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La cara más humana de una guerra

Tras 10 años en Afganistán, las tropas españolas han logrado mejorar la vida de sus habitantes

Teniente Sergio Núñez Fernández/Jefe de proyectos de la Unidad CIMIC
Teniente Sergio Núñez Fernández/Jefe de proyectos de la Unidad CIMIClarazon

No sólo van a una guerra a disparar. La labor de los militares españoles desplegados en operaciones en el exterior va mucho más allá de empuñar un fusil o acabar con insurgentes. Garantizar la seguridad es primordial, sí, pero también el lograr que la población que vive en un país en conflicto sea capaz de salir adelante. De tener un futuro, en definitiva. Una tarea ésta, al igual que otras, muy desconocida para la opinión pública. Quizás nadie les recuerde por ello, pero para los protagonistas de esta historia, el mejor pago por sus acciones es tan simple como la sonrisa de un niño. Aun así, por donde han pasado han dejado su huella y han recibido numerosas muestras de agradecimiento. Kosovo, Bosnia, Líbano... Y ahora, Afganistán. Ya no son los «invasores»; son amigos a los que saludan por la calle y a los que los niños se acercan para entregar un dibujo. El último ejemplo se produjo ayer en Herat en forma de carrera. ¿Para qué? Para recaudar fondos para un orfanato.

En los más de 10 años que llevan en el país afgano han construido escuelas, hospitales, pozos, pasarelas, han reparado carreteras, mejorado la gestión agrícola... Y han repartido muchos medicamentos, alimentos, ropa o material escolar. En cifras: Cerca de 200 millones invertidos, casi 200 kilómetros de carreteras rehabilitadas, 8 clínicas rurales construidas, cuatro institutos, 6 escuelas de primaria, cerca de 450 módulos temporales de escolaridad, un sinfín de pozos reparados o inaugurados y han logrado reducir la mortalidad infantil un más de un 70%. Quizás uno de los grandes problemas sea el agua. No era extraño ver a niños recorrer varios kilómetros para recogerla de un charco sucio.

Cualquier acción de cooperación parte del Equipo de Reconstrucción Provincial (PRT), organización cívico-militar que trabaja para asentar la acción del Gobierno y sus instituciones, y mejorar las condiciones de vida de la población. En su estructura hay dos ramas: una civil y otra militar. La civil está representada por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), mientras que en la militar se distinguen tres equipos: uno de seguridad, otros psicológico y una Unidad de Cooperación Cívico Militar. Ésta última, denominada CIMIC, es la que más cerca está de la población, de sus problemas y carencias. Son los que se sientan a hablar con los notables de cada ciudad, los que tienen que ganarse su amistad y los que han conseguido que, después de tanto tiempo, «no nos vean como extraños», asegura el jefe de la Unidad CIMIC, capitán Juan Huerta Santos. Lleva desde noviembre en Qala-i-Naw y reconoce que «aunque las condiciones de vida no son las idóneas, sí que han mejorado bastante».

No duda en afirmar que le produce «gran satisfacción, porque los beneficiarios son la población, la que más sufre». Asegura que los afganos «saben que estamos para tratar de mejorar su vida y ayudarles» y, por ello, «nos aceptan, se acercan a hablar, nos cuentan sus problemas...». A cambio de su ayuda, reciben «grandes sonrisas de los niños» o «fuertes apretones de manos» de los ancianos.

Su discurso y los sentimientos que emanan de sus palabras son muy similares a los del jefe de proyectos de la Unidad, teniente Sergio Núñez Fernández, encargado de identificar las carencias y poner en marcha proyectos para paliarlas. Para él, el principal problema es el agua. Han reparado infinidad de pozos y construido varios depósitos para que «la gente pueda conseguir agua sin necesidad de desplazarse muchos kilómetros». Cualquier ayuda «la reciben con los brazos abiertos», lo que «sirve para aproximar a las fuerzas españolas y la población». «Saben que hemos venido a apoyarles, no a invadirles». «Les está costando despegar», pero «ahora tienen un Ejército, un Gobierno bastante consolidado y han avanzado en muchos aspectos».

Por último, en este equipo formado por una decena de militares está el jefe de la unidad de enlace del CIMIC, sargento Víctor de la Moya Jiménez. Es el que más cerca está de la gente. Su misión es la de enlazar con las distintas instituciones, con sus representantes o con el consejo de ancianos de un pueblo, los que le exponen sus necesidades. Sus 33 años no son un obstáculo para acercarse a ellos. «Me hablan desde la educación y el respeto». «Saben como trabajamos los españoles, nuestro carácter afable, y enseguida se abren, te invitan a su casa...». Su recompensa: «verles caminar por la pasarela o dándole a la manivela para sacar agua del pozo».

Pero queda poco para que los militares de esta unidad abandonen sus tareas. Poco a poco, el Ejército Afgano comienza a asumir las funciones de los españoles. Será en ese momento cuando, población y Fuerzas de Seguridad del país, deberán demostrar que son capaces de seguir avanzando y construir su propio futuro. El camino ya está marcado.

Capitán Juan Huerta Santos / Jefe de la Unidad CIMIC

«Los niños nos entregan dibujos»

Lleva desde noviembre en Afganistán y reconoce que las condiciones de vida de su población «han mejorado bastante». Recuerda muchas anécdotas y gestos de la gente a la que se ha acercado y ayudado, pero él se queda con «las grandes sonrisas de los niños», muchos de los cuales «nos entregan dibujos cuando pasamos». Pero también con que «ya no nos ven como a unos extraños» porque «saben que estamos para mejorar sus condiciones de vida».

Teniente Sergio Núñez Fernández / Jefe de proyectos de la Unidad CIMIC

«Ya no recogen agua de un charco sucio»

«Están encantados de vernos». El teniente Núñez da fe de ese nexo de unión entre la población afgana y los propios militares. Él es el encargado de identificar las necesidades y reconoce que una de las principales es el agua. Tras reparar infinidad de pozos y construir depósitos de agua, asegura que su mayor satisfacción es ver cómo «los niños ya no recogen agua de un charco sucio». «El país avanza», asegura. Y tiene claro que cuando se vayan, serán capaces de seguir avanzando.

Sargento Víctor de la Moya Jiménez / Jefe de la Sección de Enlace de la Unidad CIMIC

«Nos agradecen el trabajo realizado»

El sargento de la Moya (a la izquierda), es el que más cerca está de la población, el que habla con los ancianos y notables para que les cuenten sus problemas. Para él, lo más importante son los gestos. «La gente se nos acerca por la calle y nos agradece el trabajo realizado». «Todo son sonrisas» y «hablan desde la educación y el respeto». Con orgullo recuerda como el director de un instituto le comentó que «ha aumentado el número de afganos que quieren estudiar o continuar sus estudios».