Opinión

Una noche electoral de infarto

Tan flojo juega el PSdG que apuesta al triunfo del BNG

Besteiro, hoy, en el Mercado de Abastos de Santiago.
Besteiro, hoy, en el Mercado de Abastos de Santiago. PSdeG

Seamos sinceros, todavía recuerdo la cara de bobos que se nos quedó a los comentaristas televisivos la noche de las elecciones generales. Las encuestas habían pronosticado rotundamente el triunfo de la derecha y la sorpresa fue morrocotuda. Bueno, pues ahora la cosa parece más reñida que entonces, así que agárrense que la noche electoral se presenta de vértigo.

Treinta y ocho es el número de oro: 38 son los escaños que necesita el Partido Popular para gobernar en Galicia y cualquier paso menos implica una coalición de partidos de izquierdas e independentistas, al estilo del carajal nacional que tenemos montado. ¿Qué riesgos amenazan a Alfonso Rueda? Uno, que la derecha se divida y haya mucha gente que apueste a Vox (cuando el partido de Abascal no va a llegar al cinco por ciento necesario para entrar en el parlamento local). Dos, que sus votantes se desmovilicen. Y, tres, que los votantes centro izquierda sean los que se abstengan, en lugar de apoyar al PP para evitar el independentismo. Porque se da la paradoja de que los de Feijoo buscaron, en el final de campaña, a los votantes socialistas de las grandes ciudades. Gente de cincuenta años y formación superior, a los que intentan hacer ver que, si no quieren un procés a la gallega, es hora de movilizarse por la derecha. España está tan partida en dos en estos momentos sanchistas y tan encrespada, que unos comicios regionales se han convertido en una batalla nacional. Yo diría que con más riesgo para Núñez Feijoo que para Pedro Sánchez. El presidente en realidad cree poder jugar hasta el final de la legislatura, y seguro que ya está pensando en un puesto internacional posterior. Sólo le interesa su persona. Ha encajado derrotas en Andalucía y en Castilla y León y seguro que despacharía la de Galicia con aparente tranquilidad y el leitmotiv: “Los gallegos son unos fachas”. Alberto Núñez Feijoo, en cambio, se juega literalmente el puesto. Si pierde el bastión gallego -que conquistó tantas veces, y la última con 42 escaños- se abriría en el Partido Popular el run run de la sucesión.

Tan flojo juega el PSG que ha apostado todo a un triunfo de los nacionalistas del BNG y a una alianza post electoral con Ana Pontón. Muy probablemente el socialismo gallego va a quedar en un vergonzoso tercer lugar, pero han hecho cuentas y es lo que hay. Una ola de solidaridad lleva en volandas a la candidata independentista, que se presenta con piel de oveja y talante moderado y conciliador cuando es una loba peligrosa. No sé qué ven en ella, porque su programa es sencillamente el de un procés galaico: derecho a decidir, inmersión lingüística gallega, poder judicial propio, policía propia y creación de una comisión bilateral de transferencias con el Gobierno de España. El BNG se presentó a las pasadas europeas (y volverá a hacerlo) de la mano de Bildu y ERC. Ha apoyado a los presos de ETA públicamente y a Putin frente a Zelenski. No se me alcanza que los prudentes gallegos puedan apoyar semejante cosa, ni siquiera los jóvenes o las mujeres o los inmigrantes, pero hasta el día de las elecciones todo es toro.Ante semejante peligro, Rueda ofrece un fortísimo programa social con cien medidas estrella de cumplimiento inmediato: desde la gratuidad del primer año de matrícula universitaria, viviendas de promoción pública, plazas nuevas de residencia y centros de día hasta nuevos programas de empleo femenino. Está bien que la derecha subraye su aspecto democristiano. Además, el PP piensa en el campo y la pesca y propone un plan de marisqueo y polígonos agroforestales, además de nuevas autovías fundamentales para el transporte. Al final, estas elecciones son un plebiscito sobre lo que está pasando en Madrid. ¿Se detesta el Gobierno frankestein o la gente pasa en realidad? Veremos el domingo.