Opinión
Lección de los Monarcas
Ya ocurrió con la DANA y lo hacen ahora con la «DANA del fuego».
Le están dando los Reyes a Sánchez una nueva lección. Ya ocurrió con la DANA y lo hacen ahora con la «DANA del fuego», los terribles incendios que han arrasado este verano buena parte de la superficie forestal de España. De hecho, y aunque no haya trascendido por discreción, ya hicieron una visita a la UME el 17 de agosto, dos días antes de que el jefe del Gobierno decidiera abandonar La Mareta para recorrer, encapsulado, algunos de los puntos de la ola incendiaria. No evitó los abucheos, como es ya tradición. La gente en la calle es más intuitiva de lo que parece, y distingue la impostura del compromiso. Sánchez fue a la foto y se quitó pronto de en medio.
Los Reyes, amén de las instantáneas de rigor, están con la gente, como ocurrió antes en Paiporta o Catarroja. No porque les solventen problemas graves relacionados con las pérdidas que han sufrido en este agosto aciago, sino porque dar afecto es importante. Algo que hubieran hecho antes, de no ser por la programación que realiza Moncloa. Se puede concluir que la voluntad de Don Felipe aceleró la presencia del presidente. Tarde y mal, porque la reacción fue forzada y no sirvió para aportar los medios necesarios en la extinción. El problema es que hemos pasado del «si quieren medios que los pidan», a la nueva doctrina de «que pidan, sí, pero no demasiado, y sin prisas», como si el fuego entendiera de plazos. Una vez más, lo único que se ha puesto de manifiesto es la improvisación.
Protección Civil, o sea Interior, desconocía los efectivos que podía poner a disposición de las regiones porque no se ocupó de hacer un inventario por autonomías, de manera que cuando salta la chispa en Castilla, ayuda Cataluña de inmediato. No, apenas sabe los dispositivos que tiene la Administración central y, en vez de ofrecerlos desde el primer día, remolonea hasta el final, como si apagar los fuegos fuera solo cosa de las comunidades. ¿Para qué queremos al Gobierno central? Estar mirando, cruzado de brazos, mientras se queman miles de hectáreas, no puede ser la actitud de Sánchez y su legión de ministerios. Si bien, el problema de fondo es la incompetencia, como vimos en la pandemia. La gestión centralizada del Covid fue un caos y por eso después recurrieron a la «co-gobernanza».
En materia de llamas han decidido que «mejor que gobiernen ellos», y que pidan poco. Si se quema el monte, será culpa del PP y del cambio climático. El Gobierno ya se encargará de las ayudas. Pero ni eso. Llegó el día de las ayudas y no hubo nada, apenas la promesa de que las habrá, porque ahora están desactualizadas. Lo están, sí, aunque podrían haberse ocupado de ponerlas al día. Claro que tal cosa implicaba trabajar, que es lo que no han hecho. Se han dedicado a mirar y a quejarse de que los afectados «piden imposibles» de un día para otro. Como si no supieran que los fuegos avanzan una enormidad «de un día para otro», y de manera imprevisible, sobre todo si son de «sexta generación», como les llaman.
Sexta generación significa que no se ha hecho nada en prevención, no se han limpiado los montes, sino que se ha dificultado esta tarea con una maraña legislativa que impide talar, desbrozar o que el ganado coma en los parques naturales. Han puesto a cuatro eco-wokes social-podemitas al frente del Medio Ambiente y piensan que el campo debe estar ahí para verlo, no para pisarlo. Menos aún para limpiarlo. Restauración de la naturaleza salvaje sin ganadería ni agricultura, con decenas de aldeas rodeadas por una maleza que es gasolina.