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EL 6-O y la DUI desmovilizan al separatismo

EL 6-O y la DUI desmovilizan al separatismo
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La clave para derrotar al independentismo el 21-D es lograr su división y desmovilización. Las consecuencias de su desgobierno lo están consiguiendo por sí mismas. En las encuestas de NC Report para LA RAZÓN de septiembre, octubre y noviembre se aprecia una reducción de la participación prevista. El legado económico y la división social son los grandes «logros» de los independentistas. Muchos de sus votantes les están dando la espalda. La caída en los sondeos de los independentistas va ligada a un descenso en la participación en unas elecciones autonómicas.

La desmovilización electoral de los votantes «indepes» comenzó a acelerarse tras los episodios sediciosos del 6 y 7 de septiembre en el Parlament. Continuaron con la jornada del 1-O, que representó el fin de la paciencia de los empresarios y tuvieron su epílogo en la jornada del 27-O con la DUI, que conllevó la suspensión de la autonomía al aplicarse el artículo 155 y el encarcelamiento y huida del Consejo de Gobierno regional.

La participación no ha hecho más que descender, al tiempo que crece en votos y porcentaje la suma de los tres partidos constitucionalistas, que pasan de 1.608.000 votos en septiembre de 2015 a 1.726.000 a primeros de noviembre. Su ganancia ha sido de 116.000 votos. Por el contrario, los tres partidos independentistas (ERC, PDeCAT y CUP), han perdido en estos 26 meses 266.000 votantes, al pasar de 1.966.000 votos el 27-S a 1.700.000 en la encuesta de noviembre.

En octubre, los constitucionalistas ya iban por delante en voto y porcentaje, superando a los independentistas. En noviembre lo han vuelto a conseguir. La movilización del electorado unionista va incrementándose de forma moderada pero continuada, al tiempo que crece la deserción entre las filas de los separatistas.

La abstención está perjudicando directamente a los independentistas. La no participación ha crecido en 232.000 personas. Es prácticamente el número de votantes que pierden en conjunto los tres partidos separatistas. Significa que, en estos veintiséis últimos meses, la participación ha caído 3,9 puntos, pasando del 74,9% al 71%.

Por lo tanto. los indicadores, al menos por el momento, señalan que no habrá record de participación el 21-D, puesto que el incremento en el voto unionista va acompañado de un descenso, aún mayor, del voto separatista. Es de esperar que el voto a las formaciones independentistas de septiembre de 2015 no se repita, que habrá una elevada abstención entre los insurgentes y que solo una parte pequeña de ellos se trasvasará a opciones constitucionalistas.

¿Cuál es entonces el techo de los unionistas? Volviendo la mirada atrás constatamos que en las autonómicas de 1999 fueron las únicas en las que los votos de los constitucionalistas superaron a nacionalistas e independentistas: 47,8% frente al 46,9%. El mensaje fue recibido por Jordi Pujol y no volvió a ser candidato de CiU. Dieciocho años después, los unionistas superan a los independentistas: 43,7% frente a un 43,3%. Es el segundo momento histórico desde las primeras catalanas de 1980 en el que se puede derrotar al separatismo.

La meta de los tres partidos comprometidos con la unidades alcanzar aquel techo del 47,8%. Están a tan solo 4,1 puntos de conseguirlo. Si se logra, el separatismo podría quedar en el 39,2% de los votos. La clave estaría en que los separatistas llegaran a perder 160.000 votantes más, que junto a los 266.000 que ya les han abandonado, supusiera una deserción total de 426.000 votantes «indepes», lo que reduciría el electorado de este bloque de 1.966.000 de septiembre de 2015 a 1.540.000.

Estaríamos ante una situación que repetiría los porcentajes del 27-S, pero ahora invertidos: los del «procés» pasarían del 47,8% al 39,2% y los defensores de la unidad subirían del 39,1% al 47,8%.

Pero una victoria de los partidos de implantación en toda España no sería completa ni garantizaría una mayoría absoluta sin derrotar también a los «comunes», nuevo elemento desestabilizador que se percibe en el horizonte catalán. Los electores también castigan a los «comunes», con caídas continuadas desde septiembre. Han pasado de una expectativa de 467.000 votos a 408.000. Su porcentaje de voto ha caído igualmente en este trimestre del 11,6% al 10,4%.

Otro elemento que puede distorsionar la realidad política es el reparto de escaños, que facilita que en aquellas provincias en donde históricamente el nacionalismo, ahora independentismo, ha obtenido más del 60% de los votos: Gerona y Lérida, donde el coste de un escaño es de 23.000 y 15.000 votos, respectivamente. Y en la provincia de Barcelona, en donde la mayoría es para los no nacionalistas o no separatistas. Allí, el precio de un escaño es de 36.000 votos, según los datos de las elecciones autonómicas de 2015.