Oriol Junqueras
Dante y el móvil oculto de Artadi
Quizá consciente del revuelo generado por la fotografía del desdén hacia Quim Torra, Oriol Junqueras no dudó ayer en levantarse y ensayar una media sonrisa de circunstancias para responder a los saludos de la portavoz del Govern, Elsa Artadi, presente junto a la consejera catalana de Justicia, Ester Capella, de ERC. Pero tras el primer receso, quien se llevó el abrazo afectuoso del líder republicano fue su compañera de partido y no Artadi, de pie a su lado repartiendo gestos de complicidad entre los acusados según abandonaban el salón. Artadi –lazo, libreta y lápiz amarillos y chapa de #FreeTothom en la solapa– alivió el rigor de la compostura que se exige en la sala consultando de vez en cuando el WhatsApp en el móvil que escondía en su amplio bolso.
Junqueras, que esta vez sí lució corbata, comenzó sentado en el banquillo y, tras pasar por la silla del declarante, terminó acomodado, tomando notas, detrás de su abogado. A los acusados, en general, se les notó menos tensos, acostumbrándose poco a poco a un escenario que abruma por su carga de solemnidad. El intercambio de confidencias entre ellos fue cruzado, sobre todo entre los ex consellers Carles Mundó y Meritxell Borrás; Josep Rull y Jordi Turull; y Jordi Cuixart, líder de Òmnium, y Carme Forcadell.
Un intercambio de pareceres que también protagonizó varias veces el fiscal Javier Zaragoza, quien, como los futbolistas, se tapaba la boca para mantener la confidencialidad de los comentarios con su compañero y paisano Fidel Cadena.
El presidente del tribunal, Manuel Marchena, sufrió un lapsus que pronto rectificó cuando se refirió a Bassa como «Dolores» y, para que las defensas no confundan su compromiso garantista con la barra libre procesal, frenó en seco la «sucesión encadenada de réplicas y contrarréplicas» con un enérgico «esto se ha acabado, vamos a empezar el interrogatorio», que llevó ante el tribunal a Junqueras, que arrancó con citas en latín y de Dante –«soy de educación italiana», se adornó el acusado al aludir a que se metió en política «a mitad del camino de la vida» –y con una didáctica diferenciación ontológica entre el «ser» y el «estar».
La encendida defensa del líder de ERC del derecho de autodeterminación fue recibida por Artadi asintiendo varias veces con la cabeza y compartiendo complicidad con la consejera de ERC antes de volver a consultar sus mensajes.
Aprovechando el primer parón (el del abrazo de Junqueras a Capella), Turull se prodigó en saludos afectuosos a sus familiares mientras Junqueras departía brevemente con su abogado y el de Sánchez, Rull y Turull, Jordi Pina, aprovechaba para conversar con Marchena unos minutos con los letrados de Vox a la espera.
Reanudada la sesión, a Junqueras se le vio gesticular ostensiblemente, lo que no había hecho con anterioridad, al negar los episodios de violencia en el «procés» que le enumeraba el fiscal Cadena.
A diferencia de días anteriores, la temperatura fue más benigna, aunque ese ambiente gélido pareció dejar huella en el presidente del tribunal, que no pudo reprimir un par de estornudos mientras declaraba el líder de ERC. Con Junqueras ya sentado detrás de su abogado sin dejar de tomar notas y el ex conseller Forn ocupando su lugar, Artadi abandonó el salón de plenos al filo de las dos y media de la tarde, apenas diez minutos antes de que se interrumpiera de nuevo la sesión, con los estómagos ya rugiendo y después de que el magistrado Juan Ramón Berdugo tuviese la feliz ocurrencia de sugerir al presidente del tribunal que era buen momento para acordar el receso para comer. Como en cada desalojo, los familiares de los acusados se prodigaron en gestos de afecto y apoyo. Forn se abrazó emotivamente con una joven, presumiblemente su hija, quien le besó la mano mientras el ex conseller se alejaba.
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