
Opinión
La importancia de los acuerdos
Los pactos entre las principales fuerzas políticas
han sido el motor de la seguridad y la prosperidad
de España desde la recuperación de la democracia

Al momento de escribir estas líneas, parece que Gobierno y PP buscan un acuerdo (a pesar de los vaivenes, idas y venidas y desmentidos, esperemos que este se alcance) para hacer frente al terremoto desatado por la decisión de la Administración Trump de imponer aranceles desorbitados al tráfico mundial de bienes y servicios, lo que seguramente provocará una grave recesión, sin que puedan verse efectos positivos a dicha medida. Es una buena noticia para la sociedad española. Los acuerdos entre las principales fuerzas políticas han sido el motor de la seguridad y prosperidad de España desde la recuperación de la Democracia.
La Transición española fue fruto de un amplio concierto, que el mundo celebra como ejemplar. Los pactos de la Moncloa, un amplio capítulo de medidas económicas y sociales, fueron la antesala de la modernización necesaria para poder incorporarnos a la Unión Europea (entonces Comunidad Europea). Más recientemente, el «Acuerdo por las libertades y contra el Terrorismo», firmado el 8 de diciembre del año 2000 entre el PP y el PSOE (tras una propuesta de este, que aunque desdeñada al principio se abrió finalmente paso), completado con la Ley Orgánica 6/2002 de 27 de junio, de Partidos Políticos, sin duda representaron el principio del fin de la banda terrorista ETA, principal enemigo de la recuperada democracia. Tuve el honor de ser miembro de la Comisión de Seguimiento de dicho Pacto y defender en el Parlamento la posición del Grupo Socialista sobre la Ley de Partidos. A continuación, iniciamos una intensa agenda de explicación de estas medidas en las instituciones europeas, donde el mayor valor para obtener su máxima colaboración consistió en el acuerdo de las dos principales fuerzas políticas españolas, que fructificaría con el anuncio el día 20 de octubre de 2011 del cese definitivo de la actividad armada de ETA, sin olvidar el ejemplar papel de la sociedad española, su judicatura, la inmensa mayoría de los medios de comunicación y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en el fin de la violencia terrorista.
Estos acuerdos seminales (en el sentido de fecundos, útiles), honran al país y a sus protagonistas. Y deben tomarse como una vía segura hacia un futuro mejor. Ha habido otros intentos de pactos o acuerdos que, lamentablemente, no han llegado a fructificar. En aquella legislatura de 2000 a 2004, el PSOE se esforzó en hacer una oposición responsable, bajo el liderazgo de Rodríguez Zapatero. De hecho, además del acuerdo mencionado, y entre otros, ofrecimos al PP un acuerdo sobre Migraciones, que yo mismo discutí con el Sr. Rajoy, entonces ministro del Interior, sin resultados. Y nadie podrá discutir su urgente necesidad, entonces y ahora.
Es por ello que debemos contemplar con optimismo las conversaciones entre Gobierno y PP sobre la guerra arancelaria impulsada por Trump.
El mundo se enfrenta a un cambio de paradigma, que solo traerá consecuencias negativas para el mismo. La respuesta debe ser firme y medida, y el principio esencial para ello es la unidad, especialmente en Europa. Unidad dentro de los países y unidad en los órganos comunitarios que representan a la Unión Europea. Esta crisis artificial supone un muy grave riesgo para el crecimiento económico y la corrección de las desigualdades. Las medidas concretas, algunas complejas, serán más efectivas si tienen el mayor respaldo posible.
La situación es crítica, como señala «The Economist» esta semana. Aunque la primera impresión pueda ser de fortaleza, la realidad demuestra que la decisión de Trump es una muestra de debilidad (de ahí la corrección espasmódica que imprime a sus propuestas, ahora estableciendo una moratoria que deja algunos aranceles y que no aclara lo que ocurrirá en el futuro) que acentuará la decadencia de Estados Unidos. La respuesta de China, segura, firme y sin aspavientos, demuestra que está dispuesta a resistir la ofensiva y, probablemente, salir mejor parada de ella que Estados Unidos. China puede recurrir al impulso de su demanda interna para capear el temporal y mantener sus tasas de crecimiento económico, mientras aumentan las posibilidades de recesión en EE UU. El consumo de los hogares en China representa el 40 por ciento de su PIB, cuando otras grandes economías (encabezadas por Estados Unidos) alcanzan el 70 por ciento. De modo que, paradojas de la vida, la gran ofensiva desatada por Trump, primero contra China y luego contra Europa, puede acabar con un fortalecimiento de la posición de China. Europa debe, y puede, hacer lo propio, defendiendo nuestro modelo de bienestar, sin duda el más avanzado del mundo.
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