
Opinión
¿Quién asesora a Feijóo?
Una oposición visceral, indiscriminada, contra todas las acciones de quien gobierna es justamente
lo contrario de lo que quiere la gente

Creo en una oposición constructiva, con propuestas y alternativas, o, dicho de otro modo, útil para los ciudadanos, puesto que, en el fondo, el país se dirige ejerciendo distintas responsabilidades, tanto desde el Gobierno como desde la oposición. Y creo que la inmensa mayoría de los españoles piensan igual, pues, cuando se les pregunta acerca del valor y oportunidad de los acuerdos entre las principales fuerzas políticas, contestan de forma masiva que les gustaría que se produjeran.
Esto significa que una oposición visceral, indiscriminada, contra todas las acciones y decisiones de quien gobierna es justamente lo contrario de lo que prefiere la gente. Y, sin embargo, en estos tiempos es justo lo que ocurre, ¡el mundo al revés!
A la espera de una posible (y muy deseable) confluencia entre PSOE y PP sobre el grave riesgo que representan para el mundo las decisiones de la Administración de Donald Trump, hay actitudes que entorpecen la misma.
Me refiero a la actitud mostrada por el principal partido de la oposición sobre el reciente viaje del presidente del Gobierno a China, que constituye un ejemplo de ignorancia inexcusable.
La mayor parte de los analistas solventes, políticos o económicos, consideran que la ofensiva desatada por Trump contra China tendrá un claro perdedor: Estados Unidos. Y ello por la capacidad de resistencia de China, su estructura institucional y el alto umbral de sufrimiento (si fuera necesario) que su población ha demostrado a lo largo de la historia.
China dispone de recursos muy valiosos que son esenciales para los procesos innovadores que precisa la economía mundial. En particular, las llamadas tierras raras, de las que Estados Unidos es dependiente al cien por cien.
Su utilización estratégica por parte de las autoridades chinas puede provocar un inmenso daño a todo el mundo, pero especialmente a Norteamérica. Y no se diga que este uso constituye una agresión puesto que esta guerra, artificial e innecesaria, la ha iniciado una sola persona: Donald Trump.
En este escenario, la presencia del presidente español, Pedro Sánchez, en China es de un gran valor estratégico. Lo es para España y para la Unión Europea, con cuyas instituciones se coordinó la visita. Europa (con notables diferencias entre sus miembros) tiene un importante déficit comercial con China que debe reducirse mediante el diálogo y la cooperación.
Para España ello resulta particularmente importante, dado que somos uno de los países más deficitarios en los intercambios comerciales con China.Al mismo tiempo, la inmensa capacidad inversora de China puede, ya está ocurriendo, representar grandes oportunidades para la economía española.
De igual modo, nuestra presencia en ese gran país debe incrementarse, para lo cual se precisan decisiones y acuerdos que permitan abrir su economía a las inversiones foráneas. Con este panorama, ¿a qué viene la desabrida reacción de los portavoces del PP ante este viaje? ¿Son conscientes del mundo en que vivimos, o la deriva opositora que consiste en disparar contra todo lo que se mueve les impide ver la realidad? Hoy, el adversario principal de Europa, por voluntad propia, tiene un nombre: Trump, que no el pueblo americano.
Y una posición razonable por parte del PP en este contencioso –la cual, por cierto, comparte la gran mayoría del centroderecha europeo–, les ayudaría a separarse de Vox, para lo cual la hemeroteca sirve de gran ayuda: cuando ejercieron el Gobierno de España trataron de mantener las mejores relaciones posibles con China, lo cual es una muestra de realismo que, desgraciadamente, parecen perder cuando pasan a la oposición.
Este sí que es un asunto de Estado, para España y para Europa. La reconfiguración de las relaciones internacionales, los intercambios comerciales y el desarrollo económico están en juego y los resultados, positivos o negativos, dependerán del acierto en las decisiones que adopte Europa, muy en particular en su relación con China.
Parecería que el sr. Feijóo hace honor al refrán: «El que espera, desespera», significando que la espera prolongada y la incertidumbre pueden llevar a la desesperación, algo incompatible con la esencia de un sistema democrático donde las esperas las marcan los ciudadanos con sus votos. Me temo que, así, dicha espera va a ser larga.
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