Toni Bolaño

Cambio de tercio

Si la izquierda pierde Iglesias no será el líder que resurja de sus cenizas para liderar la calle

 El exfundador de Podemos, Pablo Iglesias
El exfundador de Podemos, Pablo IglesiasKiko HuescaAgencia EFE

Decían muchos articulistas que Alberto Núñez Feijóo había salido indemne de la moción de censura de Vox. La opinión publicada ponía sordina al objetivo del movimiento ultraderechista con su penosa, y chusquera, moción al presidente Sánchez, que no era otro que avisar a Feijóo de que no le basta con ganar las elecciones. Si quiere gobernar debe hacerlo con Vox porque, en caso contrario, gobernará la izquierda. Se elogiaba que el PP hubiera mantenido un perfil bajo y se ponía el acento en el gran acierto de refugiarse en la abstención, como si Vox no existiera y el camino de rosas hasta las generales hiciera caer como fruta madura la llegada a la Moncloa.

Sin embargo, las espinas que se vislumbran en las autonómicas han surgido ya. 24 horas después. Isabel Díaz Ayuso ha decidido romper amarras con Vox porque la ansiada mayoría absoluta no llega. Requiere dar el descabello a una alianza que ha sido sólida durante cuatro años, pero que ahora es lo que le impide coronarse con todos los honores. El PP ganará en Madrid, pero sin Vox el gobierno será débil y no vaya a ser que la izquierda, por los errores en sanidad o la crisis de residencias, conlleven males mayores y sumen más. Se hace imprescindible atacar a la ultraderecha para absorber el mayor porcentaje de votos posible porque un nuevo pacto con Vox puede lastrar la llegada a la Moncloa. Se hacer urgente entrar en el cuerpo a cuerpo con la extrema derecha para evitar la coalición.

En la moción esa fue la conclusión final. En España gobernará una coalición o una coalición. La izquierda lo tiene claro. Por eso, el presidente Sánchez quiso encumbrar a Díaz. En la derecha, de claro nada. Saben que si dependen de Vox están perdidos porque será el «Loctite» que una a lo que llaman el «Gobierno Frankenstein». Saben que con Vox el acercamiento a otras fuerzas conservadoras será un imposible.

El PP se puso de perfil, cierto, pero ese perfil le ha durado 24 horas aunque Núñez Feijóo sigue mudo porque el nerviosismo en Génova es mayor del que dicen reconocer. El martes se hizo el sueco, el miércoles se fue de viaje de placer a Bruselas y el jueves se ha limitado a decir que fue un espectáculo improductivo. Pues para ser improductivo ha tenido un impacto más que directo en Madrid y Ayuso, que es Ayuso y va por libre, lo ha dejado claro. A Vox ni agua y a los viejos socios, Ciudadanos, deseándoles lo peor. Lo ha dejado clarito deseando la imputación de su consejero de Políticas Sociales en el juicio sobre las residencias al que acude como testigo.Quizá la presidenta no recuerde que la máxima responsable de aquel gobierno que suscribió los protocolos vergonzantes estaba presidido por ella. Era su máxima responsable, y era la máxima responsable de la gestión que realizaba su Ejecutivo.

La izquierda no ha ganado todavía nada. Tienen muchos deberes por hacer, sobre todo, Yolanda Díaz por la resistencia de Unidas Podemos que quiere seguir marcando la pauta aunque no son conscientes de que Unidas Podemos fuera de Madrid son una reliquia. Díaz tiene que convencer a Iglesias de que es mejor un acuerdo que sirva para ganar el Gobierno que quedarse en la oposición. En Román Paladino, que si la izquierda pierde Iglesias no será el líder que resurja de sus cenizas para liderar la calle, que segundas partes nunca fueron buenas y que en la oposición hace mucho frío. Cierto que está todo por hacer pero Vox es una parte fundamental de la argamasa que puede hacer posible lo que algunos piensan que es imposible. Y en Génova, y ahora en Sol, lo saben aunque no lo digan, o mejor dicho, lo traten de ocultar. Saben que su coalición con Vox no es deseada pero sí obligada si quieren gobernar y el 28-M habrá ejemplos por doquier. Esa es la mala noticia que obliga al cambio de tercio tras la moción.