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Opinión

La respuesta a la crisis

Si acertamos, desde la unidad de los países miembros, no solo aminoraremos sus efectos negativos, ganaremos influencia en el mundo

Imagen de la bolsa de Madrid Altea TejidoEFE

A lo largo de la historia ha habido múltiples crisis económicas. Unas evitables y otras no. La que está provocando la Administración Trump pasará a los anales como una crisis artificial, autoinducida, innecesaria, que puede generar una recesión económica mundial.

De las crisis se debe aprender. La Unión Europea, y en particular algunos de sus miembros como España, padecimos una muy severa, de carácter financiero, en 2008. Lo peor, sin duda, fue la respuesta institucional a la misma: la llamada política de la «austeridad», epítome de un neoliberalismo feroz con poco sentido económico, que, como demostraron Rogoff y Reinhart, empeoró la salida de la crisis, deprimiendo simultáneamente la iniciativa privada y la pública y generando una grave recesión que nos ha llevado más de una década superar. La austeridad es un concepto positivo, sin duda, pero lo que se aplicó por parte de la Comisión Europea fue una mala política económica, no una política austera, porque contribuyó a empeorar los efectos de la crisis. Hoy casi nadie duda de lo erróneo de aquella respuesta, tanto en la Academia como por parte de los gestores públicos.

Por eso, tras la crisis provocada por la pandemia de la Covid-19, la respuesta ha sido muy diferente. En este caso, una de cariz keynesiano, utilizando todos los recursos públicos para sostener el empleo en lugar de deprimirlo. De este modo, como se ha podido comprobar, la salida de la crisis ha sido rápida y sin un aumento de las desigualdades.

Cada vez gana más adeptos, de acuerdo a la evidencia empírica, la tesis de que a mayor igualdad mejores resultados económicos. Son las sociedades donde hay más desigualdad las que más problemas económicos tienen, lo que se traduce en un peor nivel de vida. Hace unos años, dos epidemiólogos británicos, Wilkinson y Pickett, publicaron un estudio: «The Spirit Level: Why Equality Is Better For Everyone» (por qué la igualdad es mejor para todos), cuyas conclusiones no dejan lugar a duda alguna: a mayores niveles de igualdad (tomando como parámetro los países desarrollados), la esperanza de vida es superior, y su calidad. El consumo de drogas es reducido, la tasa de criminalidad es inferior, las enfermedades mentales y las depresiones también. Incluso, la emisión de gases de efecto invernadero que provocan el cambio climático (el principal riesgo para la humanidad), también son menores. El estudio iba analizando la situación en diversos países y, por cierto, España obtenía buenos resultados.

El libro se publicó en marzo del año 2009. En resumen, tomando los once problemas sociales y de salud pública examinados: salud física, salud mental, consumo de drogas, educación, población reclusa, obesidad, movilidad social, confianza interpersonal, violencia, embarazo adolescente y bienestar infantil, los resultados son significativamente peores en los países de renta alta con más desigualdades.

De ahí que cualquier política económica debe tener en consideración estos resultados y si lo que se busca es una mejora general de las condiciones de vida de toda la población, las medidas a favor de la igualdad de oportunidades y de redistribución de la renta deben ser prioritarias para cualquier gobierno.

Ahora nos encontramos con otros riesgos tan graves o mayores que los mencionados. La errática, inconsecuente y caprichosa política de Trump supone, en el fondo, el establecimiento de un impuesto universal (los aranceles), que golpeará a los más débiles, para destinar sus recursos a una rebaja fiscal cuyos destinatarios serán los más pudientes en Estados Unidos, aquellos que forman parte de la constelación de apoyo a Donald Trump. Ello traerá negativas consecuencias, primero para Estados Unidos, y después para el resto del mundo.

Por ello, la respuesta de la Unión Europea reviste una importancia extraordinaria. Si acertamos, desde la unidad de todos los países miembros, no solo podremos minorar los efectos negativos de la crisis que se avecina, sino que además ganaremos influencia en el mundo.

La respuesta debe ser similar a la que dimos tras la pandemia del coronavirus, lo que nos ha permitido seguir creciendo y repartiendo mejor las oportunidades y los recursos.