Ceuta
Reformistas, quemados y discretos
Balance del equipo de Rajoy tras dos años marcados por el lema «Gobernar es decidir»
Miércoles 12 de febrero. En el edificio INIA, el mayor del Complejo de La Moncloa, antigua sede del Instituto de Investigaciones Agrarias, obra del arquitecto José Azpiroz, todo está preparado. Tradicional sede de los vicepresidentes del Gobierno y ministros de la Presidencia en la etapa democrática, la austeridad y los papeles inundan la sala dónde se reúne la Comisión General de Secretarios de Estado y Subsecretarios. Es el órgano asesor y de apoyo previo al Consejo de Ministros, donde se «cocinan» los asuntos decisorios del Ejecutivo. Bajo tres líneas de trabajo, los llamados «Índices»: en el Negro se debaten los temas parciales de cada Ministerio. En el Verde los que figuran en el primer Orden del día del Consejo. Y en el Índice Rojo aquellos de suma importancia, que han de ser de especial debate por el Gobierno.
A las diez en punto de la mañana, con su habitual puntualidad británica, llega Soraya Sáenz de Santamaría, a quien corresponden la presidencia y coordinación de la Comisión. «No se le escapa una», comentan los asistentes a esta reunión al definir el rigor de la vicepresidenta. Esa mañana, el anuncio es concreto. El Debate sobre el Estado de la Nación, el segundo de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno, ya tiene fecha. Exactamente un año y una semana después del primero, en el que España afrontaba una situación muy difícil con la «espada de Damocles» del rescate. En aquel primer Debate, Rajoy anunció sus reformas y pronunció una frase: «La credibilidad la dan los hechos». Ahora, las cosas son muy distintas y el Gobierno llega al Congreso con resultados concretos de su política y un claro mensaje que Soraya transmite a todo el equipo ministerial: «Gobernar es decidir».
Éste es el lema, la estrategia de Mariano Rajoy para centrar su discurso en el éxito de sus reformas y la salida de la crisis. Mucho ha cambiado desde la amenazante intervención, hasta la felicitación de alguien tan duro como el finlandés Olli Rhen, Comisario Europeo de Asuntos Económicos y Monetarios: «España ha hecho bien sus deberes y es un ejemplo a seguir», aseguró en uno de los últimos Consejos de la Unión. Avalado por los frutos de unos ajustes duros, pero eficientes, y por la confianza de sus socios europeos, aborda el presidente este segundo Debate de la Nación. Con unos ministros catalogados en tres estadios: reformistas, polémicos y discretos. Entre los llamados «patas negras», con mando en plaza, y otros no tanto. Y bajo la sombra de una remodelación del Gobierno, forzada por las elecciones y nuevos cargos en Europa que, según fuentes de Moncloa, Rajoy intentará que sea mínima. No obstante, nadie aventura nombres, sabedores del mutismo y sorpresas que puede dar el líder gallego.
En el llamado «clan de los reformistas», con dotes de mando y cercanía al presidente, brillan con luz propia Soraya Sáenz de Santamaría y Cristóbal Montoro. La vicepresidenta es la auténtica «capitana» del engranaje gubernamental, transmisora de las órdenes del Comandante en Jefe, coordinadora de los distintos departamentos y supervisora de la actividad parlamentaria. Cada semana ejerce como portavoz del Gobierno y azote de la oposición en el Congreso. Su figura es respetada por todos los grupos, incluso por los socialistas, pese a la dureza de algunas sesiones de control. Por sus manos pasan todos los proyectos legislativos que se remiten a la Cámara, ayudada por el eficaz Secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, José Luis Ayllón. Preside, además, la Comisión Delegada de Asuntos Económicos, por decisión de Rajoy y porque así se lo pidió expresamente quien podía hacerlo: Cristóbal Montoro.
El titular de Hacienda es el «hombre arisco» por excelencia, una especie de «Pepito Grillo», a quien muchos temen y, pese a las medidas impopulares, nadie discute. «Es de los nuestros, un histórico del partido y el único a quien le importa un bledo su futuro», comenta un veterano dirigente del PP. Montoro, «el campeón del déficit», como le llaman sus compañeros, no tiene pelos en la lengua, presume de ser insobornable y goza de la confianza de Mariano. Es un gran colaborador de Soraya, con quien despacha los grandes proyectos de la Legislatura: reforma fiscal, transparencia, Administración Pública, lucha contra la corrupción y reforma laboral, una de las estrellas legislativas del Gobierno, donde se erige como gran ministra reformista Fátima Báñez. La titular de Empleo es una de las damas del «núcleo duro» y ya trabajó, codo con codo, con Soraya y Montoro en el Grupo Parlamentario. Fue precisamente la Reforma Laboral uno de los ejes del discurso de Rajoy en el debate del pasado año, y lo será también en éste. Obsesionado por el paro, la Seguridad Social, apoyo a emprendedores, empleo joven y demás medidas de estímulo, el presidente tiene en Báñez una de sus ministras más valientes. Conforma con Soraya y Montoro el gran trío reformista.
En el que también se integran Luis de Guindos, Miguel Arias Cañete y José Manuel García-Margallo, sobradamente sólidos en sus materias, respetados y con posibles destinos en Europa. Los ministros de Economía y Agricultura han realizado una buena gestión, sin «pisar callos» en balde. Margallo es más locuaz, pero nadie pone en solfa su experiencia internacional y conocimiento de las cancillerías. Llegan al Debate con experiencia y no abrasados. Lo mismo que la titular de Fomento, Ana Pastor, trabajadora infatigable, que ha hecho una limpieza de campeonato en este macro-ministerio. Su poder de gestión es indiscutible, como lo demostró al imponer sus criterios sobre AENA al influyente Álvaro Nadal, jefe de la Oficina Económica de Moncloa, un «fontanero» puro, que conforma junto a su hermano gemelo Alberto un mini gabinete en la sombra. Pastor se ha ganado el respeto de un sector enorme, clave para la vida económica del país.
En el círculo cercano al presidente, está también el ministro del Interior Jorge Fernández. Bajo su mandato se ha producido el mayor debilitamiento militar de ETA, los menores índices de delincuencia y una mejora histórica de la seguridad vial. Aún así, la oposición piensa sacar el drama de Ceuta y Melilla para caldear el Debate. El ministro lo sabe, y por ello se ha anticipado con los vídeos que demuestran el correcto comportamiento de la Guardia Civil hacia los inmigrantes. Será uno de los «platos fuertes» del Debate, junto al otro asunto de calado político: el aborto. Ello da paso al grupo de ministros polémicos: Alberto Ruiz-Gallardón, José Manuel Soria y José Ignacio Wert.
Fiel a su trayectoria, la figura de Gallardón no deja indiferente a nadie. «Es un verso suelto que, a veces, no rima ni con el PP», ironizan algunos diputados. Su nombre está en todas las quinielas de movida gubernamental e, incluso, en la lista europea si finalmente no fuera Arias Cañete. Nadie sabe qué hará el presidente, pero es bien seguro que el aborto será un tema «picante», junto a la discutida reforma eléctrica, que coloca al ministro de Industria, José Manuel Soria, en situación de «electrocutado», según las mismas fuentes. Lo mismo que al titular de Educación, el único que no milita en el PP y que mayor rechazo despierta entre los populares. Sus discutidas reformas provocarán que aflore el espinoso tema de Cataluña, en el que la calculada estrategia «tancredista» de Rajoy empieza a dar resultados. El nerviosismo y aislamiento de Artur Mas es ya patente. La hoja de ruta del presidente, inalterable.
Y quedan los llamados ministros «discretos», como Pedro Morenés y Ana Mato. Ambos con escaso presupuesto y delimitadas competencias, que no han levantado fuertes ampollas en la oposición. El ministro de Defensa es todo un señor a quien el PSOE deja tranquilo. Algo distinto es el caso de Ana Mato, una histórica del partido, a quien los socialistas piensan utilizar no por su gestión en Sanidad, sino por la trama Gürtel y los tentáculos de Bárcenas. Asuntos que a Rajoy le producen «repelús», según su entorno. No obstante, lleva pesada «artillería» para contrarrestar el previsto ataque y enarbolar las últimas medidas aprobadas por el Gobierno contra la corrupción y financiación de los partidos. Esta semana, Mariano Rajoy permanece encerrado con sus más directos colaboradores preparando el Debate, en el que hará apología de sus reformas para consolidar el crecimiento económico y creación de empleo. Sus ministros han hecho llegar a La Moncloa un sinfín de documentos y, tal vez, algunos de ellos se despidan del Banco Azul en el Congreso. «Sobre esto, el Jefe pasa de puntillas», dice un directo colaborador. Primero las reformas, y después, las sillas. O no, como diría el propio Mariano Rajoy.
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