Estrategia

Sánchez se «bunkeriza» frente al Estado

El presidente se queda solo en su estrategia de salvar a Carles Puigdemont para blindar así su Legislatura

El ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas (i), el secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (2d), y el candidato del PSdeG para la Presidencia de la Xunta, José Ramón Gómez Besteiro (d), durante un mitin de campaña, a 10 de febrero de 2024, en Vigo, Pontevedra, Galicia (España).
El ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas (i), el secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (2d), y el candidato del PSdeG para la Presidencia de la Xunta, José Ramón Gómez Besteiro (d), durante un mitin de campaña, a 10 de febrero de 2024, en Vigo, Pontevedra, Galicia (España).Adrián IragoEuropa Press

En esta semana Moncloa ha asistido al colapso de las dos torres sobre las que ha levantado su propaganda mediática. La supuesta conjura de dos jueces quedó desmontada con el apoyo mayoritario de la Junta de Fiscales del Tribunal Supremo a que se investigue a Carles Puigdemont por terrorismo. Y también ha sido anulado ese mensaje que dice que a Europa le da igual el «procés» y el independentismo porque Pedro Sánchez «tiene tanta influencia en Bruselas que las instituciones comunitarias nunca se atreverán a llevarle la contraria mientras la economía española siga liderando el crecimiento en la Unión». La Eurocámara apoyó el jueves por una mayoría abrumadora investigar las injerencias rusas y sus lazos con Carles Puigdemont.

Pedro Sánchez está solo en su intento de salvar al ex presidente de la Generalitat para garantizarse la continuidad de su Legislatura. No tiene el apoyo de su partido, donde ya hay movimientos preventivos de posicionamiento para después de las elecciones gallegas. La línea oficial se impone sobre las discrepancias, mayoritarias en el plano orgánico, pero sometidas a la disciplina de partido. No tiene el apoyo de los jueces ni de los fiscales, tampoco del poder económico, ni del Ibex, donde le ven un «pato cojo», en la terminología americana, pero con el agravante de considerarle un elemento «peligroso» para la estabilidad jurídica porque tienen asumido que «su necesidad de supervivencia es tan fuerte que siempre acabará cediendo hasta donde dice que no llegará». Los meses de Legislatura que ya han transcurrido han sido también la prueba, tanto externa como dentro de Moncloa, de que tampoco tienen el apoyo de sus socios. El voto de la investidura fue un respaldo coyuntural y sometido a intereses diversos, no a un programa compartido, y conjugar los distintos pactos firmados con independentistas y nacionalistas lleva al PSOE a una implosión sin garantías de que esto le dé la estabilidad que necesita porque lo que le viene bien a unos no es lo que les interesa a otros socios.

Sánchez se ha bunkerizado en Moncloa, rodeado de la corte de asesores y «fontaneros» de confianza que le animan a seguir en su huida hacia delante porque a todos les va su futuro en ello. Por eso, desde el «no» habrá cambios en la ley de amnistía, que solemnizó el PSOE en el Congreso en la votación en Pleno del texto que salió de la comisión de Justicia, y que no prosperó por el voto en contra de Junts, ya empiezan a circular los matices a esa negativa, se apela al diálogo entre los grupos parlamentarios y fuera del canal oficial apuestan porque habrá un acuerdo y habrá amnistía.

No lo pueden decir antes de las elecciones gallegas, pero el acuerdo solo puede construirse sobre una nueva rectificación socialista, teniendo en cuenta que Sánchez tiene enfrente los resortes del Estado español, que se defiende de lo que considera que son injerencias con interés político que amenazan al Estado de Derecho. Moncloa ha tomado conciencia en estos días de que su enemigo no es la alianza de la derecha y la extrema derecha que, supuestamente, no acepta la investidura del líder socialista y la conformación de un nuevo gobierno de coalición, aunque ésta seguirá siendo la línea central de su discurso. Su adversario está en los cimientos del Estado y en un Poder Judicial que se revuelve contra «el agravio de la tomadura de pelo» que supone ver cómo Puigdemont se sale con la suya, «sentando precedentes», además, que le debilitan si tiene que volver a responder a otro golpe contra la Constitución que venga del independentismo. «Al Estado no se le gana nunca». La reflexión es de un ex ministro socialista y refleja el alcance de la batalla que libra la coalición. Por cierto, que tampoco está unida en esta causa, y con Sumar fuera del búnker monclovita que protege al presidente del Gobierno.

Sánchez debe prepararse porque la respuesta del Estado no ha terminado aún. El retraso en la aprobación de la ley de amnistía, en un limbo político y jurídico, deja espacio para que haya movimientos en el Tribunal Supremo, y tampoco se va a quedar cruzado de manos el juez Manuel García Castellón. La defensa del prófugo de la Justicia española está viendo cada vez con más claridad la que se les está preparando, y la poca utilidad de haberse atado al presidente Sánchez. Con «nula influencia», comentan, para mover los resortes que necesitan para avanzar hacia la impunidad. A Puigdemont le da igual que los enviados de Sánchez le digan que lo han intentado, que es en lo que están, y no lo han conseguido, porque solo le valen los resultados. Aunque tenga que medir los tiempos para no equivocarse en soltar antes del momento adecuado el control del Gobierno de España.