Política

Accidente de tren en Santiago

El «héroe» de Angrois: «Ver pasar los trenes se hace complicado»

Su imagen con la camiseta roja rescatando heridos de los vagones recorrió el mundo. Hoy, los recuerdos siguen vivos: «Morían en tus manos»

Abel Rivas posa frente a las vías del tren donde descarriló el Alvia. Vive a tan sólo 50 metros del lugar
Abel Rivas posa frente a las vías del tren donde descarriló el Alvia. Vive a tan sólo 50 metros del lugarlarazon

20:41. Angrois. 365 días atrás. Un gran estruendo se oye en este pueblo compostelano desconocido para la mayoría de los españoles. Abel Rivas, de 29 años (en aquel entonces), vive a 50 metros de las vías del tren. Su hermana se asoma a la ventana. Ve un alvia volcado y rodeado de fuego. Rápido coge el teléfono. Llama a Abel. «¡Ha descarrilado un tren!», le grita a través del móvil. El joven, que estaba con su coche a 10 minutos del punto del siniestro, regresa a casa. La realidad es que él mismo había notado como su vehículo vibraba en la lejanía. Al llegar al lugar de los hechos, su primera imagen es la de un vagón de tren casi a las puertas de su casa. Se hace el silencio. El barrio de Angrois sale a la calle. Ése es el fatídico instante que nadie quiere volver a recordar. Y es que «ha sido un año complicado, a todos nos ha costado volver a la normalidad», explica el joven a LA RAZÓN, pero poco a poco Angrois intenta recuperar la sonrisa que les arrebataron aquel atardecer de verano.

365 días dan para mucho. «No todos los días hablamos del tema, pero sí lo hacemos con frecuencia. Creo que nos ayuda a superarlo», relata. Abel arriesgó su vida para salvar la de otros. Lo dio todo a cambio de nada. «Es que no eres consciente de los riesgos que corres. En lo único que piensas es en que tienes que ayudar». Él le resta importancia a su actuación. «Sólo hicimos lo mismo que nos gustaría que hicieran con nosotros», dice Abel parafraseando a su padre. La realidad es que desde entonces España entera le conoce como «el héroe de la camiseta roja». La que llevaba puesta ese día y que aún conserva. Aunque está en el fondo del armario, ya que «los recuerdos no me han permitido volvérmela a poner», indica.

Este compostelano no se siente a gusto con el apelativo de héroe, porque «los únicos héroes son aquellas personas que lucharon día tras día por vivir». «De acuerdo», le digo. «No eres un héroe, pero sí el ángel de la guarda de decenas de heridos», añado. Sonríe levemente. Abel habla mirando al tendido. No me mira a la cara. Por su boca salen recuerdos que intenta explicar con su mirada puesta en las cercanas vías. Aunque le cuesta. «No es fácil. Me da mucho respeto. Ya no veo pasar los trenes de la misma manera que lo hacía antes», explica.

Abel no se acuerda de todas y cada una de las personas a las que prestó ayuda. «Fueron muchas», rememora. Sin embargo, acudió al hospital varias veces para ver a Natalia. Una chica a la que su padre auxilió. También le dio fuerzas a él, porque «la vi con ganas de vivir». Y si ella ha sufrido tanto y es feliz, «¿por qué no voy a levantar cabeza yo?», se pregunta. «Hay que intentar pasar página, aunque no hay que olvidar el pasado», porque «al fin y al cabo, lo importante es que mucha gente se ha recuperado y debemos estar orgullosos de haber contribuido a ello», señala.

Este joven compostelano continua con su vida tal y como lo hacía hace un año. Trabaja de soldador. Acude al gimnasio todas las tardes. El deporte le sirve para evadirse. Y está en forma. Pero no es un hombre de hielo. Abel reconoce que, tras el accidente, perdió el sueño durante una temporada. Ha necesitado ayuda psicológica. Aunque sólo visitó a la especialista en alguna ocasión. «Es horroroso ver a gente morirse a tu lado y ser consciente de que no puedes hacer nada más», comenta.

Un año después, a este joven le cuesta hablar de lo sucedido, pero no se niega a ello. Habla con los medios de comunicación porque «es vuestro trabajo y lo entiendo». No le gusta el protagonismo. Desearía que nunca hubiera pasado nada y haber seguido en el anonimato. A su pueblo también. Pero la realidad es otra. Este pueblo de Santiago está ya en el corazón de todos. Y Abel Rivas es hoy el ángel de Angrois.