Política

Elecciones andaluzas

Escenarios (im)posibles del 2-D

A una semana de la cita con las urnas todo está abierto: que Díaz pacte con Podemos o que PP sume mayoría con los de Rivera y Vox y rompa el feudo socialista

Susana Díaz, ayer en un acto de campaña de su partido celebrado en Almería
Susana Díaz, ayer en un acto de campaña de su partido celebrado en Almeríalarazon

A una semana de la cita con las urnas todo está abierto: que Díaz pacte con Podemos; que Teresa Rodríguez y Cs se opongan a un acuerdo con el PSOE y haya nuevos comicios, o que PP sume mayoría con los de Rivera y Vox y rompa el feudo socialista.

Todos contra todos, el gobierno andaluz en el aire y varios escenarios posibles en clave nacional. Es la tónica de una dura campaña andaluza marcada por líderes que se juegan mucho, cada cual en su plaza. Lo que un veterano dirigente socialista define como «La guerra de las sultanas rojas contra el califato de derechas», encubre la estrategia de los cuatro grandes «halcones» nacionales, Pedro Sánchez, Pablo Casado, Albert Rivera y Pablo Iglesias. Tras la rotunda negativa de Teresa Rodríguez, la candidata de Adelante Andalucía, y el aspirante de Ciudadanos, Juan Marín, a pactar con Susana Díaz, la actual presidenta sopesa forzar nuevas elecciones si no logra la investidura. Según fuentes socialistas, es la hipótesis que barajan los dos «gurús» electorales de Sánchez y Díaz, el poderoso jefe de gabinete presidencial, Iván Redondo, y el influyente asesor de la andaluza, Máximo Díaz Cano. Las mismas fuentes confirman que el diálogo entre Moncloa y el palacio de San Telmo es «continuo e incesante» durante esta campaña y los resultados marcarán el calendario de las generales. Añaden, como dice la canción: «Lo que sea, será».

«Con Susana ni muerta», amenaza con énfasis la podemita morada Teresa Rodríguez. Y advierte el naranja Juan Marín: «Con Susana por encima de mi propio escaño». Menudo panorama para la mujer que se juega su continuidad, pero que a tenor de todas las encuestas necesitará pactar con su eterna enemiga, o con quien ha sido hasta ahora su aliado. Por ello, el plan monclovita, del que hablaron Pedro Sánchez y Susana Díaz durante su última entrevista en Madrid, prevé esa complicación y apuesta por alargar la interinidad del Gobierno hasta mayo, como ya hizo Rajoy de enero a junio en 2016, hasta que ese superdomingo electoral anunciado por el ministro José Luis Ábalos haya emitido su veredicto. De tal modo, Susana Díaz forzaría unas nuevas autonómicas reclamando el único voto de la izquierda y denunciando la deslealtad de la marca andaluza de Podemos para no frenar a «las tres derechas», PP, Cs y Vox. La coincidencia con las generales permitiría a Sánchez una macronegociación política con el gran paquete encima de la mesa: Gobierno central, ayuntamientos y comunidades autónomas.

Lo que parece un galimatías enrevesado no lo es tanto y está en la mente de Sánchez y el PSOE con un único objetivo: desgastar en todo lo posible al PP y abrir una nueva puerta de alianzas con Ciudadanos en detrimento de Podemos. Por ello, los resultados andaluces son tan importantes. En la cocina monclovita opinan que, sea cual sea el final de la película, Pedro y Susana parten con ventaja, mientras al resto le quita el sueño. Pablo Casado y Albert Rivera por ver quién ocupa la segunda fuerza y si se produce el temido «sorpasso» entre uno y otro, decisivo para liderar el centro-derecha a nivel nacional. Enfrente, un Pablo Iglesias en descomposición latente, mira de reojo a su rebelde enemiga Teresa, que de no hacerse con la segunda posición, provocaría un desastre en el voto de la izquierda radical que volvería de nuevo a los socialistas. Así las cosas, todos los escenarios son posibles, Sánchez bajará a Marbella para apoyar a Díaz en una de sus escasas presencias en Andalucía, mientras Casado y Rivera se vuelcan a destajo. «Parece que se presentan ellos», dice con mala baba la lideresa andaluza, pasando de puntillas ante los ataques de Teresita: «El cortijo susanista huele que apesta», suelta con maldad la rojeras podemita ante el dardo de la corrupción y la sombra de los Eres.

A una semana del resultado final, cualquier cosa es posible. Que Susana Díaz gane sin mayoría absoluta y logre un pacto de Legislatura con Adelante Andalucía, tesis que apoyan algunos sectores de Izquierda Unida, con Antonio Maillo en cabeza, enemigo de Teresa Rodríguez en 2015 y ahora su pareja de hecho electoral; que se impongan las negativas de la podemita y el líder de Cs, imposible un pacto y nuevas elecciones coincidiendo con generales, autonómicas y municipales. Y que el llamado califato de las tres derechas, PP, Ciudadanos y Vox, sumen más votos que la izquierda y consigan ponerse de acuerdo para un giro radical en Andalucía. Ello supondría el verdadero cambio, el único que daría al traste con casi cuarenta años de poder absoluto socialista. A estas alturas de la película, nadie se atreve con un pronóstico definitivo y todo queda abierto por un puñado de votos.

El líder del PP, Pablo Casado, es quien más se juega en estos comicios. Cuando fue elegido, muchos le aconsejaron cambiar de candidato, dado que Juan Manuel Moreno Bonilla partía nuevamente como perdedor y jugó claramente a favor de Soraya Sáenz de Santamaría en el Congreso del partido. Él decidió mantenerlo y ha hecho de esta campaña su apuesta personal. Se ha volcado en actos, que llena masivamente. Casado confía en revalidar la segunda posición por encima de Ciudadanos y tener la llave de un vuelco en Andalucía. Lo mismo quiere Rivera, también entregado con Inés Arrimadas en respaldar a Juan Marín, mientras la amenaza de Vox les perturba como una losa. Lo que consiga su aspirante, el juez sevillano Francisco de Asís Serrano Castro, será decisivo en el panorama nacional del centro-derecha. Todos lo saben y por eso se enzarzan en reclamar el voto útil.

Entre tanto, las dos sultanas rojas siguen a la greña, mucho más Teresa contra Susana que al revés. La actual presidenta ha firmado la pipa de la paz con Pedro Sánchez y hace una campaña alejada del insulto. «Ella no caerá en el barro», insisten en su entorno. Por el contrario, Teresita, la chica roja que creció en un colegio católico de Rota, apegada a su pareja José María, «El Kichi», el alcalde gaditano, la ataca sin piedad. Nadie sabe a ciencia cierta si finalmente habrá pacto de izquierdas o un vuelco de campeonato para la derecha. En el tablero está si un régimen de cuatro décadas llega su fin, bajo la mirada de Sánchez y Susana Díaz, quienes tienen la llave de la puerta electoral. Frente a los divorcios anunciados de sus adversarios, podría articularse un matrimonio de conveniencia. O no, que diría Rajoy en sus buenos momentos.