Trabajo
CV «tuneado»: el dopaje de la ignorancia
En España, como en otros países de nuestro entorno, es muy común la manía, funesta, de «inflar» los curriculums
En España, como en otros países de nuestro entorno, es muy común la manía, funesta, de ‘inflar’ los curriculums o, directamente, mentir acerca de una experiencia laboral o unas habilidades que no se poseen.
“Más vale ser vencido diciendo la verdad, que triunfar por la mentira”. En esta frase de Mahatma Gandhi se concentra todo el esperpento que estamos viviendo estos días frente al tsunami de nombres de políticos que han tuneado, falsificado, mentido en resumir sus carreras profesionales y sus estudios.
El escándalo acerca de la supuesta veracidad de un ‘Máster’ de la presidenta madrileña, Cristina Cifuentes y, por extensión, de las falsedades en los currículums de algunos políticos, ha puesto bajo la lupa un viejo asunto que, a quienes llevamos décadas dedicándonos a la selección y contratación de directivos, nos es muy familiar: el de acreditar y documentar supuestas habilidades profesionales y una experiencia que, en muchos casos, no es tal.
A lo largo de mi carrera, siempre que he tenido que referirme a este desagradable asunto, he recurrido a la comparación con el dopaje en el deporte. El mercado laboral -como la alta competición- ya es de por sí lo suficientemente duro y exigente como para que no todos accedan a él en las mismas condiciones y se permitan, simple y llanamente, hacer trampas. Tan despreciable es el deportista que se droga para ganar una carrera como un directivo o político que miente para conseguir un puesto.
En España, como en otros países de nuestro entorno, es muy común la manía, funesta, de ‘inflar’ los curriculums o, directamente, mentir acerca de una experiencia laboral o unas habilidades que no se poseen. Como ‘headhunter’, con más de veinticinco años de experiencia entrevistando, seleccionando y reclutando directivos, he podido comprobar que este vicio no es únicamente propio de los políticos, sino que está muy extendido en el mundo de la gran empresa. Miles de currículums han pasado por mis manos y las de mi equipo y puedo asegurar que... ¡uno de cada cuatro de ellos está, o inflado, o contiene datos falsos!
Los medios de comunicación nos han ofrecido en los últimos años abundantes ejemplos de políticos cuya cualificación académica o profesional no era la que ‘acreditaban’. El caso de la presidenta madrileña, a la espera por supuesto de que se resuelva la investigación abierta y de que la fiscalía actúe y determine lo que haya lugar, no es el único. Ni será, sospecho, el último. En España estamos, desgraciadamente, acostumbrados a soportar en política a personas que desde muy jóvenes han entrado a formar parte de las filas de un partido, han medrado en él durante décadas, y no han ejercido jamás actividad profesional alguna en el ámbito privado. La historia se repite; se entra pegando carteles, con suerte se va medrando en el ámbito local y se llega a concejal y, con habilidad, se puede pasar a la política nacional y acabar como diputado o senador... o vicesecretario de alguna gran formación. Hemos visto Lehendakaris que decían ser ingenieros industriales cuando no habían pasado del primer curso, vicesecretarias generales que decían ser licenciadas en Derecho y Ciencias Políticas cuando no habían cursado más que asignaturas sueltas, ministros de Fomento en cuya biografía oficial aparecían como licenciados, también en derecho y no habían pasado del primer curso... la lista sería interminable. Y cansina.
Pero, como he señalado, no solo engañan los políticos. También los aspirantes a directivos de grandes empresas. Acompáñenme en el sorprendente viaje de la ‘mentira curricular’:
Las mentiras más habituales:
Es frecuente exagerar funciones o responsabilidades anteriores. Esta mentira tiene ‘las patas muy cortas’, como se dice coloquialmente: una minuciosa entrevista a cargo de un reclutador profesional deja siempre en evidencia al candidato tramposo. Más grave es inventarse títulos o postgrados... ¡que no se poseen! ¿Increíble? Pues es cierto. Se hace para rellenar ‘espacios en blanco’ o para dar más ‘empaque’ al currículum final. Íntimamente ligada a esta falsedad viene la de exagerar el nivel del idioma, sobre todo el inglés.
¿Les suena la clásica muletilla de: ‘inglés, nivel medio, hablado y escrito’... cuando en realidad es mucho más pobre? En no pocas ocasiones, ante la duda, he continuado, de repente, la entrevista en inglés: el resultado es demoledor. Se lo puedo asegurar.
Existe, por último, otra falsedad clásica que yo califico, sin ambages, de suicida; la de inventarse un pasado profesional en empresas en las que no se ha trabajado jamás. ¿Pero es que los candidatos presuponen que un técnico en Recursos Humanos o un reclutador no van a pedir referencias? Para llorar.
Necesidad de una mayor profesionalidad... también en la búsqueda
En España, especialmente en política y en la administración pública, hay una escasa costumbre de contar con los servicios de consultores especializados en la selección de personal. Esto hace que no exista ninguna profesionalidad en las labores de búsqueda del candidato idóneo y ello redunda en problemas como los que expongo en este artículo. Todos los trucos de quien quiera acceder a un puesto con malas artes son siempre detectados por un consultor experto en apenas unos pocos minutos de entrevista o, a lo más, en un análisis un poco más minucioso del aspirante. Llevo años repitiendo que, tanto para la vida pública como para el ámbito privado, cualidades como la honestidad, la integridad, la competencia, la cercanía, le empatía y la energía, son absolutamente indispensables. A esto nos dedicamos los profesionales de la selección. A descubrir a quiénes llegan de buena fe... y a ‘cazar’, a la primera, a los impostores.
* Euprepio Padulaes experto en liderazgo político y empresarial
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