Cataluña
Pedro Sánchez diseña un Ejecutivo en clave electoral
Teje un gabinete de expertos y caras conocidas con vocación de perdurar más allá de lo que resta de legislatura.
Teje un gabinete de expertos y caras conocidas con vocación de perdurar más allá de lo que resta de legislatura.
«Esto no es un Gobierno, esto es un cartel electoral». Con esta frase tan gráfica define un dirigente del PSOE el Ejecutivo de Pedro Sánchez. El nuevo presidente parece haber olvidado la interinidad en la que ha asumido el cargo y se ha empleado a fondo en tejer un gabinete solvente, en clave femenina y con vocación de perdurar mas allá de los dos años que restan de legislatura. Esto no es baladí. Sánchez es consciente de la debilidad de su gobierno, sostenido sólo en 84 diputados, y busca convertir sus meses en el poder en el mejor aval con el que concurrir a los comicios anticipados. Además, lo conocido y reconocido de algunos de los ministros consiguen un efecto movilizador en un sector de la izquierda, hastiada y abstencionista, que había abandonado al PSOE y que ahora podría volver a las urnas para mantener a este Ejecutivo en el poder. A falta de que eche a andar y demuestre si las expectativas depositadas en él son correspondidas, con el escaso margen de ejecución para llevarlas a cabo, el nuevo Gobierno ha conseguido aunar dos perfiles que ensanchan el espacio electoral de los socialistas y estrechan el de sus rivales a izquierda y derecha.
Bebiendo de la influencia del 8-M, Sánchez ha articulado un gabinete que se conjuga en femenino, donde la presencia de las mujeres se impone sobre la de los hombres –el calificativo «paritario» se queda corto– y a las que se otorga las carteras de mayor peso y la Portavocía. Se convierte, además, en el gabinete con más mujeres de las democracias consolidadas, desbancando a Finlandia (2008). A esto se suma su apuesta decidida por la Igualdad, con un ministerio autónomo a cuyos mandos ha colocado a una de las personas de su entera confianza, Carmen Calvo, que también será ministra de Presidencia y vicepresidenta única. En total, Sánchez tendrá a su lado a once ministras. A Calvo se suman Margarita Robles (Defensa), Reyes Maroto (Industria), Dolores Delgado (Justicia), Teresa Ribera (Medio Ambiente), Carmen Montón (Sanidad), Isabel Celaá (Educación y portavoz del Gobierno), Magdalena Valerio (Empleo), María Jesús Montero (Hacienda), Meritxell Batet (Administraciones Territoriales) y Nadia Calviño (Economía). En el espacio de lo social y los derechos, el Gobierno avanzará en el espectro de la izquierda reduciendo el ámbito de influencia de Unidos Podemos.
También por la derecha, el Ejecutivo quiere desterrar suspicacias. Quienes lo tildaban de «Frankenstein» por los apoyos con los que se había erigido, han visto gota a gota, nombramiento a nombramiento cómo se iba desdibujando el monstruo. Sánchez ha colocado a puntales en las áreas de Economía, Hacienda, Política exterior y Cataluña, cortando de raíz cualquier posibilidad de «pasteleo» con el independentismo que se le pudiera atribuir y garantizando la estabilidad en Europa y a los mercados. El objetivo de Sánchez es demostrar que la izquierda también es capaz de una gestión económica eficaz y garante del empleo.
El mensaje tranquilizador se equilibró con el de impacto. El presidente se reservó para el último momento al titular de Interior, el juez Fernando Grande-Marlaska, con una dilatada experiencia en la lucha contra ETA desde el frente judicial y al ministro de Cultura, el presentador y escritor Maxim Huerta. Para Ciencia e Innovación recurrió a un fichaje estratosférico, el del astronauta Pedro Duque. Todos desvinculados de la política. A la cuota masculina se suman además Josep Borrell (Exteriores), José Luis Ábalos (Fomento) y Luis Planas para Agricultura. Planas será otro andaluz en el Ejecutivo de Sánchez, pero éste constituye la cruz para Díaz –si María Jesús Montero era la cara–, ya que el ex embajador ante la UE con José Luis Rodríguez Zapatero fue consejero de la Junta de Andalucía y le disputó el liderazgo a Susana Díaz en las primarias.
Con el Gobierno ya configurado, Sánchez lanza varios mensajes. Confía en perfiles de dilatada experiencia –de los gobiernos de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero– frente a sus afines, ya que necesita expertos que actúen rápido para demostrar la valía del Ejecutivo en escasos meses. También busca dar un golpe de efecto con independientes mediáticos: «Un Gobierno que sea fiel reflejo de la sociedad española», dijo. Y marca las prioridades de su agenda: defensa de lo público, lucha contra la desigualdad, contra la violencia de género, apuesta por la reindustrialización y el Medio Ambiente, transmite tranquilidad a Europa y los mercados y abre una nueva etapa de diálogo con Cataluña.
Un Ejecutivo que defendió como reflejo de «lo mejor de la sociedad a la que aspira a servir» y listo para afrontar «los desafíos de la España del siglo XXI». Nacido además «con el objetivo de servir a la modernización de España, impulsar el crecimiento sostenible, reconstruir la cohesión social y territorial, y regenerar la vida pública», prometió Sánchez.
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