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Opinión

Francisco y los migrantes

Meloni ofreció en su programa cortar los flujos migratorios y el resultado es el contrario: las visas a trabajadores extracomunitarios han crecido

DETENCIÓN INMIGRANTES EN MOTRIL ALBA FEIXASEFE

Con independencia de la fe que cada uno profese (o ninguna, como es mi caso), el papado de Francisco ha tenido aspectos positivos, en especial en su vertiente humanitaria. Es conocida su preocupación por los débiles, los vulnerables, los pobres y los migrantes. Siempre defendió el derecho a las migraciones y a la adecuada integración de estos en las sociedades de acogida. Incluso llegó a afirmar que «rechazar a los migrantes es un pecado grave».

En el año 2005, el Gobierno del que formaba parte, a propuesta mía, aprobó el proceso de normalización de trabajadores extranjeros en España, que finalizó con la concesión de 576.506 permisos de residencia y trabajo. Debe notarse que aquel proceso surgió del diálogo social y, en particular, de una propuesta aprobada por unanimidad en el Consejo Económico y Social, al que dieron apoyo empresas y sindicatos.

La Iglesia Católica en España, así como otras confesiones religiosas, jugaron un papel muy activo en el proceso de normalización mencionado, apoyándolo sin titubeo alguno, ofreciendo apoyo a los migrantes y participando en la discusión sobre políticas migratorias. No era una posición nueva. La Conferencia Episcopal Española, desde la década de 1990, venía reflexionando sobre este fenómeno, sugiriendo vías para su regulación y acogida ante una realidad complemente nueva. Diversos documentos reflejan esa postura, en particular la pastoral titulada «la Iglesia en España y los inmigrantes», aprobada el 22/11/2007, actualizado en versiones posteriores, que contenía una profunda reflexión no sólo teológica, sino económica y social, sobre esta situación. La coincidencia y la valoración positiva del proceso de normalización que he mencionado, son evidentes. En su página 38, se afirma lo siguiente: «Para la Iglesia, nadie es extranjero».

Aquel proceso de normalización requirió la presentación de un contrato de trabajo para quien aspiraba a obtener el permiso de residencia (y trabajo) en España. Y eran los empleadores (empresas y familias para el caso del trabajo doméstico) quienes debían presentar la solicitud. De este modo, ellos mismos regularizaban una situación a todas luces injusta e ilegal que les afectaba directamente. Los resultados fueron evidentes: un refuerzo de nuestro sistema de seguridad social (en 2005 el número de nuevos afiliados aumentó en 994.262, cifra jamás igualada desde entonces, y en 2006, un notable incremento de 614.077) y una mejora de los ingresos del Estado que permitió reforzar nuestras prestaciones universales, en Sanidad y Educación, y nuestros Servicios Sociales.

Es evidente que el fenómeno migratorio es universal en el espacio y en el tiempo. Continuará en el futuro, entre otras razones por la aguda crisis demográfica que afecta a los países desarrollados, ante la que sólo una adecuada política de regulación e integración puede ofrecer resultados positivos, convirtiendo posibles problemas en oportunidades. Hoy, los movimientos migratorios se hacen de forma legal y sólo un mínimo porcentaje cruza ilegalmente las fronteras. Un reciente informe de la consultora Mckinsey indica que América, China, Japón, Corea del Sur y Europa verán disminuida su población en edad de trabajar en 340 millones de personas en el año 2050. Habrá, en el futuro, más trabajo, pero menos trabajadores en estos países. Inglaterra, por ejemplo, no encuentra enfermeros/as ni doctores/as, a pesar de la importante presencia de personal médico que proviene de África, por cierto, con un alto índice de aprobación. Las complejidades de este fenómeno las está sufriendo la primera ministra de Italia, la Sra. Meloni, que ofreció como punto esencial de su programa cortar los flujos migratorios y el resultado es el contrario: las visas de trabajo concedidas a trabajadores extracomunitarios se han incrementado desde que gobierna. Neeraj Kausal, profesora de Columbia University, en un reciente libro afirma que «el futuro de Estados Unidos está en el África negra».

Vistas, pues, así las cosas, lo que llama la atención es el comportamiento de la derecha española en esta materia. Partidos políticos que, sino directamente confesionales, proclaman su respeto al dogma católico, en el proceso de normalización del año 2005 (en particular el Partido Popular) desataron un ataque furibundo contra el Gobierno del que yo formaba parte porque, según ellos, se producía un efecto llamada. El único efecto llamada consiste en el hambre, las guerras, la falta de oportunidades y el deseo de tener un futuro mejor.

Qué actitud tan poco cristiana para quienes, de cara a la galería, todo el día se están dando golpes de pecho.

*Jesús Caldera Sánchez-Capitán es exministro del PSOE