Doctrina Parot
«No respondo de mí si me cruzo con el asesino de mi marido»
Mari Carmen Álvarez, viuda de Juan José Uriarte, habla con LA RAZÓN tras saber que el etarra Elías Fernández vivirá junto a ella en Bermeo
Mari Carmen Álvarez, viuda de Juan José Uriarte, habla con LA RAZÓN tras saber que el etarra Elías Fernández vivirá junto a ella en Bermeo
Mari Carmen Álvarez, viuda de Juan José Uriarte, el taxista al que asesinó en Bermeo el etarra Elías Fernández, se encontraba ayer destrozada. Veintiocho años después de aquel crimen, que la dejó viuda con cuatro hijos pequeños, ahora sabe que en cualquier momento va a tropezarse en la calle con quien mató a su marido. «No sé quién tiene la culpa, yo pienso mucho en los jueces, que al menos tenían que haber dictado una orden de alejamiento», nos dice. «Éste es un pueblo muy pequeño, en el que nos conocemos todos y su familia vive en la calle paralela a la nuestra», nos cuenta con la rabia contenida de quien está acostumbrada a sufrir sin apoyo. «Tengo que mantener la serenidad no por mí, que yo soltaría todo lo que llevo dentro, sino por quienes tengo detrás, cinco nietos, de entre 12 y 14 años; pero no respondo de lo que haga cuando me lo cruce en la calle», nos dijo en una conversación desgarrada.
Cuando le pedimos una foto que acompañe a sus palabras, se niega y después se rebela contra el hecho de tener que negarse. «No quiero que vayan con el periódico a mis nietos, pero es una vergüenza que las víctimas tengamos que escondernos y ellos vayan orgullosos por la calle», dice. «Tenemos además un negocio, un bar, y no podemos permitirnos el lujo de enfrentarnos a nadie», añade, ofreciéndonos, en memoria de las víctimas de ETA, fotografiar el retrato de su marido.
«En este pueblo hay muchos que les apoyan a ellos y cada vez les vemos más crecidos, mientras que nadie se preocupa por nosotros; nadie nos avisó de que ponían en libertad al asesino de mi marido», señala decepcionada. «Si ha cumplido su pena, la ha cumplido, aunque yo creo que no hay dinero, ni pena de cárcel que pueda pagar el haber tratado a mi marido peor que a un perro, pero no se nos puede castigar además a convivir con él», añade.
Mari Carmen, que se encontraba ayer con uno de sus hijos en Bermeo, comenta que los proetarras pasan delante de ellos con «arrogancia». «Ayer mi hija se encontró con el hermano gemelo de Elías Fernández y la miró desafiante, sabiendo que él había salido de prisión». «Nos tenían que haber avisado. Es un palo, las víctimas cada vez estamos peor». Mari Carmen dice sentir odio, rabia, impotencia y, cuando se escucha a sí misma, dice que «tiene que cuidar un poco la boca».
No ha recibido apoyo ni siquiera del primo carnal de su marido, el obispo emérito de San Sebastián, Juan María Uriarte. Bermeo no es un lugar acogedor para las víctimas del terrorismo. En sus calles se han celebrado varias manifestaciones pidiendo la no aplicación de la «doctrina Parot» al etarra Elías Fernández, a pesar de que asesinó a otro vecino del municipio. Aquel fue un crimen tan terrible como cualquier otro, pero con una carga dramática añadida. «Hemos dejado tieso a un chivato», dijo textualmente un portavoz de ETA a la Asociación de Ayuda en Carretera (DYA), reivindicando la autoría del atentado, cometido el 17 de mayo de 1985. Cuatro personas solicitaron sus servicios como taxista y le obligaron posteriormente a desviarse hacia algún lugar, donde le hicieron ponerse de rodillas y le dispararon en la cabeza, rematándole después con otros tres tiros. El cadáver apareció cerca de la ermita de San Juan de Gazteluache con cuatro impactos de bala, uno de ellos en la cabeza. El drama de la víctima fue doble, al tener que soportar la acusación de ser «confidente de la Policía», algo difícil de llevar en aquellos años en un pueblo como Bermeo, a pesar de que quedara claro después que se habían equivocado, y el asesinato de un padre de familia, que entonces tenía 39 años y cuatro hijos, de entre siete y catorce años. Su viuda, Mari Carmen, sufre ahora de nuevo, como lo hacen muchas otras víctimas del terrorismo que están teniendo que recibir tratamiento psicológico por la salida de prisión de quienes destruyeron sus vidas.
Pero el sufrimiento al que ahora se enfrenta Mari Carmen no es, por desgracia, exclusivo. Muchas de las víctimas del terror etarra a lo largo de los años se encuentran ahora ante el dolor de ver cómo van saliendo de prisión los criminales que acabaron con las vidas de alguno de sus familiares y destrozaron para siempre la suya. Y por ello ahora, muchas de ellas han solicitado ayuda psicológica para superar el trauma de ver en la calle a los terroristas y se encuentran bajo tratamiento desde que se conoció hace casi tres semanas la decisión del Tribunal de Estrasburgo.
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