Cristina L. Schlichting
Curiosidades de Estrabón: Entrada triunfal en Cataluña
Los sondeos ponen la cosa muy emocionante en Cataluña, por primera vez en muchos años es difícil una mayoría independentista
Con lo difícil que lo tiene el presidente para salir a la calle sin que lo abucheen, ha debido saberle a gloria su paseo por el cinturón rojo de Barcelona. El miércoles lo aclamaron en San Adrián del Besós, que tuvo en las generales un 44 por 100 de voto socialista; después hizo mitin con Salvador Illa, en Sant Boi, y, ayer, en Montmeló. Días de sol y abrazos que le hacen falta, porque da igual por donde pasee, Valencia, Toledo, Sevilla o Madrid, le resulta imposible caminar sin escuchar un «que te vote Txapote». En la Cataluña industrial conservan los socialistas un aire obrero, de chaqueta de pana y puño en alto, alejado de las críticas por la amnistía del golpista o los pactos con Bildu. Allí, ser socialista sigue siendo oponerse a la burguesía de Pedralbes.
Por otro lado, sabe bien encabezar las encuestas y no hay sondeo que regatee el triunfo al PSC, con 40 escaños en un parlamento que tiene la mayoría en 68. Fuera del cinturón obrero, a Salvador Illa se le reprocha que no le haga ascos a gobernar con los independentistas. Los pactos en Madrid no se pueden disimular y, esta semana, el candidato se manifestó dispuesto a gobernar incluso con Junts, definitivamente conservador. Luego salió Puigdemont a hacerle un corte de mangas: «Nosotros no pactaremos con él (…) que explique Illa si va a pactar con Comuns Sumar y Esquerra Republicana para formar un tripartito que ya sabemos cómo acaba». Tras el desplante, Salvador Illa se apresuró a cambiar de rumbo.
Así las cosas entre los dos líderes en cabeza, Esquerra Republicana se perfila como la novia más reclamada. Son los terceros según los sondeos, con alrededor de 28 escaños, y tanto Puigdemont como Illa se pelean por bailar con ella, digan lo que digan a los periódicos. El huido, desde el independentismo; el del PSC, como «gobierno transversal de izquierdas». El destino ha convertido a los aliados de la amnistía en rivales electorales en Cataluña.
Y se parecen, oye. Ambos son sensacionalistas y populistas y los dos explotan a su favor las circunstancias privadas. Si Pedro ha entonado el canto del cisne herido, enamorado de su mujer, Carles se ha presentado siempre como el príncipe desterrado. Recientemente fallecía su madre y, como siguió por videoconferencia el funeral, Xavier Trías usó el tema en el mitin que protagonizaron juntos: «Lo más triste de todo es que nuestro presidente ha despedido a padre y madre sin poder estar, por culpa de la represión».
Los sondeos ponen la cosa muy emocionante en Cataluña. Por primera vez en muchos años es difícil una mayoría independentista (Junts, ERC y CUP tendrían, según el CIS, un máximo de 65 escaños). Así pues, cabe pensar en un acuerdo PSC, ERC (39-40+27-28) eventualmente apoyado en los Comunes (7-8) o un bloqueo que obligase a repetir elecciones. Por detrás, en muy buen puesto esta vez, pero con pocas alianzas posibles, el Partido Popular de Alejandro Fernández, que incorpora los votos del desaparecido Ciudadanos y puede alcanzar 13 ó 14 escaños, frente a los tres que tenía. Vox tiene 10 y tal vez gane uno y el extraño partido Alianza Catalana puede que saque uno o dos. Este último es una mezcla repugnante de xenofobia y nacionalismo, un rango máximo de exclusión, hacia España y hacia los extranjeros, y denota el decaimiento moral de una región entrenada en el egoísmo.
En plena campaña en Cataluña, y aprovechando el 145 aniversario del PSOE, Pedro Sánchez ha publicado una segunda epístola, esta vez dirigida a los socialistas. No dice nada nuevo, así que confieso que me ha dejado perpleja. Como Puigdemont, como Trump, acusa a los jueces y a los medios de arremeter contra la democracia, que es él. Un discurso zafiamente limitado y mentiroso, que supongo repite para que aprendamos de «memorieta».
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