Ministerio del Interior

El hombre que se embolsaba el 30%

El enigmático Francisco Paesa vuelve a la actualidad tras años «desaparecido». Es un auténtico adulador que mantiene una importante agenda internacional

Francisco Paesa en una imagen de archivo
Francisco Paesa en una imagen de archivolarazon

Francisco Paesa, que el pasado mes de febrero cumplió 80 años, es un personaje que, de forma voluntaria y para poder llevar a cabo su oficio real (el de conseguidor), se ha rodeado de un halo de misterio, mitad espía, mitad playboy, siempre en la «clandestinidad» (relativa).

Francisco Paesa, que el pasado mes de febrero cumplió 80 años, es un personaje que, de forma voluntaria y para poder llevar a cabo su oficio real (el de conseguidor), se ha rodeado de un halo de misterio, mitad espía, mitad playboy, siempre en la «clandestinidad» (relativa), capaz de moverse con facilidad por los más turbios ambientes o en los más refinados. Francisco «Paco» Paesa prestó en su día importantes servicios, todos ellos remunerados, a España en la lucha contra ETA y logró, en su día, en una operación digna de una novela, que la Guardia Civil y las Fuerzas de seguridad francesas dieran con el «archivo central» de la banda, lo que permitió realizar el primer gran organigrama de la banda, conocer sus finanzas hasta el último céntimo y abortar una serie de atentados en marcha. Eran los años en que los terroristas desarrollaban una intensa actividad criminal. Paesa conocía a algunos de los traficantes de armas con los que trabajaban los pistoleros y no le costó establecer contacto con uno de los encargado de la adquisición de este material, José Luis Arrieta Zubimendi, «Azkoiti», al que ofreció, nada más y nada menos, que dos misiles tierra-aire SAM-7, uno de los artilugios más buscados por la organización criminal.

El plan era derribar los aviones oficiales en los que acudían el Rey, el presidente del Gobierno o el ministro del Interior, normalmente para presidir funerales, tan habituales en aquellos tiempos.

Con la ayuda de la CIA, que instaló los transmisores en los mangos de plástico de dos SAM-7, el único lugar donde no se generaban interferencias, se llegó al almacén de la empresa Sokoa, después de que dos etarras hubieran recogido los misiles en San Sebastián, en una operación controlada permanentemente por la Guardia Civil. Cuando un comandante de este Cuerpo, provisto del correspondiente aparato de seguimiento de señales, le dijo a su homónimo francés que el escondite estaba detrás de una pared, tuvieron sus más y sus menos, hasta que le convenció para tirar el muro y apareció el arsenal y la documentación.

El golpe a ETA marcó la cumbre de la colaboración de Paesa con el Ministerio del Interior, que se había iniciado antes y que continuó después.

En una entrevista que publicará «Vanity Fair», Paesa viene a decir que él no sabe nada, que el dinero obtenido fraudulentamente por Roldán en concepto de comisiones por obras en acuartelamientos y otras dependencia de la Benemérita (entre 10 y 15 millones de euros actuales) fue transferido a su familia y que, en contra de lo que se ha dicho, ni siquiera colaboró en la entrega a la Policía en Bangkok del ex jefe de instituto armado, sino que simplemente se lo aconsejó.

Las versiones que han circulado hasta ahora, sin que haya un soporte legal para mantenerlas, es que Paesa se comprometió a guardar el dinero de Roldán y cobrar por ello la mitad de la cantidad defraudada. Paesa comentaba entonces, y no le faltaba razón, que se movía como un pez en el agua, en lo que a inversiones se refiere, en el mundo asiático, en el que llegaba a conseguir dividendos superiores al 20 por 100 y que en algunos casos llegaban al 30. De ser así, la parte del botín de Roldán que aún esconde Paesa se habría multiplicado por muchos ceros. Las posibilidades del ex director general de la Guardia Civil de acceder a ese dinero, si todavía le espera en algún lugar, es remota.

De momento, lleva una vida de «pobre» en Zaragoza y cualquier incremento de patrimonio, además del correspondiente escándalo, podría dar lugar a acciones que podrían llevarle de nuevo ante la Justicia por las responsabilidades civiles no pagadas.

Quienes le conocen señalan que tiene una conversación fluida, que sabe de todo y parece conocer a todo el mundo, que te envuelve con su conversación y que si te va a facilitar un papel o un objeto toma todas las medidas precisas, desde pinzas a guantes, para que sus huellas no queden marcadas en el objeto. Es un auténtico adulador que conquista a su interlocutor al poco de iniciar el contacto.

Le han atribuido grandes fraudes internacionales, tráfico de armas y otros delitos, pero lo cierto es no ha pisado la cárcel. ¿Inocente, pícaro o una buena agenda de contactos? Es verdad, que en su momento hubo una entrega de armas a ETA, antes de lo de los misiles, que no salió bien, y que esas armas fueron utilizadas en asesinatos cometidos en España. Pero era una operación “legal” propiciada por el Gobierno español con fines antiterroristas.

«Paco» Paesa ha sido siempre, y probablemente lo seguirá siendo, un conseguidor por lo que ha obtenido importantes beneficios que le permiten vivir holgadamente en París. Su agenda internacional sigue siendo muy importante. Ha logrado resolver los problemas legales que pesaban sobre él en España.

Como dice en la citada entrevista: «¿Que estoy muerto? Bueno, pues estoy muerto, ¿y qué?».