Investidura

Moncloa recela del protagonismo de Díaz: «Crea un ruido que no toca»

La locuacidad de la vicepresidenta contrasta con la discreción de los socialistas sobre una futura amnistía

MADRID, 18/09/2023.- La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social en funciones, Yolanda Díaz, preside la entrega de diplomas a los nuevos inspectores y subinspectores del Cuerpo de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social en el Paraninfo de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) este lunes. EFE/ Rodrigo Jiménez
MADRID, 18/09/2023.- La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social en funciones, Yolanda Díaz, preside la entrega de diplomas a los nuevos inspectores y subinspectores del Cuerpo de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social en el Paraninfo de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) este lunes. EFE/ Rodrigo JiménezRodrigo JiménezAgencia EFE

A una semana de que arranque la investidura de Alberto Núñez Feijóo podría decirse que este mes «en blanco» –como lo definen fuentes socialistas– no se ha desarrollado como esperaban en La Moncloa. Los socialistas frenaron el impulso de Pedro Sánchez de someterse a una investidura «pronto», tras certificar el éxito de la votación para hacerse con la Presidencia del Congreso, valorando que el compás de espera era más beneficioso para sus intereses. Con un endiablado panorama por delante, en forma de orfebrería parlamentaria, el candidato socialista optó por no cortarle el paso a Feijóo, evitando también un conflicto institucional para Felipe VI, y pasó a un segundo plano que garantizara la necesaria discreción para negociar su futura investidura sin focos. Mientras, el líder del PP –se regodeaban–sufriría el desgaste de la sobreexposición mediática frente a una mayoría de bloqueo en su contra y la tarea infructuosa de voltearla a su favor.

Sin embargo, el debate sobre la amnistía ha capitalizado las últimas semanas y ha desbaratado todas las estrategias. La de Feijóo, que reclamaba su papel como fuerza más votada. Un protagonismo que se ha visto eclipsado y le ha obligado a posicionarse con un acto en la calle el próximo domingo, asumiendo una actitud de oposición preventiva ante los futuros pactos que pueda alcanzar Sánchez para revalidar el poder. Pero, sobre todo, la del presidente del Gobierno en funciones que, si esperaba despachar toda la presión hacia el candidato del PP, ha copado no solo el protagonismo de las negociaciones –que aspiraban a ser discretas, si no secretas–, además del desgaste de la crítica, tanto dentro como fuera del PSOE, por las eventuales cesiones que se acaben concediendo al independentismo. Este mes «en blanco» se ha tornado negro para Sánchez o, al menos, no todo lo plácido que anticipaba, y parte de ese coste se lo imputan a Yolanda Díaz.

En Moncloa y en el PSOE recelan del excesivo protagonismo que reclama la vicepresidenta en funciones en las negociaciones para la investidura. El malestar que generó su cita en Bruselas con Carles Puigdemont se reactiva con cada aparición pública o declaración en la que coloca debates que «no están sobre la mesa». En la parte socialista del Gobierno se han conjurado a la discreción, manteniendo que es «el tiempo de Feijóo», mientras que Díaz pugna por demostrar que ella marca los tiempos. «Crea un ruido que no toca», critican fuentes socialistas, que reniegan de un «reparto de papeles» y limitan sus movimientos exclusivamente como líder de Sumar. «Aquí quien lleva la batuta de las negociaciones somos nosotros», señalan en la órbita socialista, asegurando que quien está al tanto del desarrollo de las conversaciones es un grupo muy reducido de personas y no presume de ello.

La locuacidad de Díaz, que incluso se atrevió en una entrevista el domingo en «La Vanguardia» a teorizar sobre los tipos de amnistía que existen, también contrasta con la parquedad de palabras de los socialistas, que han desterrado este término de su vocabulario. La palabra amnistía de la que reniegan por «gruesa» en el entorno del presidente no se pronuncia ni en público ni en privado, donde si lo hacen es para apuntar alguna fórmula asimilable y, en todo caso, que se limite a casuísticas muy diferenciadas e individualizadas. Sánchez ha dado instrucción a los suyos de no dar cuerpo a ningún debate hasta que haya un acuerdo al respecto al que dar publicidad y, la consiguiente, explicación y pedagogía.

A los socialistas hay que leerles entre líneas. Ni siquiera en su exigencia a Junts de renunciar a la unilateralidad, que adelantó este diario, se muestran taxativos en público, aplicando giros retóricos como «superar la fractura» o «superar la tensión insoportable» de 2017, epicentro del «procés» y de la declaración de independencia. «Todo está en una fase muy embrionaria», reconocen fuentes socialistas, que aseguran que el principal «avance» es que no se han roto los puentes de comunicación. «Hablar ya es avanzar», aseguran, valorando positivamente la actitud de Junts. En el Gobierno recibieron con satisfacción la visita de Andoni Ortuzar a Waterloo para reunirse con Carles Puigdemont, pues, entienden, que la reactivación de esta relación –rota hace seis años– también abona el terreno para que Junts haga política.

Tampoco en el entorno de Puigdemont gusta el excesivo protagonismo de Díaz. El expresidente ha bunkerizado la negociación sobre la investidura, a salvo de la democracia interna de su formación y del sector más hiperventilado –que apenas se ha pronunciado–. Ambas partes son conscientes de que si quieren que las conversaciones lleguen a buen puerto la discreción es imprescindible. Para romper siempre hay tiempo.