Cumple la amenaza

Puigdemont derrota a Sánchez y deja la legislatura en vilo

El PSOE no acepta sus enmiendas para blindarle y la norma volverá a comisión. Los socialistas ven poco margen para negociar

Nada es predecible si depende de Junts. No lo fue la propia investidura, ni la convalidación de decretos, ni la ley de amnistía y ni siquiera si hoy una delegación socialista y otra de Junts se reunieran en Ginebra, mediador mediante. Nada es predecible porque Junts no es un partido, no piensa como un partido y no reacciona como un partido. La intervención de Miriam Nogueras no dejaba de dar puntada. Sus enmiendas son una garantía de una «amnistía integral» que se enfrenta a un sistema judicial «prevaricador» que «banaliza el terrorismo» y acusó al PSOE de no estar preparado para erradicar al «franquismo» porque «la agenda política la marca la derecha política y judicial». Mientras intervenía la portavoz de Junts las caras de la vicepresidenta María Jesús Montero y del ministro de Justicia, Félix Bolaños, eran todo un poema.

Sobre si hoy se reunirán en Ginebra representantes del PSOE y de Junts, mutismo total. La razón, según Junts, «por el show que se montó» en el anterior encuentro con el revuelo de los medios. Sin embargo, en la conversación hubo ambigüedad sobre la existencia de la reunión. Ambigüedad que abandonó ERC en su intervención a favor de la ley y contra las veleidades de Puigdemont que según los republicanos baila al son que marcan los jueces, que dictan resoluciones en paralelo a la tramitación de la ley. «No caigamos en esta trampa», remató la diputada Pilar Vallugera.

En las filas del PSOE, malestar mal disimulado por la actitud obstruccionista de Junts en todos y cada uno de los trámites parlamentarios. El desasosiego era patente en los diputados socialistas que se preguntaban si el Gobierno sería capaz de soportar que la ley fuera rechazada y volviera a Comisión, según marca el artículo 131 del Reglamento del Congreso. El tiempo es lo de menos, un mes, a juicio del PSOE «lo importante es saber si el Gobierno puede aguantar este desgaste que rearma a la derecha».

Tras más de hora y media de debate con la pauta marcada y sin novedades, se puso la ley de amnistía a votación. Nadie se salió de su guion. Nogueras en su toma de posición se reafirmó en su amenaza. El ambiente se tensaba y nadie apostaba a favor de que la ley «necesaria», como la calificaron BNG y Bildu, además de ERC, pudiera pasar el trámite perdiendo la oportunidad de «devolver a la política lo que nunca debió salir de la política. No se debe dar una oportunidad a quienes están saboteando la ley y la legislatura», según Bildu.

Abascal no defraudó acusando a Sánchez de traidor y de protagonizar graves «fechorías». Nada nuevo dijo el líder de Vox, que señaló al presidente como responsable de la ruptura de la convivencia en España, consideró que el Congreso es «una cámara de facinerosos» y acusó a los independentistas de intentar «una guerra en Cataluña».

La incertidumbre era tal que Francisco Aranda en su turno de defensa de la ley eludió referirse a Junts. El diputado socialista se centró en poner pie en pared frente al discurso del PP y poniendo en valor una ley «buena para Cataluña y en consecuencia buena para España», y la política económica del gobierno progresista que le llevó a ironizar con «España va bien».

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, le dio el contrapunto y se jactó de la «humillación» a la que Junts somete al PSOE. De hecho, en esos momentos, todavía no se conocía la intención de voto de los de Puigdemont. «Humillación diaria a sus siglas y a su dignidad», concluyó para atacar al PSOE por callar ante los ataques de Miriam Nogueras a la judicatura. Y finiquitó su discurso preguntando a la líder de Junts «¿volverán a intentar declarar la independencia?» y arrogándose la representación del pueblo español bajo las banderas de la igualdad, la solidaridad, la justicia y la libertad.

Las enmiendas de Junts fueron todas rechazadas. Solo Sumar se avino a respaldar algunas de sus iniciativas. También los vascos y ERC, pero la que más apoyo suscitó apenas obtuvo 57 votos. El PSOE se plantó y en los pasillos del Congreso se dispararon todas las alarmas, pero el plante insufló ánimos a los alicaídos diputados socialistas hartos del escorpión de Junts.

Francina Armengol abrió la votación de la ley. En el PP tranquilidad y caras de satisfacción. La cara de la derrota era evidente en el presidente del Gobierno. Sánchez estaba casi solo en el banco azul. Sólo cuatro ministros lo acompañaban –Montero, Bolaños, Rodríguez y Urtasun– en la primera derrota. Tampoco la cara de Junqueras en la bancada de invitados del Congreso era de felicidad. Era el otro gran derrotado de la tarde. El PSOE y ERC han dicho «no» al último chantaje de Junts, aunque la pregunta es qué ocurrirá ahora. Los socialistas aseguran que «no se moverán más» y creen que es el turno de Junts si quiere sacar adelante la ley de amnistía. Ven poco margen para la nueva negociación, lo que también complica intrínsecamente, la negociación de los Presupuestos y de ahí, la garantía de una legislatura duradera. Ayer ya se abrían a prorrogar los presupuestos en el PSOE.

El sentir, a la vez, en el socialismo es de desánimo. Algunos reflexionaban sobre hasta cuándo aguantaría la legislatura al ver el juego de Puigdemont, otros, tras ver a Miriam Nogueras salir del Congreso entre una nube de periodistas, lamentaba: «Esto es lo que ellos quieren», en una palabra; foco. En el Gobierno el enfado con Junts es mayúsculo y lo verbalizó el ministro de Justicia, Félix Bolaños. «Es incompresible que Junts haya votado ‘no’ de la mano del PP y Vox. Precisamente los que quieren encarcelarlos», censuró. Sin embargo, Moncloa niega que esto suponga el fin de la legislatura. «Durará lo que diga el presidente y el presidente tira», asegura un ministro.

Las relaciones entre los diferentes socios tocadas y casi hundidas y preparadas para volver a empezar con la artillería en plena forma. El Manual de Resistencia de Pedro Sánchez se pone realmente a prueba. Hoy en Ginebra no parece que vaya a realizarse ninguna reunión. No está el horno para bollos.