Discurso de Navidad
La continuidad del Rey
Como aviso a navegantes que propugnan su relevo, Don Juan Carlos reiteró su determinación de seguir en el desempeño fiel de su mandato
La sensibilidad del Rey con los familiares de las víctimas del terrorismo estuvo presente por partida doble en el mensaje de Navidad de este año de Don Juan Carlos. Por una parte, en sus palabras de recuerdo emocionado para los familiares de los asesinados que han sufrido durante décadas la violencia y el terror, y que ven ahora como sus asesinos salen de prisión. Por otra, y como muestra gráfica de que comparte su dolor, la fotografía que aparecía junto al Monarca que recoge el momento de la audiencia de Don Juan Carlos con la Fundación de Víctimas del Terrorismo el 13 de octubre.
Sin embargo, las consecuencias de otro año más de crisis, que gravita de forma negativa sobre tantas y tantas personas, familias y empresas fue el eje del mensaje navideño del Jefe del Estado. No fue precisamente positiva la descripción del panorama actual que sufren muchos españoles por efectos de la crisis, que el Rey Juan Carlos puso casi al principio de su discurso de Nochebuena. A los más afectados por sus devastadores efectos –los desempleados, los que no tienen vivienda, los jóvenes sin trabajo, los pensionistas que sostienen a sus familiares, los que han tenido que marchar al extranjero– el monarca les dio las gracias por su solidaridad y por su ejemplo de solidaridad y civismo. Don Juan Carlos no se limitó sólo a señalar el desaliento que la situación económica ha provocado, sino que puso también el acento en los casos de falta de ejemplaridad en la vida pública que han afectado al prestigio de la política y sus instituciones. Inmediatamente fue más allá y se unió a la reclamación de la sociedad española de un cambio profundo de actitud y un compromiso ético en todos los ámbitos de la vida política, económica y social imprescindibles en una democracia. Junto con la palabra ética, otras como la ejemplaridad, la convivencia, la unidad y el respeto a la diversidad estuvieron presentes también en su tradicional discurso.
Una intervención, por cierto, un tanto distinta en la forma a la del año pasado, en la que el Monarca apareció de pie, aunque ligeramente apoyado en su mesa de despacho. Ésta vez, el discurso se grabó en el salón de audiencias, sentado y tras una mesa de despacho sobre la cual tan sólo había un ejemplar de la Constitución, que es la que usa el Rey en su trabajo diario.
No podía faltar en las palabras del Rey a los españoles al término de este complicado y difícil año de retos por parte de los nacionalistas catalanes un llamamiento para que la ejemplaridad presida las instituciones, para que se hagan cumplir la Constitución y las leyes, y las controversias se resuelvan con arreglo a las reglas del juego democrático aprobadas por todos. Esa es la garantía del respeto a la convivencia. Pero, matizó, la utilidad y ventajas que ha proporcionado la Constitución del 78, que en los últimos tiempos y a menudo se pretende ignorar u olvidar, no es incompatible con reconocer la necesidad de mejorar en muchos aspectos la calidad de nuestra democracia.
Para el Rey la clave está en creer en un país, libre, justo y unido dentro de su diversidad, una España abierta en la cabemos todos y que entre todos debemos seguir construyendo. A la hora de la despedida y como aviso a navegantes que propugnan su relevo al frente de la Corona, la reiteración de la determinación de Don Juan Carlos de continuar en el desempeño fiel de su mandato y las competencias que le atribuye el orden constitucional. Con una finalidad clara: seguir estimulando la convivencia cívica. Y una afirmación tajante para despejar dudas: que todos los españoles tengan la seguridad de que el Rey asume las exigencias de ejemplaridad y transparencia que actualmente exige la sociedad.
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