Elecciones catalanas
22-D: El PP, bajo el síndrome de Ciudadanos
Génova teme que los resultados en Cataluña consoliden a Rivera como una alternativa a nivel nacional y asumen que un descalabro afectaría a las alianzas en Madrid y podría cambiar la percepción sobre el peso real de Cs
Génova teme que los resultados en Cataluña consoliden a Rivera como una alternativa a nivel nacional y asumen que un descalabro afectaría a las alianzas en Madrid y podría cambiar la percepción sobre el peso real de Cs.
Cataluña es una partida a nivel nacional en la que los principales partidos se juegan mucho más que los escaños que ocuparán en el nuevo Parlamento autonómico. Para el partido de Mariano Rajoy, el salto entre salvar los muebles o caer en barrena, como pronostican algunos sondeos, puede ser determinante para lo que ocurra en los próximos meses a nivel nacional. La dirección popular no deja transparentar oficialmente que esté preocupada ni por los malos resultados que les han anticipado algunos sondeos ni tampoco por la subida espectacular que esas mismas encuestas conceden al partido de Albert Rivera. La justificación que dan es que Cataluña no tiene, según ellos, extrapolación a nivel nacional en lo que afecta a la competencia que mantienen con Ciudadanos (Cs), que ahí «manda otra dinámica», pero que fuera de esa comunidad autónoma sus siglas siendo las que aglutinan el voto útil frente a la izquierda.
La clave es el voto oculto
Pero dentro del partido no son tan optimistas. Hay miedo a que un resultado muy descompensado a favor de Cs provoque en la derecha un cambio de percepción sobre el peso del PP y de la formación naranja. O dicho de otra manera, que penalice a las siglas del PP a nivel nacional. Esto no tiene que tener consecuencias concretas de inmediato, pero sí puede alterar algunas dinámicas parlamentarias todavía más en contra del PP. «En la medida en que el resultado de Cataluña pueda ser percibido como el fin del PP escasearán aún más los colaboradores. Puede ser la soledad absoluta», sentencian.
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, acaba de insistir públicamente en que su intención es agotar la Legislatura y que las elecciones generales se celebren en junio de 2020. Mucho tiempo en un escenario en el que en las filas populares dan por hecho que poco más les queda por hacer que aprobar los Presupuestos de 2018 y aguantar con ese impulso para afrontar las elecciones autonómicas y municipales de 2019. Las conversaciones con el PNV no se han interrumpido, aunque la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña haya llevado al PNV a sobreactuar a la hora de marcar distancias con el PP. Pero si el PP se hundiera en Cataluña, en el partido dan por hecho que les va a costar aún más pactar nada.
En ningún caso se plantean que las dificultades añadidas que puede traer el resultado de las elecciones catalanas se traduzcan en una moción de censura. Lo previsible es que Rajoy aguante hasta las autonómicas y municipales, pero no es fácil, asumen en Génova, que se pueda recuperar mucho terreno. Su baza es la evolución económica, pero entrando ya en un terreno de absoluta competencia electoral con la oposición, y, especialmente, con los de Rivera.
A nivel nacional han guardado más las formas, como socios teóricos de investidura, si bien en el ámbito autonómico y municipal no ha habido tregua. La relación entre los dos partidos no ha dejado de ser muy tensa durante toda esta Legislatura, mucho peor, según cuentan, que la que tienen con el PSOE. Es una pelea a cara de perro por el mismo votante, y dirigentes autonómicos y alcaldes no dejan de cargar contra Cs por su deslealtad y oportunismo. No son más amables las referencias hacia el PP que se hacen desde el lado del partido de Rivera.
Rajoy, no obstante, confía en poder decir que ha aguantado los ocho años. Su gestión interna ha consolidado, además, dentro de su partido la teoría de que volverá a ser el candidato, una posibilidad que él también alimenta en público. Es verdad que su manera de ejercer el liderazgo dentro del partido ha laminado la posibilidad de que crezca un «delfín» a su sombra. Y quienes se postulan o a quienes se mira están en una guerra que facilita la continuidad de Rajoy, si él así lo quiere cuando llegue el momento, por miedo a la división interna. Los nombres que manejan en el PP son los que suenan en las quinielas públicas: el de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría; el de la ministra y secretaria general, María Dolores de Cospedal; el del presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo; o incluso el de la presidenta del Congreso, Ana Pastor. Todo son especulaciones porque Rajoy no ha hecho ni ha dicho nada que lleve a pensar que piensa en alguno de ellos como su sucesor.
Objetivos: Madrid y Valencia
En cualquier caso, en estos momentos todos los ojos están puestos en la noche del próximo jueves. Hay sondeos que hablan de que pierden entre 3 y 6 diputados de los 11 que consiguieron en los comicios del pasado 27 de septiembre de 2015. Y que se disputan el vagón de cola con la CUP. Si se confirmasen los peores augurios, el PP, partido de gobierno, habría entrado en una profunda crisis en Cataluña, comunidad, junto con Andalucía, decisiva en el reparto de escaños en el conjunto de España. En Génova insisten en que «aguantarán».
Los votantes que se van del PP en Cataluña se marchan mayoritariamente a Cs, según sus propios análisis internos. Ni la reivindicación del 155 ni de Rajoy como salvador frente a la ofensiva independentista habría hecho efectos en contener esa sangría si se cumplen esos pronósticos. En Génova, no obstante, confían en que no sea así porque tienen voto oculto, mientras que los sondeos –dicen– tienden a inflar las expectativas de Cs en Cataluña. Esto se verá el 21-D. Pero su problema en los territorios con partidos nacionalistas viene de atrás. Ya en el País Vasco, en los últimos comicios obtuvieron sólo el 10,6 por ciento del voto popular y son la última fuerza en el Parlamento de Vitoria.
Frente a esta realidad el PP confía en que su firmeza frente al independentismo le sume fuera de Cataluña. Dos de sus objetivos prioritarios pasan por recuperar la mayoría absoluta en Madrid y en Valencia en las próximas autonómicas. También en Castilla y León y en La Rioja, por ejemplo, donde cuenta con el apoyo de Cs. En Génova confían en que el voto que se pueda ir a Cs en estas elecciones catalanas volverá a ellos para otros exámenes electorales porque a nivel nacional «el PP sigue inspirando más confianza como partido de gobierno y como opción sólida para frenar a la izquierda». Las autonómicas y municipales serán la primera oportunidad para confirmar esta confianza de la cúpula popular en sus posibilidades, pero no discuten, no obstante, que Cs es el partido que menos dificultades tendrá para manejar a nivel nacional su resultado en Cataluña.
El PSC está al alza, sin llegar a los niveles de Pasqual Maragall o José Montilla, pero mejora, según los sondeos con respecto a 2015. Ahora bien, las decisiones postelectorales de Miquel Iceta pueden generar problemas a Ferraz a nivel nacional. Ya lo han hecho algunas de sus propuestas para marcar diferencias en el bloque independentista y habrá que ver cómo se tejen las alianzas postelectorales, pero para el PSOE pueden plantear, sin duda, un problema de compresión fuera de Cataluña. Y lo mismo le sucede al partido de Pablo Iglesias. De acuerdo con los sondeos, su apuesta por colocarse en terreno de nadie, jugar con la ambigüedad y dar margen a la idea de que están dando aire al independentismo les está ya penalizando a nivel nacional, pero tampoco parece que le sirva de impulso en Cataluña. Siempre según las encuestas publicadas. Y es que todas estas conjeturas, con las que cruzan análisis en los cuarteles generales de los partidos nacionales, se basan en las previsiones demoscópicas. «Hay que esperar. De momento, lo que nos han dicho los sondeos es que sólo sabemos que no sabemos nada», sentencia un miembro del Gobierno de Rajoy.
✕
Accede a tu cuenta para comentar