Opinión

Lejos de la Constitución

Lo triste de estas elecciones es que la única incógnita relevante sea cómo se repartirán el poder PSC, Junts y ERC

GRAFCAT4188. BARCELONA, 10/05/2024.- Un operario municipal coloca las papeletas en una cabina en el colegio electoral situado en el edificio Novíssim del Ayuntamiento de Barcelona donde se ultiman los preparativos para las votaciones de las elecciones catalanas que se celebrarán este próximo domingo día 12 de mayo. EFE/Alberto Estévez
Preparativos para las elecciones catalanas del 12 de mayoAlberto EstévezAgencia EFE

Está la cosa para comprar palomitas y cervezas y juntarse ante la tele esta noche para hacer porras de resultados. Desde las elecciones de julio del 23, una ya no acude a los platós con ideas anticipadas. En España ganó el PP y no pudo gobernar y en Cataluña, en el 21, ganó el PSC y gobernó Esquerra. Así que atentos a los pactos. El final de la campaña y las encuestas andorranas, que ya saben que publica El Periódico de Cataluña fuera de España, revelan una tendencia al alza del voto a Puigdemont. Es remotamente posible un «sorpasso», que es como ahora se dice el adelanto electoral y sería muy impactante ver la cara de Sánchez superado por aquél al que ha dado un indulto después de planificar un golpe de Estado. Lo más probable, desde luego, es que gane las elecciones el socialista Illa, pero eso no es el final de las incógnitas. El PSC necesita que le den mayoría de 68 escaños los acuerdos con ERC y los Comunes, que en las horquillas más bajas no suman lo necesario. Junts, a su vez, requeriría para gobernar los asientos suficientes de ERC, la CUP y el partido islamófobo de Alianza Catalana, que de salida tampoco dan.

La evolución de la campaña ha mostrado la paulatina debilidad de ERC, que en los anteriores comicios empató con los socialistas a 33 escaños y ahora va por 28. También una tendencia de PP y Vox a igualarse bastante, la desaparición inevitable de Ciudadanos y una bajada notable de Comunes y Vox, que se ha compensado un poco al final. Los resultados están lo suficientemente abiertos como para dar una buena noche de recuento. Si no hay que repetir elecciones, que podría ser, aquí hay gente que lo va a pasar mal. Por ejemplo, si ganase Puigdemont o quedase muy muy cerca del PSC, Pedro Sánchez lo tendría difícil para dificultarle el gobierno: podría costarle el apoyo de Junts en Madrid. Asimismo, ERC se juega mucho en caso de pactar de nuevo con el PSC, bastante ha perdido ya en intención de voto para seguir haciendo de tonto útil de Sánchez.

El voto constitucionalista lo tiene marrón hormiga. Es verdad lo que claman Alejandro Fernández e Ignacio Garriga (PP y Vox) de que votar a Salvador Illa es tirar el voto al pozo secesionista. Pero claro, no hay posibilidad de gobierno que no pase por ERC, sea con Puigdemont o con Sánchez. La subida de los azules y los verdes se debe sobre todo a la desaparición de Ciudadanos. Lo triste de estas elecciones es que la única incógnita relevante sea cómo se repartirán el poder PSC, Junts y ERC. Cada vez más, el debate político es en Cataluña el de la identidad, sin que se planteen soluciones originales sobre los impuestos, las aguas, la vivienda, la deuda de la administración, las empresas que se han marchado, la sanidad pública ineficiente, la educación, la seguridad ciudadana, el trabajo juvenil, el campo, etc.

Por eso es digno de subrayar que haya sectores sociales que, como en su momento en el País Vasco, se hayan decidido a pedir el voto en contra del bloque identitario nacionalista. Fernando Savater y otros representantes han hecho público un manifiesto pidiendo el voto a las opciones constitucionales (PP, Ciudadanos o Vox). También la Asociación Cultural John Henry Newman, de sensibilidad cristiana, sugiere en un comunicado abierto «Votar, y no hacerlo a aquellos partidos que están sosteniendo actualmente los gobiernos de Cataluña y España, precisamente porque están actuando en contra de los principios que consideramos cruciales». Y entre ellos enuncian: la libertad de los ciudadanos, el valor de la vida, el apoyo a la familia, el fomento de la sociedad civil y sus cuerpos intermedios y la libre educación en la lengua materna de los estudiantes. Es triste que el socialismo esté tan lejos del constitucionalismo.