Opinión

El «mazazo» a Sánchez

El PP se ha llevado al PSOE por delante a nivel global y allí donde sus fuerzas han sido insuficientes, los pactos han hecho el resto

Mitin del PP en el Retiro con la participación de Alemida Ayuso y Feijoó. © Jesús G. Feria.
Mitin del PP en el Retiro con la participación de Alemida Ayuso y Feijoó.© Jesús G. Feria.Jesús G. FeriaFotógrafos

El cambio ha quedado fotografiado. La constitución de los ayuntamientos este sábado tuvo un rotundo fondo azul. El fracaso del PSOE, por más que Pedro Sánchez haya tratado de difuminarlo convocando elecciones anticipadas, es indisimulable. De las 52 capitales de provincia y 15 ciudades con más 150.00 habitantes, en 41 de ellas habrá alcalde del PP y el PSOE cae hasta 17. El socialismo puede seguir atrincherado sin hacer autocrítica, normalizando a Bildu y dejándose animar por el CIS de José Félix Tezanos, pero la pared que lo aleja de la gente la tiene delante.

Si el poder se forja desde la base, al Partido Socialista le ha volado una de sus piernas. La que pisa más cerca de los españoles. Veinte días después del 28-M, la conformación de los consistorios ha colocado al sanchismo sobre las brasas. Jaume Collboni y Carolina Darias son hoy los referentes municipales del partido en toda España. Uno, investido en Barcelona gracias a la fe constitucionalista de los populares y, la otra, ungida alcaldesa de Las Palmas de Gran Canaria. La derrota es completa.

La cantidad de cargos que han perdido su puesto no tiene parangón. «El shock por el batacazo fue masivo, pero ahora es cuando nos desangramos», admite un dirigente con escaso ánimo. «El mazazo», reconoce, «ha sido brutal orgánica y personalmente» y lo será todavía más con el paso de los días. A los centenares de despidos en los ayuntamientos que está habiendo, hay que sumar la ola, todavía por llegar, de las comunidades autónomas. El socialismo va a ser desalojado del gobierno en la Comunidad Valenciana, Aragón, Extremadura, Baleares, Canarias, La Rioja y Cantabria. «¿Quién puede estar preparado para una desolación así?», concluye el mismo cuadro. Con eso justamente está obsesionado el grueso del partido.

Los más acérrimos sanchistas, al calor de un puesto de salida en las listas del Congreso o del Senado, apelan a la necesidad de transformar ese desaliento en impulso para ganar las elecciones. «Hay que centrarse en dar la batalla», repiten desde La Moncloa. Tal cual. Pero el PP se los ha llevado por delante a nivel global y allí donde sus fuerzas han sido insuficientes, los pactos han hecho el resto. Principalmente, con Vox. Los populares van a acudir a las generales en la mejor condición posible bajo el incontestable liderazgo de Alberto Núñez Feijóo, aunque desde el complejo presidencial y Ferraz prefieran meter la cabeza debajo del ala. En las alturas continúa brillando por su ausencia cualquier análisis sobre las razones de la debacle.

Los guionistas presidenciales buscan convencerse de que los pactos PP-Vox van a esculpir en el electorado progresista la idea de que Alberto Núñez Feijóo va en un ticket electoral con Santiago Abascal. Creen que con eso van a movilizar a la izquierda. No quieren ver que, planteando esa contraposición, la experiencia demuestra que los populares aglutinan voto útil. Ya pasó el año pasado en Andalucía. Ahí está el militante CIS, pagado con dinero de todos, para insuflar ánimos, contradiciendo lo ocurrido en las urnas todavía no hace un mes.

Ese mensaje, el de «alerta antifascista», ya fue trasladado por el propio Sánchez a puerta cerrada en el pasado Comité Federal, con muchos de los presentes preparándose para una nueva guerra interna. Ante el actual viaje a las urnas, hay dirigentes que imprimen cautelas y dicen que ese constante «¡Que viene el lobo!» no funciona. Incluso alertan de que los ciudadanos interiorizaron hace tiempo que las derechas acordarían allí donde la suma fuese precisa. Es evidente. Al igual que el socialismo materializó históricamente pactos con IU o, más recientemente, se ha coaligado con Podemos y ha abusado de sus alianzas con ERC y Bildu.

Esa superioridad moral de la izquierda de decir a los demás con quién deben aliarse, sin tener ella remilgos para abrazar incluso a los filoetarras, no tiene más recorrido. El mensaje enviado por Feijóo el sábado en Barcelona, Álava o en la simbólica Durango, entregando las alcaldías, a socialistas y PNV, sin pedir nada a cambio, por responsabilidad, para que no siguiese la ultra izquierda de Ada Colau o llegase el independentismo al equipo de gobierno de la Ciudad Condal o que, en los ayuntamientos vascos, no mande EH-Bildu, es un misil a los irresponsables pactos marca del líder socialista.

Con un plan de ensanchamiento de sus siglas, Feijóo cabalga sobre la condición de aspirante favorito a la presidencia del Gobierno, para desesperación de Sánchez. Y, a diferencia del mandamás socialista, el jefe de filas del Partido Popular puede permitirse defender un Gabinete fuerte desde la centralidad como eje de campaña. A tenor de los acontecimientos, a los populares les favorecería llegar a las urnas con gobiernos a pleno rendimiento anunciando paquetes de medidas y no enredados en negociaciones. Aún quedan 35 días por delante.