Jorge Vilches
Disimular a Irene Montero
Visto que los pactos entre Podemos, IU, Más País, Compromís y demás están menudeando por toda España sin ruido, la guerra solo sirve para echar al clan de Galapagar
El problema que tiene lo que salga a la izquierda del PSOE es disimular a las ministras podemitas en una lista electoral. ¿Dónde colocar jarrones chinos? Ione Belarra e Irene Montero no son dos reclamos precisamente. Generan animadversión en buena parte del universo progresista. Los motivos son claros. Han fracasado con el «solo sí es sí», con casi mil delincuentes sexuales beneficiados. El fiasco lo han acompañado con arrogancia e insultos, y la soberbia torpe no rinde en las urnas. A esto, las podemitas han unido ataques al PSOE, y el electorado de izquierdas castiga hoy a quienes pongan en peligro la «coalición de progreso».
Esta semana, además, las cosas se han puesto peor para Podemos. No ha hecho falta más que Yolanda Díaz reclamara autonomía para que Pablo Iglesias saltara con violencia verbal contra ella. Es una reacción poco inteligente, de un mal estratega. Esos desprecios son muestra de una impotencia que ahonda la creencia de que Podemos agoniza, y refuerza el aura beatífica con la que Díaz quiere rodearse. Además, cada vez que abre la boca Iglesias las ministras podemitas parecen más insignificantes, casi títeres.
A esto se une la sensación de pataleta de los dirigentes madrileños de Podemos. En otras latitudes están pactando con IU, Más País, Compromís y otras formaciones. Mientras Iglesias insulta a Baldoví, los suyos están pactando en municipios de la Comunidad Valenciana como Orihuela, Gandía y Torrent. Lo mismo con Alberto Garzón. Tras llamar «irresponsable» al dirigente comunista han llegado a diez alianzas electorales para las autonómicas del 28-M. También han despreciado a Errejón mientras sellaban un acuerdo con IU y Más País en Sevilla, Córdoba, Almería y Málaga. Por cierto, ninguna de estas coaliciones ha celebrado primarias.
El problema lo tiene la cúpula nacional de Podemos, que ya no tiene gancho electoral. Montero no puede encabezar una candidatura en Madrid para las generales, por ejemplo. Tendría el mismo efecto que el que tuvo Iglesias en las elecciones de 2021: movilizar a la derecha. El batacazo sería muy similar. Nunca hay que despreciar las ganas de la gente de castigar a un político usando una papeleta. La estrategia de alimentar el odio, cavar trincheras y convertir todo un conflicto tiene estos efectos. Así, las formas, historial y propuestas de Montero harían la mitad de la campaña al PP y Vox.
Visto que los pactos entre Podemos, IU, Más País, Compromís y demás están menudeando por toda España sin ruido, la guerra solo sirve para echar al clan de Galapagar. Sobran. No «suman». Sus perfiles están carbonizados. Las formas agresivas que utilizan han pasado de moda, y son cada vez menos útiles para permanecer en el poder siendo un auxilio eficaz del «sanchismo».
Los acuerdos electorales en diez comunidades y muchos municipios sirven para demostrar que un proyecto como Podemos sin los dirigentes actuales de Podemos es posible. Que Sumar se puede hacer de abajo arriba, con una política de hechos consumados que desactive el autoritarismo de Galapagar.
Esa idea de carcomer por la base a Podemos explica la batalla por la asistencia a los actos de Díaz, en especial el que tuvo lugar en el Magariños. La gallega quiere desmenuzar a la formación de Iglesias absorbiendo primero a los militantes de base y luego, llegando a acuerdos electorales con las agrupaciones locales y autonómicas. Un elefante no se come de un bocado, sino a cachitos.
La misión de Díaz, por tanto, es cargarse a la cúpula dirigente del «pablismo» para hacer un Podemos sin Podemos. El problema, y vuelvo al principio, es qué hacer con esos jarrones chinos. Es posible que alguna, como Montero, se vaya a un organismo internacional a vivir del cuento antes que someterse a nadie. De no ser así, habría que disimularla en alguna lista electoral para que no espante al votante de izquierdas.
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