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8M

El potencial «letal» y desmovilizador tras la polémica del «sí es sí»

La crisis de credibilidad impacta en un electorado clave para la coalición, mientras Monedero torpedea a Montero

El feminismo dio un golpe al tablero en 2018 cuando consiguió vertebrar en las calles un grito poderoso por la igualdad. El empuje del movimiento fue visto por los partidos políticos de izquierda como una oportunidad y su intento de patrimonializarlo y, por extensión, instrumentalizarlo ha tenido efectos devastadores. El primero, una profunda división, que bebe de la que existe entre las diferentes corrientes y que se vive ya con dimensiones de auténtico conflicto interno.

El epicentro fue la Ley Trans que consiguió dividir las cabeceras de la manifestación del 8M. El segundo, que acrecienta esta fractura es la desmovilización, sobre la que alertan desde el propio movimiento y que viene alimentada por las polémicas que rodean a estos partidos de izquierda. El punto de inflexión fue la polémica por la ley del «solo sí es sí», cuyos efectos adversos generaron una cascada de revisiones a la baja de las condenas de los agresores sexuales, y, en la actualidad los escándalos que salpican a rostros destacados de los partidos que durante años han abanderado el movimiento.

Las polémicas afectan de manera transversal desde el PSOE hasta Podemos, pasando por Sumar. Partidos abolicionistas y defensores del «hermana, yo sí te creo» que han acabado enterrados en sus profundas incoherencias e hipocresías al verse involucrados en prácticas de abuso y acoso sexual o como usuarios de los servicios de mujeres prostituidas.

«Esto tiene un impacto letal», resume una dirigente socialista, que considera que existe una crisis de credibilidad contra la que tendrán que luchar después de escándalos como el de Íñigo Errejón, el de José Luis Ábalos o Juan Carlos Monedero. Este tipo de polémicas no solo perjudican en la calle, también tienen un potencial desestabilizador para truncar las aspiraciones políticas de quienes se erigieron como referentes del movimiento y ahora demuestran que no estuvieron a la altura de los estándares de ejemplaridad que impusieron al resto.

Es el caso de Irene Montero. La que fuera ministra de Igualdad se ve seriamente comprometida por la gestión que hizo Podemos de las acusaciones de acoso sexual a Monedero. Varios excargos del partido consultados creen que el caso puede pasarle factura por su «pasividad» ante los testimonios de los que tuvieron conocimiento en 2023 contra el cofundador del partido. En círculos morados piden ya cuentas a la número dos de la formación. «Si lo sabía, su labor era predicar con el ejemplo. Irene siempre ha defendido a la víctima con o sin denuncia frente al acosador y ahora lo ha tapado. ¿Qué ejemplo es ese»?, reflexionan las fuentes consultadas.

Por el contrario, ni en la dirección ni en los territorios hay un ápice de rebelión ante la falta de mano dura de la organización. No hay ya sectores críticos. Y es que el partido siempre ha defendido la credibilidad de las víctimas frente a la interposición de una denuncia. Sin embargo, los hechos son que tras recibir la primera denuncia, Belarra agradeció el trabajo «incansable» del cofundador cuando anunció que dejaba el «Think tank» morado. Incluso, en un acto, reivindicó a su compañero, conociendo ya las denuncias.