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128 días para rubricar el fracaso político
El Rey no propone candidato tras «constatar» la falta de acuerdos, por lo que firmará la disolución de las Cortes el martes.
El Rey no propone candidato tras «constatar» la falta de acuerdos, por lo que firmará la disolución de las Cortes el martes.
Hasta el último día de consultas de ayer ha durado esta incertidumbre política en la que se ha sumido España desde el 20-D. El «Acuerdo del Prado» propuesto por Compromís para formar un frente de izquierdas «in extremis» mantuvo al país en vilo hasta las seis de la tarde, hora en que el líder socialista, Pedro Sánchez, anunció a los medios de comunicación haberle trasladado a Felipe VI lo siguiente: «No puedo ni debo someterme a una investidura». Desde ese momento, el comunicado que la Casa del Rey envió a los medios estaba claro, ya que el Jefe del Estado aseguró que no volvería a proponer candidato si no tenía garantías de formar gobierno. Alrededor de las 20:00 horas, la decisión de Felipe VI llegó: «Su Majestad el Rey ha comunicado al Sr. Presidente del Congreso, Don Patxi López Álvarez, que no formula una propuesta de candidato a la Presidencia del Gobierno». Resolución tomada «tras valorar la información que le han trasladado los representantes designados por los grupos políticos con representación parlamentaria», con los que «ha constatado» que no existe un candidato con apoyos necesarios. Tras reunirse con Mariano Rajoy, el último de los líderes de los partidos que ha recibido desde el lunes, el Monarca convocó en La Zarzuela al presidente del Congreso para informarle de su decisión. López explicó posteriormente la conversación mantenida en la Cámara Baja, y aseguró haber visto al Rey «consciente de la situación de complejidad, pero poniendo en valor que no ha habido un bloqueo institucional sino político». El presidente del Congreso habló en nombre de Don Felipe y aseguró que «le hubiese gustado que el proceso hubiera concluido con la formación de un gobierno», pero que, a pesar del fracaso en las negociaciones, el Monarca ha observado durante este tiempo que «el sistema democrático funciona con vigor».
Estos cuatro meses de negociaciones han servido para dejar en evidencia la guerra que se está librando en el seno de la izquierda. La batalla por la hegemonía en ese granero electoral entre el PSOE y Podemos ha sacudido a todos los demás actores y habrá que ver hasta dónde llegan sus consecuencias en unas próximas elecciones. Cómo afecta la alianza entre IU y Podemos, si llega a materializarse, y cómo gestiona el PSOE un escenario que, en el mejor de los casos, según todos los sondeos, le dejaría como está en estos momentos, con su peor resultado en unos comicios generales. El pacto con C’s ha sido útil a Sánchez para ganar tiempo, otros cuatro meses al frente de la Secretaría General de su partido y asegurarse, asimismo, su candidatura a unos nuevos comicios. Pero ese acuerdo es muy difícil que vuelva a repetirse tras otras elecciones. O hay un Gobierno del PP con C’s, o el Gobierno «a la valenciana», la coalición del PSOE con Podemos con la que Pablo Iglesias lleva presionando estos cuatro meses al líder socialista. Y cada vez son más las voces que en las filas del PSOE asumen que hay que dejar gobernar a la lista más votada, con la que Sánchez ni siquiera ha querido negociar en esta legislatura.
El problema del secretario general del PSOE ha sido que la aritmética no le ha permitido un pacto con Podemos en el que no necesitase el apoyo independentista. De no haber sido así, el acuerdo, pese a todos los temores internos que suscita, se habría concretado sostenido en el principio de que echar al PP del gobierno lo justifica casi todo. Pero esa dependencia del voto independentista es lo que llevó al líder del PSOE a colocarse en medio de una función en la que el único papel que le dejaban representar los suyos era el de entretener el tiempo con una negociación que sabían de antemano que en ningún caso le iba a permitir ser presidente del Gobierno. El mandato del Comité Federal del PSOE a Sánchez fue el de «negocia, pero no podrás llegar a La Moncloa». Bastaba con sumar las líneas rojas que le imponían.
La propuesta «in extremis» que ayer presentó Compromís fue un golpe más de efecto en la última parte de una obra en la que todos los partidos se han peleado por aparecer ante la opinión pública como los no responsables de la repetición de unas nuevas elecciones. A pesar de que ninguno ha dejado de verlas como la salida más posible desde la noche del 20 de diciembre. Compromís ofreció un regalo envenenado al PSOE, un empujón más para responsabilizarlo de las elecciones con una oferta de gobierno ingobernable basado en un listado de medidas genéricas.
Rajoy no se ha movido de su posición tras aquellos comicios, la apuesta por una gran coalición. Confía en el voto útil y en recuperar voto que se le fue a Ciudadanos. El PSOE se enfrenta al interrogante de cómo digerirá su electorado el acuerdo con el partido de Albert Rivera, y al coste añadido de la posible alianza de Podemos e IU para saltarse los puntos de la Ley Electoral que más les perjudican y dar el mordisco definitivo a los de Ferraz. La formación de Pablo Iglesias llega tocada en los sondeos, pero convencida de que puede superar esas previsiones en los dos meses de campaña. Y Rivera se enfrenta también a la duda de cómo responderá el electorado ante el momento de la verdad, después de que su abrazo al PSOE, negado en la anterior campaña, no haya fructificado en un acuerdo de gobierno.
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