Política

El desafío independentista

Funcionarios de la Generalitat sobre los lazos amarillos: “Entras y te tienes que callar. Si protestas, quedas señalado”

Un buen puñado de funcionarios catalanes relatan la presión y el temor que sufren cada día

Símbolos independentistas en la Conselleria de Sanidad / Shooting
Símbolos independentistas en la Conselleria de Sanidad / Shootinglarazon

Un buen puñado de funcionarios catalanes relatan la presión y el temor que sufren cada día.

La orden de la Junta Electoral Central (JEC) que prohíbe la presencia de los lazos amarillos en los edificios públicos se ha convertido en una victoria para un buen puñado de funcionarios catalanes, hastiados de tener que convivir diariamente con la simbología independentista que embadurna sus lugares de trabajo. Desde lazos hasta imágenes de los políticos presos, son muchos los emblemas partidistas que adornan multitud de rincones de las dependencias de la administración. Los empleados públicos contrarios a la independencia han tenido que acostumbrarse a ese paisaje hasta que ha aparecido la administración electoral para ordenar una limpieza que devuelva la neutralidad a los espacios públicos.

Los Mossos d’Esquadra han asumido de forma exhaustiva la orden de la JEC. En este sentido, según explican empleados públicos a este diario, agentes de la policía catalana entraron el viernes en los centros de trabajo y obligaron al propio personal a quitarse cualquier insignia partidista que portaran en la vestimenta. También comprobaron que todos los espacios quedaran exentos de simbología, algo que en las zonas más recónditas no consiguieron: algunos vestuarios, por ejemplo, todavía albergan carteles con fotografías de los presos, denuncia un funcionario a este diario, que, como todos, prefieren guardar el anonimato por temor a las consecuencias.

«Entras en la conselleria y está a reventar de lazos y propaganda independentista», afirma un funcionario de Interior. «En Interior, si no estás de acuerdo, te tienes que callar. Si hablas y protestas estás mal visto, quedas señalado», agrega. Este es el sentimiento que invade a los empleados públicos consultados, que evitan pronunciarse en los lugares de trabajo por temor a las consecuencias y porque no sienten el respaldo del Estado. «Si quieres vivir tranquilo, te tienes que callar, porque Madrid tampoco nos apoya», continúa.

Si bien, aunque los contrarios a la independencia no se pronuncien para evitar revelar su inclinación ideológica, en algunos centros de trabajo, son los propios directores los que acaban por desvelarla. «Los días de huelga por los presos u otros días de protesta independentista, en mi lugar de trabajo avisan por megafonía para que bajemos a manifestarnos. Ellos bajan 15 minutos a la puerta, pero yo no. Es una forma de dejarme en evidencia delante de mis compañeros o los pacientes», denuncia esta funcionaria, que trabaja en un centro sanitario.

«Mi sensación es de hartazgo y cansancio», asegura otro de los funcionarios sanitarios, en referencia a la controversia de los lazos, aunque se muestra ligeramente optimista tras la larga travesía del «procés»: «Al final es lo único que les queda porque no han conseguido nada». «He tenido muchas veces la idea de marcharme de aquí, pero no lo he hecho porque tengo a mis padres que son mayores», subraya, tras recalcar su ascendencia catalana. En el sector sanitario, han surgido durante las últimas semanas iniciativas para plantar cara a la marea amarilla. Un ejemplo de ello es el Grupo por la Neutralidad que ha pedido la retirada de simbología independentista de los centros sanitarios públicos. «En los centros privados sí se respeta la neutralidad, pero en los públicos no, porque cuentan con la connivencia de la dirección», zanja un médico que ejerce en una clínica privada y que ha encabezado diversas iniciativas.