Estrategia

Moncloa reniega ahora del tándem con Díaz

Duelo de espadas en el Ejecutivo socialista: culpan a los «hombres» de Sánchez del desastre

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez
El presidente del Gobierno, Pedro SánchezEPEP

Sin poder territorial, ni en ayuntamientos ni en Comunidades Autónomas, después de la debacle electoral de hace una semana, la salida del PSOE del Gobierno tras las generales del 23J sitúa a los socialistas ante el vértigo de verse ya precipitándose por el abismo. El desánimo está en todas las federaciones socialistas, que dan por perdido el partido, pero lo que resulta más significativo es que esa sensación de que la salida del Gobierno es inevitable se note también entre los ministros, e incluso en el núcleo duro del presidente Pedro Sánchez.

El ánimo de derrota hace que dentro del Consejo de Ministros ya no se disimulen las diferencias en el corazón de la cuota socialista, al margen de que la convivencia con Podemos lleve mucho tiempo rota. Ministros y ministras, que hasta ahora se han mordido la lengua ante las decisiones del gabinete del presidente, ya se mueven con libertad para entonar el «ya lo dijimos» y apuntan directamente contra la «fontanería» del presidente y contra el propio presidente Sánchez.

El 28M enterró el poder territorial de la izquierda, pero también la confianza en que la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, sea la guía que ayude al PSOE a mantenerse en Moncloa. Nadie cree ya en el proyecto de tándem Pedro-Yolanda, al que lo apostaron todo en el gabinete del presidente, y mientras que los «hombres» de Moncloa intentan rectificar la apuesta del todo o nada por Sumar, desde dentro les señalan con el dedo por ser «los ideólogos» –sentencian– de una operación fallida que amenaza con llevarse por delante al Partido Socialista.

Hasta Sánchez ha pasado página de su compromiso con la alianza progresista, de la que ya no hablan los ideólogos del presidente porque han empezado a predicar sólo en favor de las siglas socialistas. «Demasiado tarde», se escucha salir del Consejo de Ministros. Por cierto, parece ser que la titular de Hacienda, María Jesús Montero, capitanea la revuelta contra la hoja de ruta en la que trabajaban hasta el 28M en ese núcleo duro del presidente, y que fue impuesta al conjunto del Gobierno y también al partido.

En la medida en que Sumar ya no suma como muleta del PSOE, o así lo apuntan las proyecciones que hacen en Moncloa, ya no les queda más salida que intentar aglutinar el voto en las siglas socialistas: el objetivo es volver al voto útil, para, después del 23J, poder buscar cobijo en el argumento de que el PSOE «ha aguantado», y que la responsabilidad de que no se reedite la coalición es de Podemos y también de Yolanda Díaz, de una izquierda a su izquierda que ha arruinado el proyecto «sanchista» por embarcarse en guerras internas que les han desangrado en poder territorial y en capital humano. El planteamiento es contradictorio en todos sus términos porque hasta el día de las autonómicas y municipales lo que pregonaban en el Palacio de la Moncloa es que el PSOE debía entender que sin Yolanda Díaz no tenían ninguna posibilidad de seguir gobernando.

Sánchez ha mimado a su vicepresidenta, le ha dado protagonismo, para malestar de ministros y, sobre todo, ministras socialistas, y ha cedido a sus exigencias, para enfado también de la parte socialista del Gobierno. Hoy, en otro giro del «sanchismo», Yolanda Díaz es un problema, y quienes antes trabajaban para lanzarla al estrellato se mueven en la sombra para hacerla caer, o, al menos, que salga lo peor parada de las elecciones generales.

La vicepresidenta está intentando encauzar un pacto con Podemos que no la comprometa a mancharse con la toxicidad que hoy tiene entre la izquierda el nombre de la ministra de Igualdad, Irene Montero, por ejemplo. Y en Moncloa se mueven los hilos para dificultar ese acuerdo o para que Yolanda Díaz tenga que cargar con una mochila que pueda dar margen a Sánchez y a su equipo a soñar con que el PSOE aguantará el 23J en escaños, por ser la única opción refugio de la izquierda. La pedrea a la que aspiran es que el grupo parlamentario actúe como dique de contención de la catástrofe socialista.

El PSOE afronta las elecciones con ánimo de derrota, pero las expectativas de Moncloa se limitan a confiar en que todavía estén a tiempo de una derrota con dignidad. Los arúspices de Sánchez durante esta Legislatura van contando que el presidente está cansado de Podemos, y que se siente maltratado por los medios de comunicación y por la opinión pública.

El relato que intentan dibujar es el de un presidente víctima de una supuesta operación de acoso y derribo, en la que él no ha tenido ninguna responsabilidad en el desastre. Pero, al mismo tiempo, la «operación Yolanda» se reconoce como fallida y las prisas aprietan para rectificar lo que ha sido la gran apuesta del «sanchismo» después de la derrota de las elecciones andaluzas, la de utilizar a la vicepresidenta como marca blanca del PSOE para capturar el voto socialista desafecto con el presidente.