y beneficios, y solo entonces decide. De ahí el retraso y las reticencias al envío de los Leopard a Ucrania. Lo ha hecho tras el anuncio alemán, cuyo gobierno envía los carros de combate con el objetivo de mantener la unidad occidental. La posición táctica de Sánchez, no obstante, pone en riesgo al Ejecutivo. Por eso no quiere pasar la cuestión por el Congreso de los Diputados, donde solo tendría el apoyo del PP y Vox, lo que dinamitaría su estrategia de trincheras. Otegi ya ha dicho que Bildu no quiere armas contra Putin. ERC y Podemos tampoco.

Ahora bien, Yolanda Díaz ya ha dicho que apoya a Sánchez. Esto permite derivar el conflicto a una guerra interna entre podemitas. Otro balón de oxígeno para el táctico de Moncloa, que pensará que a este paso solo Putin votará a Podemos.