El desafío independentista

Margallo: «Ningún político puede privar a un catalán de su derecho a ser español»

García-Margallo está seguro de que «la recuperación económica de España es irreversible». En la imagen, en el Palacio de Santa Cruz
García-Margallo está seguro de que «la recuperación económica de España es irreversible». En la imagen, en el Palacio de Santa Cruzlarazon

El titular de Exteriores avisa de que «la deriva de Mas puede acabar en una frustración colectiva cuando se demuestre que es un camino sin salida».

Rajoy escogió a un experto en economía y a un enamorado de Cataluña para la cartera de Exteriores. Dos años después, esta decisión parece casi profética. Los límites del papel que tradicionalmente venía asignándose al jefe de la diplomacia se desdibujan al mismo ritmo que las fronteras físicas. La globalización ha llegado con fuerza al palacio de Santa Cruz y no sorprende que José Manuel García-Margallo –ex alumno de Deusto y Harvard, 17 años en Bruselas– salte en sus respuestas de Crimea a Barcelona: los dos principales problemas internos de España –el separatismo catalán y la recuperación económica– son retos cuya solución depende, en buena medida, de la percepción que sobre estos temas exista en el exterior. En el siglo XXI todos los asuntos son asuntos exteriores.

–¿Va a atreverse Mas a hacer realidad la consulta soberanista?

–Si la consulta es declarada inconstitucional, ésta es una línea que el presidente Mas no traspasará. El respeto a la legalidad es la norma absoluta en todos los estados de Derecho.

–Además de ir apagando los fuegos a medida que se van produciendo, ¿tiene el Gobierno una estrategia a largo plazo para cerrar la brecha entre España y parte de la sociedad catalana creada por los mitos nacionalistas («España nos roba»...)?

–Las estrategias no se desvelan. Lo que sí hay es una visión del proceso catalán. Al Gobierno le preocupa cualquier tipo de desafección, y si es en Cataluña le preocupa más porque es una zona especialmente importante y querida. No quieren más a Cataluña los que quieren la secesión. Los que creemos que esto es malo para Cataluña, malo para España y malo para la UE estamos llevados por los mismos afectos hacia estas tres realidades. Primero, hay que ver las causas de esa desafección. Segundo, ver hasta qué punto corresponden a una realidad. Tercero, ver lo que es posible y lo que no lo es. Y cuarto, buscar la solución con el diálogo. El Gobierno ha dicho que está dispuesto a un diálogo sin fecha de caducidad con dos condiciones: que se haga dentro de la Ley y que se haga entre todos.

–¿Cuál es la viabilidad de una Cataluña independiente a través de una declaración unilateral no reconocida por la comunidad internacional?

–Hemos calculado que la secesión supondría un deterioro del 20% del bienestar de los catalanes. Y no es una amenaza, como se ha dicho alguna vez, es una advertencia porque se corre un riesgo cierto. Un riesgo cierto que perjudicaría a Cataluña, a España y a la Unión Europea. Sólo en cuanto a la deuda pública, Cataluña se encontraría en «default». España estaría en una situación más complicada en los mercados de capitales y la unión monetaria se encontraría con un volumen de deuda pública cuyo pago sería más difícil.

–¿Es posible el diálogo dentro de la Constitución con quienes han declarado sin ambages que quieren superar sus límites?

–La sentencia del TC dice dos cosas. Uno, la unidad de España es el fundamento en el que se basa la Constitución. Segundo, la decisión no corresponde a una parte de los españoles, sino a la totalidad de españoles, que sufrirían una amputación tras la secesión de Cataluña. Si se quiere derogar esos dos diques, esos dos pilares, hay que ir a un procedimiento de reforma establecido en la propia Constitución. Eso es lo que dice la legalidad. Fuera de esto no es posible. Y no se trata sólo de un argumento jurídico. La unidad de España es un bien moral que hemos compartido durante muchos años. Es una convicción profunda. No puede haber ningún dirigente político que pueda privar a un catalán de su derecho de ser español o de ser europeo. Cada centímetro cuadrado de este país es propiedad indivisa de todos y cada uno de los españoles y no hay dirigente político, por amplia que sea su mayoría, que pueda expropiarlos. Es algo que, en mi opinión, no es concebible. La secesión de Cataluña supondría, además, una mutilación cultural para los catalanes y darle la espalda a aquellos creadores catalanes que han escrito en castellano o que, habiendo nacido fuera de Cataluña, tanto han contribuido a forjar su alma. Piense en Ramón Llull, Ausiàs March o Joanot Martorell. Cataluña se encontraría aislada internacionalmente y privada del acceso, en cuanto a la deuda pública, a las instituciones que heredamos de Bretton Woods, como el FMI. Es absolutamente sabido, y ha sido reiterado, que estaría automáticamente excluida de la UE, tendría que renegociar todos los tratados que le afectan por formar parte España y estaría en una situación de aislamiento que es inconcebible en el siglo XXI.

–¿Es usted el ministro que más esfuerzos hace por comunicar los costes de la independencia por un encargo directo de Moncloa o por su perfil personal?

–Los ministros tenemos un cierto grado de autonomía. Lo que sí le puedo decir es que no he recibido ninguna contraindicación del presidente del Gobierno. Y mi relación con él no es sólo la relación que tiene un ministro con su presidente. Es una relación de absoluta proximidad. Me basta un guiño del presidente del Gobierno para hacer una cosa, dejar de hacerla o abandonar mi puesto. Mi lealtad a Mariano Rajoy es una lealtad que viene de antiguo y es una lealtad política y personal. Cuando me preguntan de qué parte de España soy me cuesta decirlo porque me gusta más el conjunto que las partes. Estudié el Bachillerato y la Universidad en el País Vasco en una época complicada y conozco lo que son las tensiones territoriales. También las conozco porque en Harvard estudié las administraciones de Hacienda en los países federales. En la Constitución presenté a título personal una enmienda al artículo 2, en el que se incluía la expresión «la indivisibilidad del territorio», que era mi preocupación en aquel momento. A lo largo de mi carrera he publicado 6 o 7 libros sobre financiación autonómica. El problema más importante que tiene España es el de la unidad. Los otros problemas se arreglan. Un problema de disolución y de ruptura es irreversible. Por tanto, como me preocupa y como tengo una gran simpatía por Cataluña, me parece que la deriva que están corriendo es extraordinariamente peligrosa. Es un camino que no conduce a ningún sito. Considero que es un deber advertir a nuestros compatriotas catalanes de los riesgos que corren. La deriva independentista puede acabar en una frustración colectiva cuando se demuestre que es un camino sin salida. Y eso en política es muy peligroso porque uno está obligado a buscar soluciones que sean posibles, realistas y que contribuyan al bienestar de los ciudadanos. La secesión no es posible, no es viable y redundaría en un empobrecimiento de los catalanes en grado superlativo. Me gustaría que nadie viese en mis palabras una amenaza, sino la advertencia de un peligro para una parte de España a la que quiero enormemente.

–Las maniobras del Gobierno de Cataluña para lograr simpatías internacionales se han contado, hasta ahora, por fracasos.

–La carta del señor Mas fue contestada sólo por un Gobierno –el húngaro– en términos muy vagos. En la UE estos movimientos se ven con muy poca simpatía. Pueden servir de precedente para una explosión. El señor Mas ha declarado que a él le gustaría una Unión Europea de 70 o 75 estados. Esto pone los pelos de punta en Bruselas. Además de ser un precedente malo sería un precedente en la mala dirección. Lo que estamos haciendo es un proceso de integración europea y desintegrar las partes que se tienen que integrar es contrario a la marcha de los tiempos.

–Se dice que con sus conocimientos de economía, su experiencia en Europa y siendo el segundo miembro mejor valorado del Gobierno es usted el candidato idóneo a las europeas.

–No soy candidato a nada. Mi vida política acabará cuando acabe la vida política de Mariano Rajoy o cuando decida que mi vida política acabe antes que la suya. Hay candidatos magníficos. El único problema que no tenemos es el problema de banquillo. Yo estoy encantado con lo que estoy haciendo en el Ministerio de Asuntos Exteriores.

–¿A qué puestos clave aspira España en las instituciones europeas tras las elecciones de mayo?

–No me parece lo más inteligente decir los reyes que tiene uno cuando está jugando a la grande. Y estamos jugando a la grande.

–¿Hay preocupación en el PP por los resultados que pueda cosechar VOX?

–Las europeas son muy extrañas. Son contempladas por el elector con distanciamiento, como una oportunidad para darle gusto al gatillo sin calcular las consecuencias. Es probable que los grandes partidos podamos sufrir algún deterioro que no se produce en otras elecciones. No puedo calibrar qué va a pasar pero he estado 17 años en Bruselas y mi experiencia es que las cosas salen cuando los dos grandes partidos se ponen de acuerdo. Los partidos pequeños allí se disuelven. Quien entregue un voto a un partido que puede tener un diputado en un parlamento de más de 700 sabe que está dando gusto al gatillo pero, también, haciendo un canto a la irrelevancia política.

–¿Es irreversible la recuperación económica de España?

–A mi juicio, sí. Se ha producido un cambio revolucionario en el modelo económico. Nosotros heredamos uno basado en el endeudamiento, en el protagonismo del sector inmobiliario y en la pérdida de competitividad. Se ha dado un giro a uno basado en la productividad, la competitividad y el liderazgo del sector exterior. Las exportaciones están en el 35% y esto es un fenómeno estructural, no coyuntural. Las empresas españolas están triunfando en el mundo. El año pasado consiguieron licitaciones por valor de 50.000 millones de euros. Este cambio a un modelo más volcado a un mundo globalizado se está consolidando.

Es verdad que este cambio no ha llegado al ciudadano. El crédito ha empezado a fluir, pero no en las cantidades que nos gustaría. No hay creación de empleo al ritmo que nos gustaría, pero los cimientos que antes eran de arena ahora son cimientos sólidos y, por tanto, la construcción va a ser duradera y permanente. El mundo va por ahí.

–¿Por qué será recordada la primera legislatura de Rajoy?

–Cogimos un barco a punto de naufragar. Hemos logrado achicar el agua y ponerlo en condiciones de navegar, aunque aún no a la velocidad que nos gustaría.

–¿Está perjudicando el proceso catalán a la recuperación de la Marca España?

–Éste no es el principal problema. Hay un problema que se percibe, lógicamente, como muy negativo, que es el problema del paro. En el resto hemos mejorado en dos puntos sólo en dos años. Las perspectivas son infinitamente mejores. Desde Marca España seguimos con una enorme atención la percepción que sobre nuestro país existe en los mercados. Y el cambio de percepción que se esta produciendo es radical.

–¿Es optimista con la marcha de las negociaciones para sentarnos en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas?

–Sí. Estamos en una carrera que es la más complicada de las cuatro en las que hemos estado. Cuando España presenta su candidatura en 2005 éramos dos candidatos: nosotros y Nueva Zelanda. De repente, irrumpe Turquía, un país emergente y una potencia regional muy importante. Está haciendo un enorme esfuerzo de penetración en todo el mundo, especialmente en África. Además, hemos tenido dificultades presupuestarias. Dicho esto, nuestros activos (nuestro respeto a la legalidad internacional, nuestros enormes esfuerzos de cooperación cuando hemos podido hacerlo, la importancia que damos al multilateralismo y nuestro compromiso en operaciones de mantenimiento de la paz con 130.000 hombres en armas en todo el mundo) son comprobables y creo que, al final, darán resultado.

–LA RAZÓN ha publicado recientemente que Picardo está intensificando los vertidos. ¿Cuál va a ser la contestación de España?

–Hemos planteado una denuncia a la Fiscalía, hemos trasladado esta denuncia a Europa, hemos prohibido la entrada de materiales de construcción y estamos haciendo gestiones con los países amigos de donde vienen estos materiales para informarles de que se están utilizando para actividades ilícitas contra el medio ambiente.

–¿Ha tenido alguna vez la sensación de que el principal escollo de España en Gibraltar es el PSOE más que los británicos?

–No. A nivel nacional, la coincidencia entre los dos grandes partidos es muy grande. Han aceptado que había que cambiar radicalmente la estrategia con Gibraltar. Ya lo había hecho Trinidad Jiménez. El fenómeno de Gibraltar se traduce en que un territorio sin recursos, de seis kilómetros cuadrados y 23.000 habitantes, es la cuarta renta per cápita del mundo. No me preocupa que eso se esté produciendo de una manera artificial, pero sí me preocupa que eso perjudique a los intereses de españoles.

–Aunque no sea exactamente su área, un antepasado suyo murió defendiendo Melilla durante un asedio y no puedo dejar de preguntarle por los recientes sucesos y, en concreto, por el papel de la UE.

–El fenómeno de la inmigración es uno de los más preocupantes y ningún Estado lo puede resolver por sí mismo. La frontera entre España y Marruecos es la más desigual del mundo. A mi juicio la solución del problema pasa por controlar las fronteras puesto que no tenemos capacidad para acoger a todos los que quisieran venir. Pasa, también, por una política de cooperación con los países de origen para acabar con el caldo de cultivo, que es la pobreza. Y pasa por políticas de integración. Es un problema muy grave, humanamente muy doloroso y que exige la cooperación europea porque ningún Estado miembro lo puede resolver.

–¿Cómo van a quedar las piezas después de que todo se asiente tras la crisis de Crimea?

–Es pronto para adoptar conclusiones porque Moscú aún pudiera escalar el conflicto, por ejemplo interviniendo en el este de Ucrania, pero se pueden comenzar a perfilar tres diferentes líneas de acción. La primera es seguir defendiendo la ilegalidad del referéndum celebrado en Crimea y la posterior anexión de esta región por Rusia. Estas acciones son claramente contrarias al Derecho Internacional y a los valores que España y la UE defienden y, por ello, es esencial reaccionar con firmeza. La segunda es dar garantías a nuestros aliados (países bálticos, Polonia, etc...) y a nuestros socios sobre su seguridad ante eventuales acciones por parte de Rusia. Y, por último, hay que continuar con los esfuerzos para propiciar y entablar un diálogo constructivo con Rusia. Rusia es un actor esencial en cuestiones como la crisis siria, pero también Afganistán y el post 2014, sin olvidar las negociaciones del UE3+3 con Irán, donde la contribución de Rusia es esencial.

–¿Por qué ningún Gobierno se atreve a romper con Obiang?

–¿Por qué no se rompe con Corea del Norte? Una cosa es que tengas relaciones diplomáticas con todos los países que están en Naciones Unidas y otra cosa es que te guste o no te guste su sistema político. Y no estoy haciendo ningún juicio de valor. En este momento no está en la agenda viajar a Guinea.

–Poco después de una intervención quirúrgica no menor ha volado decenas de miles de millas hasta Manila, Hanoi y Kuala Lumpur para impulsar la internacionalización de nuestras empresas, potenciar la Marca España y apoyar nuestros esfuerzos de cooperación. ¿Vale la pena pegarse estas palizas por España?

–Cuando uno está en este oficio es porque cree mucho en su país. Ni yo ni ninguno de los ministros de este gabinete tiene necesidad de dedicarse a la política, tienen formas más cómodas de ganarse la vida. La política exige una cierta idea de tu país y una gran pasión por tu país. Cuando te metes en esto sabes a lo que vas y te compensa.

–Sus críticos le tildan de locuaz. ¿Es debido a que habla mucho o a que habla claro?

–Si dicen eso seguro que piensan que yo daría más gloria a Dios callándome. También creo que en política uno está para hacer cosas. Y es entonces cuando se corren riesgos: a nadie le coge el toro si está en el burladero. Lo que no sé es si tiene mucho sentido hacer política desde el burladero. Cuando se hace política se tienen que tener ideas y tienes que exponerlas, porque la política es pedagogía. Y eso exige hablar, porque la política en democracia es el triunfo de la palabra. Yo procuro hablar solo de lo que sé y después de haber reflexionado.

–Usted se ha definido públicamente como un patriota. Esto no es algo que se escuche muy habitualmente de labios de un político hoy por hoy.

–Yo creo que todos los que estamos en política lo hacemos por patriotismo.

–Pero no lo dicen.

–Quizá sean más pudorosos que yo. Una de las frases que más me han impresionado en política es de Don Juan cuando cede los derechos dinásticos a su hijo: «Por España, todo por España, Majestad». Eso es patriotismo.